James Gray encabeza, junto a un puñado de directores coetáneos (como pueden ser Richard Linklater con 'Apolo 10½: Una infancia espacial' o Paul Thomas Anderson con 'Licorice Pizza'), la generación norteamericana que más ha decidido echar la vista atrás (en los últimos tiempos especialmente) para construir historias, ya sean cartas de amor autobiográficas o retratos fidedignos de una década en concreto. 'Armageddon Time', su nueva película, es una mezcla de ambas, ya que radiografía la sociedad americana de Ronald Reagan al mismo tiempo que se retrotrae a una infancia tan familiar como convulsa. De todo ello (infancia, actualidad política, cine) hemos podido hablar con el propio director estadounidense en una entrevista con eCartelera.
eCartelera: El coming of age del niño que se enfrenta a su familia por estudiar lo que quiere y no lo que le imponen es la piedra angular de 'Armageddon Time', pero emerge como un mensaje universal entendido por todos. ¿Por qué en Estados Unidos es más palpable este tipo de historias? ¿Por la mentalidad de la sociedad? ¿Por la tradición?
James Gray: Es difícil responder a esa pregunta porque no sé cómo reaccionan en otros países. Yo soy americano. Solo puedo intentar reflejar el mundo según yo lo veo. América tiende a creer firmemente en el capitalismo y sus virtudes de una manera exagerada. Lo que veo en vosotros los europeos, y es un estereotipo pero me encanta porque es divertido, es que os preocupáis por el dinero pero, al final, estáis más evolucionados y pertenecéis a culturas más antiguas. Os avergüenza preocuparos por el dinero. Los americanos nos enorgullecemos de nuestra codicia y siempre estamos diciendo "Venga vamos a hacer un trato, un negocio". Los europeos reconocéis la vulgaridad que tiene eso (ríe).
eC: Viendo la película pensé que el sueño americano se asemeja a la religión por su manera de mentir y retener a la gente de a pie. ¿Es el sueño americano real? ¿O es una fantasía?
J.G.: El sueño americano es una fantasía, pero es una fantasía necesaria. Todas las civilizaciones tienen mentiras que se dicen a sí mismas para poder seguir adelante, para perpetuarse. Creo que esto forma parte del pegamento que une a las culturas. Lo que vemos ahora se debe a que ese mito no se ha cumplido para tanta gente durante tanto tiempo que se crea una ira, una ira indefinida, pero una ira, y generalmente dirigida al lugar equivocado. La evidencia es que la movilidad social se ha vuelto cada vez más restringida.
eC: Existe una tendencia actual de directores que narran su propia vida en forma de biopic. Ahí está Paolo Sorrentino con 'Fue la mano de Dios', Kenneth Branagh con 'Belfast' o el propio Steven Spielberg con su próxima 'The Fabelmans'. ¿Es una catarsis para vosotros escribir este tipo de historias?
J.G.: No del todo. Lo que trato de contar en la película es que, a medida que el niño va creciendo, menos respuestas obtiene, menos oportunidades de alivio siente. El mundo se va revelando solo en capas más complejas. Yo me siento más y más tonto a medida que envejezco, entiendo el mundo cada vez menos. Durante la cuarentena, estaba con mi hijo pequeño en el patio trasero de mi casa cuando vio una mantis religiosa que había en el jardín. Se la quedó mirando durante mucho tiempo y me habló sobre el verde brillante que tenía aquella mantis. Me di cuenta de que mi jovencísimo hijo tenía más sabiduría que yo en el mundo real porque fue capaz de mirarla sin complicaciones ni neurosis. La experiencia adolescente implica empezar a acumular múltiples significados a cosas que tal vez solo existen en la cabeza de esa persona. Llegas a una etapa de la vida en la que te das cuenta que la historia son contradicciones, peleas, argumentos, soluciones, victorias, derrotas, pandemias, cambios climáticos, seres humanos horribles -por lo general hombres-... todo entra en el mismo cajón.
El momento de la derrota
eC: Una de las cosas que más me gustaron de la película es que el armaguedón de Paul Graff (Michael Banks Repeta), el momento en el que su vida empieza a desmoronarse, es también el momento donde su vida realmente comienza. La vida no empieza de verdad hasta tu primer fracaso, ¿no?
J.G.: La vida está llena de derrotas todo el tiempo. Tienes cinco años y tu madre te dice que no puedes tener ese dulce, es tu derrota. La vida es relativa, ¿no? Si no te dan un trozo de chocolate con cinco años es el fin del mundo, así que creo que desde siempre enfrentamos la derrota. Plasmar eso en la película fue muy importante para enfatizar la idea de que él se beneficia al final de su propio fracaso. Un pensamiento horrible ¿verdad? Básicamente puedes estar en una situación de la que sales gracias a una forma de privilegio, y lo reconoces como una catástrofe moral o ética para obtener tu beneficio. Es por eso que soy muy resistente -entre otras razones- a lo que creo que es una simplificación grotesca sobre la culpa blanca, porque el niño se beneficia al final aunque vea su vacío.
eC: Tu filmografía consta de distintas fases. Tienes el neo-noir de 'La otra cara del crimen' y de 'La noche es nuestra'; tienes ese ansia del espíritu aventurero del ser humano con 'Z, La Ciudad Perdida' y 'Ad Astra: Hacia las estrellas'. Ahora has optado por un proyecto intimista y personal.
J.G.: El hecho de elegir no está realmente presente. Sientes que tienes que hacerlo en algún momento. Supongo que llegas a cierto punto de tu vida y te das cuenta de que hay más días detrás de ti que los que hay por delante, te obliga a reevaluar de dónde vienes y lo que sucedió. Supongo que entonces me di cuenta. Tuve una sensación de pérdida, en el país, en mi propia vida...y quería traer esa sensación de pérdida a la vida. Tal vez como en una historia de fantasmas, en el sentido de traer a la vida personas que he perdido. Un poco egoísta, pero supongo que todo arte es un poco egoísta.
'Armageddon Time' se estrena en cines el 18 de noviembre.