Cuadrar los números musicales que se marcan Las Mamis, un grupo de baile de madres que se cansaron de esperar a sus hijos en la puerta de la academia y acabaron marcándose unos pasos en el programa televisivo Got Talent, supuso algún que otro quebradero de cabeza para los guionistas de 'La tribu', entre los que se encuentra su director, Fernando Colomo. Todo debía estar bien orquestado para que la comedia encajase a la perfección con las coreografías que ejecutan en la película Carmen Machi y Paco León. Por el camino, han encontrado hasta la nota perfecta para componer la que bien podría ser la canción del verano.
Bajo la dirección de Colomo, Machi y León se han vuelto a reunir tras el final de 'Aída' y, de nuevo, entablan lazos familiares en la ficción. Ahora se llaman Virginia y Fidel, son madre e hijo, y se lanzan a bailar streetdance con la coreógrafa real de Las Mamis, Maribel del Pino, dirigiéndoles y teniendo también un papel importante en la comedia. "Lo de Maribel fue una sorpresa", cuenta el director.
Y, de sorpresa en sorpresa, la música, siempre presente en el filme que se estrena este 16 de marzo, da su campanada con una canción pegadiza hasta el tuétano, que también supone una alegría imprevista para Fernando Colomo: "A mí me parece que les ha salido una canción redonda y, desde luego, estoy convencido de que si la promocionan adecuadamente sería la canción del verano".
De 'Isla Bonita' a 'La Tribu'
Después de un proyecto íntimo e independiente como fue 'Isla bonita', con un equipo de apenas seis personas para sacar adelante la producción, Colomo se aleja de actores debutantes por caras bien conocidas por el público, pero persiste en el retrato de "una vida sencilla, más de barrio" en la que, para él, destaca el humor que nace no del chiste, ni fácil ni original, sino más bien del contraste. "Aunque Paco, de vez en cuando, tengan unas salidas geniales", añade.
9 actores de comedia que dieron el salto al drama
Adam Sandler: 'Embriagado de amor'
Que Paul Thomas Anderson es uno de los directores más atrevidos y personales nacidos en el seno de la industria en los últimos años es una evidencia tan grande como el incontestable talento que atesora y que le permite jugar en la liga de los clásicos contemporáneos. Lo que ocurre, es que nadie imaginó que un actor tan limitado y frecuentemente insoportable como Adam Sandler podría protagonizar su particular visión del drama romántico. Pero así fue.
'Embriagado de amor', terrible traducción del evocador título original, 'Punch Drunk Love', nos presentó la faceta más desconocida del actor, encargado de dar vida a Barry, un tipo extraño y solitario incapaz de enamorarse hasta que conoce al personaje de Emily Watson, con quien protagonizará una trama siempre imprevisibles, tan absurda como sorprendente. Y, pese a tratarse claramente de un trabajo menor en la impecable obra de Thomas Anderson, 'Embriagado de amor' consigue un significativo puesto en la trayectoria del director al conseguir un resultado mucho más satisfactorio de lo esperado por parte de Sandler. Por si alguien tiene dudas, aquí está la mejor interpretación de su carrera.
Antonio Resines: 'La buena estrella'
En el cine español también tenemos múltiples casos de estupendos actores cómicos que resultaron ser estupendos actores dramáticos. Uno de los casos más populares lo encontramos en la figura de Antonio Resines, estupendo intérprete que se mueve con personalidad y elementos cien por cien reconocibles en el siempre difícil arte de hacer reír y que probó suerte en el drama con 'La buena estrella', espléndida película de Ricardo Franco que sorprendió a crítica y público en el lejano 1997 y que mantiene intacto su poder de conmoción.
Con un tridente de interpretaciones deslumbrantes, esta historia repleta de dolor y segundas oportunidades con reverso oscuro, nos mostró a un Resines que conseguía automáticamente la comprensión y cariño del espectador, quien seguía con interés y angustia cada uno de los sucesos que rodean la vida de un personaje tan complejo como apasionante. Su interpretación, cargada de vulnerabilidad, le valió un incontestable Goya a Mejor Actor que redondeó su ejemplar atrevimiento.
