Pese a estrenarse en los festivales de Toronto y Venecia, donde su protagonista Charlie Plummer logró el premio a mejor actor emergente, 'Lean on Pete' se quedó finalmente fuera de la carrera de los Oscar al postergar su estreno comercial a 2018. Una decisión que desde el Festival de Rotterdam no podemos más que lamentar, dado que probablemente contenga en su interior la gran película norteamericana del pasado año. Y eso que hablamos de una producción británica dirigida por Andrew Haigh, en su nuevo largometraje tras 'Weekend' y '45 años', pero su precisión al retratar el paisaje del medio-oeste de los Estados Unidos, tanto si nos referimos a su naturaleza como al paisaje emocional, a su idiosincrasia, denota una sensibilidad que conecta el western moderno al cine social más comprometido con la realidad de USA.
Adaptando la novela homónima de Willy Vlautin, Haigh filma con un notable grado de naturalismo esta historia de madurez a marchas forzadas que bien podría caer en el melodrama, del que escapa gracias a su contención formal y narrativa, manteniendo siempre una respetuosa distancia con su puesta en escena. Desde el inicio presenta con delicadeza la rutina de Charley saliendo a correr al amanecer, un adolescente al que tiempo atrás abandonó su madre y que malvive a duras penas con su padre y sus sucesivas parejas. Pronto comenzará a trabajar en un establo, cuidando caballos de carreras a las órdenes de un malhumorado Steve Buscemi, estableciendo una relación afectiva con Leon on Pete, el caballo que da título al filme, a quien brinda todo el cariño que nunca le han dado. No serán pocas las lecturas simbólicas a las que se preste su relación, magníficamente tratada.
Sin entrar a revelar la sucesión de acontecimientos que provocan que la vida de Charley se convierta en una lucha por la supervivencia, podríamos creer que con esta propuesta, más árida y próxima al cine de género con mensaje social, Andrew Haigh se aleja de sus anteriores tratados acerca de las relaciones de pareja, pero estaríamos equivocados. Realmente la película se sustenta a través de las relaciones emocionales entre sus personajes. En cada uno de sus diálogos, de sus gestos, de sus despedidas y de sus miradas se destila la esencia de todo un país y las carencias de su protagonista, que resuenan al detenerse a construir la relación de Charley con las personas que se cruzan en su camino, especialmente con el caballo, con quien no dejará de conversar acerca de todo lo que no ha podido ni supo contar a nadie en su vida.
Steven Spielberg se quejaba tras rodar 'War Horse' de que los caballos eran poco expresivos. Que eran malos actores, en definitiva. Pero sin forzarlo ni tirar de sensiblería o efectismo alguno (aunque no sin renunciar al uso de efectos digitales para dar forma a un extraordinario plano secuencia), Andrew Haigh consigue transmitir una conexión entre ambos que solo es uno de los logros de la película. Trasladándonos del mundo de la equitación al del rodeo, con el que guarda mucho en común y que tantas obras maestras ha dado al cine norteamericano, 'Lean on Pete' remite en su desolación y decadencia a 'Hombres errantes' de Nicholas Ray y 'El rey del rodeo' de Sam Peckinpah. Así se desprende en su forma de filmar las carreras, siempre a ras de suelo, desde una perspectiva humana, sin tratar de espectacularizarlas, añadiendo al relato una certera visión acerca de las carencias emocionales y las deficiencias estructurales de la sociedad norteamericana actual.
El acto de leer
Dentro de la sección Critics Choice, comisariada por críticos cinematográficos que con su programa de actividades pretenden fomentar un debate sobre el estado de la crítica, pudimos ver 'Readers', una de las últimas películas de James Benning, que en su extrema sencillez nos volvió a demostrar su maestría. Conocido por su cine estructuralista centrado en el paisaje norteamericano, más concretamente el de California, lugar habitual de residencia, su extensa obra colinda con el vídeo-arte, la perfomance y el documental. Entre sus largometrajes más conocidos se encuentran '10 Skies' o '13 Lakes', en los que, como su propio título indica, solamente vemos diez cielos y trece largos filmados durante diez minutos en plano fijo, un acto de contemplación fascinante.
