"Las estrellas se consumen, las leyendas viven para siempre". Esta frase, que se le atribuye al músico country Blaze Fole y que escuchamos salir de sus labios en el inspirador biopic que ha dirigido Ethan Hawke, también podría definir al gran protagonista de la noche de ayer en Locarno. Lejos de los focos y el glamour, como un tejano más, el actor de 'Antes del amanecer' y 'Gattaca' recibió el Excellence Award del festival suizo, un Leopardo de Oro especial por su trayectoria que agradeció con sentido del humor ante una Piazza Grande abarrotada: "Cuando me dan premios por actuar no lo entiendo, es como si me premiasen por tener una nariz".
Pero antes se produjo un momento algo incómodo en la rueda de prensa que revelaba su singularidad. Un periodista le preguntó si se consideraba una leyenda del cine tratando de recuperar del olvido a otra leyenda del country. El silencio fue sepulcral, se podía cortar con un cuchillo. Tras unos interminables segundos de espera, Ethan Hawke meditó seriamente y respondió con la franqueza que le caracteriza que "algo estaría fallando si pensara así. Estoy interesado en vivir y trato de no pensar demasiado en mí mismo. Por ejemplo, ahora recuerdo cuando fui por primera vez al Festival de Venecia a presentar 'El club de los poetas muertos' y parece que han pasado segundos. Si te fijas, en la película la historia de Blaze Foley está contada a través de tres tiempos entrelazados, la vida es así".
Para encarnar a Blaze Foley ha confiado en el músico Ben Dickey, tan grande como bonachón, un debutante en esto del cine que destila carisma y al que le sobra presencia en el escenario para protagonizar este biopic atípico en un doble sentido. En primer lugar porque su construcción narrativa a través de distintos tiempos y voces intenta sortear las convenciones, convierte su paso por esta vida en una historia coral llena de contradicciones. Y en un segundo plano por algo todavía más importante. Se trata de un músico que hasta hace poco no era reconocido, alguien a quien la mayoría vamos a descubrir gracias a la película. Al respecto, Ethan Hawke comentó que "si tienes a Val Kilmer haciendo de Van Morrison, tiene que clavar el parecido e imitarlo a la perfección. En cambio, él podía hacer su propio Blaze. Solo tenía que aportar su amor a la música. Él y todos lo hicieron".
Blaze Foley acabó sus días desahuciado, vagabundeando de casa en casa, hasta que fue cosido a balas por el hijo de un amigo suyo. Hubo versiones contradictorias en el juicio, que consideró que el asesino actuaba en defensa propia, por lo que Ethan Hawke decide dejar el crimen fuera campo gracias a un inteligente movimiento de cámara. No es la única decisión que toma en la que demuestra estilo y personalidad a lo largo de la película. ¿Pero cómo dar forma a la historia de una persona que nunca tuvo una historia, a la que el éxito dejó de lado?"A la hora de plantear el proyecto he tenido mucha libertad. Porque aunque estás haciendo un biopic, el primer paso a la hora de escribir cualquier guion es escribir cosas personales, que literalmente hablan sobre ti. Luego, te das cuenta de que todas esas cosas son universales. Aunque en un principio no las puedas ver en otras personas, van evolucionando. Trabajar el guion con su viuda, Sybil Rosen, me ayudó mucho a descubrirlo. Poco antes de morir me reuní con Mike Nichols y hablando sobre sus películas me contó lo orgulloso que estaba de no recordar de quién era cada idea. Si un grupo de gente se reúne en una habitación y confían los unos en los otros, el resultado será especial".
Más que un biopic, un personalísimo musical country
Uno de los grandes aciertos surge al centrar la película en la historia de amor entre Blaze y su mujer, a la que interpreta una sorprendente Alia Shawkat (Arrested Development), que con su ternura nos ayuda a conocer mejor a la persona que había detrás de la leyenda. La química entre ambos y la naturalidad que desprenden hacen de este viaje por su música y por los Estados Unidos uno que destila sensibilidad. No en vano, la propuesta está repleta de secuencias musicales a través de las que la narración crece en múltiples sentidos, sus canciones son el auténtico corazón de la película.
Ethan Hawke trata de capturar la idea o el sentimiento que hacen de la carretera y la vida ambulante tu única familia. Para ello se sirve de una fotografía onírica que se apoya en la naturaleza y los grandes paisajes, pero también en la utilización del ancho de pantalla, con varias composiciones a cámara lenta muy evocadoras. En cualquier caso, si lo que se trataba era de hacer familia, se rodea de un reparto repleto de amigos entre los que se encuentra el propio Richard Linklater, lo que nos invita a pensar que como intérprete tiene una forma distinta de trabajar la dirección de actores. "La influencia de los 70 es muy grande en mi forma de dirigir a los actores. Una de las consecuencias de la revolución tecnológica es que todo se ha vuelto muy controlado y perfeccionista, echo de menos esos fallos que se encontraban en el cine de antes. Por ejemplo cuando leo libros, con esto de que se pueden editar fácilmente, me doy cuenta de que están sobreescritos. Cuando lees algo que sale de las entrañas es muy poderoso, quería recuperar eso con mi película, transmitir esa energía indómita. Se trata de aceptar la vida como es y aprovechar lo que tienes frente a ti, algo que en este caso hicimos con los paisajes de Louisana, que se convirtieron en un personaje más".
Aunque la película consigue reivindicar la figura de Blaze Foley e ilustra la época con su poesía cotidiana y amargo romanticismo, lo hace sin ocultar sus claroscuros ni de señalar que aquel tipo impredecible no era más que otro poeta abandonado por la historia, como lo fueron muchos. Su relato no es el único que plasma, Ethan Hawke arroja destellos de las personas que había a su alrededor porque "intenté no idealizar a Blaze ni convertirle en alguien único. Todos tenemos esa llama por algo o por alguien. Contamos la historia de Blaze, pero también la de Sybil y el resto de músicos. Cuando ofrecemos otros puntos de vista, como el del camarero o el trabajador del cementerio, lo hacemos porque sus vidas también son importantes. Blaze Foley no era famoso, murió sin saber que era un genio. Al final se trata de comunicarnos y ofrecer lo mejor de nosotros mismos, eso es lo que da sentido a la vida".
Foto © Massimo Pedrazzini / Locarno Festival