Jonah Hill: 'Moneyball'
¿Quién nos iba a decir que el inolvidable protagonista de la más que notable 'Supersalidos' terminaría siendo un actor respetadísimo por la industria y nominado a dos Oscar? Nadie. No hay medallas en esta competición. Pero así es, Jonah Hill ha ido creciendo de manera meteórica en medio de la jungla de Hollywood combinando los papeles en los que mostraba su indestructible faceta cómica con sus dotes más descaradas para jugar en terrenos más dramáticos.
Y el primer golpe, y la primera nominación a la estatuilla, se produjeron gracias a 'Moneyball', extraordinaria película dirigida por Bennett Miller en la que el actor bordaba el clásico papel secundario que termina robando la función a un protagonista interpretado por, nada más y nada menos, que Brad Pitt. Aunque, para ser honestos, deberíamos hablar de empate técnico ya que ambas interpretaciones son realmente destacadas. Pero, claro, a Jonah no le vimos venir. Y llegó para quedarse.
Bill Murray: 'Lost in Translation'
Cima del cine independiente estadounidense de la pasada década, 'Lost in Translation' continúa siendo uno de los mejores trabajos firmados por una Sofia Coppola de la que seguimos esperando una obra a la misma altura, luchando contra nuestras propias esperanzas. Pero es que, para ser justos, no debe ser nada sencillo repetir una jugada tan maestra como la que la directora trazó en esta ocasión, ofreciéndonos la oportunidad de enamorarnos una y otra vez de una de esas parejas cinematográficas que es ya icono del séptimo arte.
Un logro conseguido gracias a Scarlett Johansson y Bill Murray, perdidos en un Tokio laberíntico y abrumador, en el que dos almas solitarias en permanente estado de jet lag emocional terminan encontrándose en medio de silencios y caricias. Un trabajo tan sencillo como delicado en el que brillan con especial intensidad sus dos protagonistas, sorprendiendo aún más en el caso de un Murray que nunca antes había transmitido tanta melancolía y fragilidad. Una interpretación memorable de un cómico que siempre tuvo corazón de drama.
Jerry Lewis: 'El rey de la comedia'
Si quieres dar el salto de la comedia al drama, y eres un titán de la talla de Jerry Lewis, probablemente la opción de hacerlo de la mano de Martin Scorsese sea la más apetecible de todas. Con 'El rey de la comedia', Lewis, uno de los mayores genios de la historia del cine a la hora de provocar la carcajada de millones de espectadores en todo el mundo, no solamente se atrevía con el drama, sino que jugaba con el thriller en una propuesta alejada del estilo Scorsese pero realmente aprovechable.
Y es que la historia de un cómico que hará cualquier cosa por convertirse en estrella y referente en el mundo de la comedia, Rupert Pupkin, interpretado por un estupendo Robert De Niro, le ofrece a Lewis la oportunidad de interpretar a Jerry Langford, un personaje que ofrece el lado más prepotente y desagradable de la industria, perfecto contrapunto del protagonista y maravillosa excusa para ser testigos de una batalla interpretativa de primer nivel. Una competitividad que, por cierto, se salda con victoria para Lewis.
Robin Williams: 'El club de los poetas muertos'
Años antes de que la Academia terminara premiando con el Oscar a Mejor Actor Secundario por 'El indomable Will Hunting' la ejemplar trayectoria de Robin Williams (porque de eso se trataba), el actor ya había conseguido entregar una interpretación dramática de mayor nivel si cabe. Ocurría en esa obra maestra llamada 'El club de los poetas muertos' con la que Peter Weir entregó, una vez más, una película mayúscula, emocionante e inolvidable en sus múltiples giros narrativos, dolorosos y profundamente conmovedores.