Conscientes de que el cine de Benning requiere de una presentación particular, con gran acierto los organizadores propusieron a los vídeo-ensayistas Kevin B Lee y Chloé Galibert-Laîné un breve vídeo para introducir la película al espectador, con la particularidad de no haberla visto. Un ejercicio cargado de sentido del humor que se adentraba de forma didáctica en todas las claves de su cine y que se atrevía a desentrañar 'Readers' partiendo de su sinopsis. Pero pese a su lucidez y acertado tono, era incapaz de anticipar la profundidad que nos encontraríamos en la propuesta. Sí, 'Readers' podría resumirse en ver a cuatro personas leyendo un libro en silencio durante 27 minutos cada uno. Pero el cine de Benning es mucho más que su extravagante apariencia o ridícula descripción de una línea, tras pasar de filmar en celuloide a digital, Benning tornó en cierto modo de observar la naturaleza al ser humano, al que en esta ocasión, continuando su serie de retratos tras 'Twenty Cigarettes', contemplamos de forma insólita.
En primer lugar, su decisión radical de limitar la película a únicamente cuatro planos otorga la importancia que se merece a la puesta en escena, a la idea del plano en su composición, extensión y naturaleza, que en la mayoría ocasiones se descuida por mera acumulación en el montaje. Cada uno de los cuatro encuadres, muy similares en su ejecución aunque ocupen distintas estancias de sus respectivos hogares, está compuesto con la distancia y la altura precisa para en cierto modo proteger a la persona que habita en su interior, con el fin de no intimidar ni condicionar nuestra mirada. La cámara nos permite observarles sin quebrar la ilusión del cine, construyendo el fuera de campo con sonidos del exterior o música diegética, haciéndonos sospechar que sus cuatro lectores han recibido determinadas indicaciones, cuatro amigos y artistas afines al cineasta que se prestan a la performance en total armonía.
Pero además de hacernos extremadamente partícipes de los movimientos de sus cuerpos y de enriquecer cada fragmento a su conclusión con citas de los respectivos libros que están leyendo, con su dispositivo James Benning toma una decisión de gran calado que condiciona de forma crucial el visionado. La protagonista del primer fragmento es una joven, la segunda una mujer de mediana edad, el tercero un hombre que le supera en edad y la última es una anciana, la coreógrafa y bailarina Simone Forti, cuyo Parkinson le dificulta la lectura. Pero lejos de tratarse de una decisión cruel para remover conciencias, aunque dada su fragilidad es inevitable llegar a conmoverse o incomodarse, se nos presenta en toda su humanidad para recordarnos no solo la poca importancia que prestamos a la lectura y lo difícil que puede llegar a ser llevarla a cabo, sino el peso del paso del tiempo en nuestra existencia. Precisamente, el tiempo es el material con el que Benning construye su cine. Y esta la última de sus memorables lecciones. Seguro que ya no volveremos a leer un libro de la misma manera.
8 westerns que demuestran que el género sigue muy vivo
'El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford' (2007)
Si buscamos una fecha concreta para identificar el punto de ruptura, el salto al vacío que demostró que el riesgo del salto al vacío a veces se salda con victoria, debemos viajar hasta 2007, año en el que Andrew Dominik estrenaba la excelsa 'El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford'. La particular visión que proponía el cineasta sobre dos de las figuras más memorables de aquella América de forajidos y leyendas, suponía un soplo de aire fresco con suficiente poder y calidad como para resucitar, una vez más, a un género que nos empeñamos en enterrar con demasiada facilidad. Con dos interpretaciones antológicas de Brad Pitt y Casey Affleck, la película no conquistó a la taquilla y dividió a gran parte de la crítica, pero sirvió para iniciar una nueva corriente en la que sobresale, especialmente, 'Valor de ley'.
'Valor de ley' (2010)
Nieve. Un hombre asesinado frente a su casa. Tan cerca, tan lejos de su refugio, del abrazo de su mujer, del calor de su familia. Un borracho cabalga solitario, manteniendo como puede su figura entre la niebla oscura de la noche, difuso, inconsciente, quién sabe si arrepentido. La voz de una niña nos cuenta el valor de la venganza, del sacrificio, del perdón. Y una melodía de piano, entre épica y triste, daba comienzo a un western que se estrenaba en 2010, pero que perfectamente lo podría haber hecho en 1940, 1950, 1960.