Pero nada de eso habría sido posible si el Sr. Keating no hubiera tenido el rostro familiar y encantador de Williams, quien se mimetiza al completo con su personaje, otorgándole dosis extras de cariño, comprensión y entusiasmo. Como ocurría siempre con él, el espectador no puede hacer otra cosa que quererle, identificarse con sus decisiones, admirarle por su pasión y entrega. Esa escena final, con el ya clásico, 'Oh capitán, mi capitán' es historia del cine. Igual que la sonrisa cómplice de un Williams que entraba en el drama arrasando con todo.
Tom Hanks: 'Philadelphia'
Antes del estreno de 'Philadelphia', lo más cerca que había estado Tom Hanks del drama había sido aquella desastrosa adaptación cinematográfica de 'La hoguera de las vanidades' de Tom Wolfe realizada por Brian de Palma. Y mejor no recordarla. Conocido y amado por medio mundo gracias a películas como 'Big' y tras reventar las taquillas con una de esas comedias románticas ejemplares, 'Algo para recordar', Hanks se lanzaba de lleno al drama protagonizando esta historia sobre un abogado despedido del prestigioso bufete en el que trabaja al enterarse sus jefes de que había contraído el sida.
Un punto de partida arriesgado, especialmente en el año de su estreno, 1993, que el director Jonathan Demme trató con el respeto y la sensibilidad necesaria y que encontró la complicidad y entrega absoluta por parte de un actor imprescindible que ofrecía un auténtico recital. El Oscar a Mejor Actor por su trabajo no hizo más que recalcar la valía y el riesgo voluntario aceptado por un Hanks que no dejaría de crecer en los años posteriores alcanzando el envidiable estatus de clásico contemporáneo. Y ahí sigue.
Steve Carrell: 'Foxcatcher'
Tras juguetear con el drama en propuestas como la maravillosa 'Pequeña Miss Sunshine', Steve Carell se lanzó de lleno en el drama más asfixiante y contundente con 'Foxcatcher', una de las últimas obras maestras nacidas en el seno de Hollywood y que, sorpresa o no, también viene firmada por Bennett Miller, uno de esos directores contemporáneos absolutamente esenciales.
Un excepcional trabajo que se engrandece gracias a la figura de un inolvidable Carrel, cuya mirada perdida a través de los ojos de John du Pont, multimillonario responsable de uno de los sucesos más terribles de la historia deportiva norteamericana, esconde toda la fuerza comprimida de una película que apuesta por la sobriedad por encima del artificio, sustituyendo las licencias dramáticas de (casi) todas las propuestas basadas en historias reales por gritos ahogados en medio del frío. Una tragedia griega en toda regla a la que el actor aporta una dimensión extra. Una interpretación deslumbrante que se funde con el terror absoluto.
Jim Carrey: 'El show de Truman'
Incluso para aquellos que éramos, y somos, fanáticos de Jim Carrey, que imitábamos sus movimientos imposibles con ridículos resultados y que conocíamos de memoria todos y cada uno de los diálogos de sus películas más populares, nos quedamos con la boca abierta ante el despliegue dramático ofrecido por el actor en esa obra maestra llamada 'El show de Truman'. Y es que, el clásico contemporáneo firmado por el imprescindible Peter Weir, nos mostró a un Carrey alejado de histrionismo y el slapstick más excesivo, capaz de conmover al espectador desde la ternura y la soledad de un personaje inolvidable, perdido en un mundo de ficción creado para que todos pudiéramos observar su vida como si del programa de televisión más fascinante se tratase.
Un drama repleto de escenas memorables que le sirvió a Carrey para ofrecer todo un recital de talento interpretativo, valiéndole un Globo de Oro a Mejor Actor Dramático que supo a poco tras la posterior indiferencia mostrada por la Academia a la hora de, al menos, nominarle a un Oscar. Una de esas injusticias imperdonables que se repetiría más tarde con otras interpretaciones impresionantes por parte del actor en 'Man on the Moon' y en '¡Olvídate de mí!'.