La película de los hermanos Coen, muchísimo más el remake de la simpática cinta de 1969 con John Wayne al frente, no solamente reunía los códigos más característicos del conocido western crepuscular, como pueden ser la soledad del héroe o las reflexiones sobre la moralidad y ética de las acciones y decisiones de cada personaje, sino que se impregnaba de un maravilloso aroma tradicional. Una manera de reinterpretar el género desde el homenaje. Un clásico.
'Cowboys & Aliens' (2011)
Por desgracia, no todos los experimentos han salido tan bien. Un año más tarde, 2011, Jon Favreau presentaba una idea tan absurda que terminaba despertando la curiosidad. ¿Qué pasaría si mezcláramos el western más clásico con el cine de invasiones alienígenas? El resultado, 'Cowboys & Aliens', se estrelló en taquilla y se mantiene, a día de hoy, como un rara avis con la que terminaron ganando aquellos que, desde el principio, avisaron de la estupidez de la propuesta. Sin embargo, las razones del fracaso puramente artístico, se deben achacar más al respeto que al delirio. Ante un punto de partida así, lo mejor hubiera sido apostar por la extravagancia completa, algo que sus responsables evitan por completo a lo largo de dos horas empeñadas en otorgar solemnidad a una película que termina hundida en el clasicismo impostado. Un desastre que parecía condenar al género a una nueva muerte. Hasta que llegó la hora de Quentin.
'Django desencadenado' (2012)
Muchos soñábamos con un western con la firma Tarantino. Después de todo, casi todas su películas, a pesar de ser un puzzle de influencias variadas, tenían el espíritu y la forma del cine del Oeste de toda la vida, especialmente en la vertiente Leone. Por eso, cuando en 2012, llegaba a las carteleras 'Django desencadenado', la expectación era máxima.Y el resultado justificó la espera. A medias. Para resumir, nos encontramos con una película que es, en su 90% de metraje, una obra maestra, pero que en el 10% restante, puede que por esperanzas desmedidas de encontrar la perfección, no termina de funcionar. Pero vamos a quedarnos con lo bueno. Violencia brutal, humor descacharrante, impecable factura técnica, apabullante banda sonora y diálogos de levantarse y aplaudir, todo está en 'Django desencadenado', en especial en su primera hora y media, donde se tiene la sensación de estar presenciando un clásico atemporal, lírico, descubriendo una poética tarantiniana desconocida por controlada y dosificada hasta la excelencia. Un festival de diversión, tensión, acción y romanticismo, hacia el cine y hacia sus personajes, que volvía a reconciliar al público con el género.
'El llanero solitario' (2013)
Un fenómeno del que Jerry Bruckheimer tomó buena nota. El productor sintió como la bombilla se encendía en su cabeza y llamaba a su tándem mágico, el formado por el director Gore Verbinski y el actor Johnny Depp, responsables de la saga 'Piratas del Caribe', para proponer la resurrección de 'El llanero solitario', adaptación de las aventuras del héroe del serial radiofónico del mismo título. ¿Qué podía fallar? Si nos fijamos en sus resultados críticos y comerciales, TODO. Somos pocos, muy pocos, los que nos empeñamos en defender una película con la que Verbinski continuaba experimentando con el género al igual que había hecho dos años antes con 'Rango', fascinante homenaje animado al western desde la psicodelia. Una aventura empeñada en convertir la tradición en parque de atracciones, plagado de set pieces deslumbrantes en su ejecución y de una ambición incomprendida. Una obra que ha quedado como fracaso absoluto y que, por desgracia, no parece que el tiempo vaya a ubicar en un lugar mejor. Seguiremos disfrutándola en silencio.
'Deuda de honor' (2014)
Afortunadamente, en 2014 las cosas fueron mejor. Tommy Lee Jones dirigía y protagonizaba 'Deuda de honor', película que, pese a llegar a nuestras carteleras un año más tarde, se convertía en uno de los trabajos más interesantes del pasado ejercicio cinematográfico. Western extraño, irregular, por momentos fascinante, por momentos fallido. Con destellos de genialidad inesperados, Lee Jones cuenta una historia de muerte y redención, soledad y liberación, locura y lírica. Un trabajo perfecto para disfrutar junto a 'Los tres entierros de Melquíades Estrada', estupendo postwestern fronterizo con el que el actor se estrenaba como director en el largometraje en 2005.
'El viaje de Arlo' (2015)
Pixar se lanzó al western en su intento de salvar lo que parecía un proyecto maldito. Reformaron toda la historia, empezaron de cero y nos trajeron esta conmovedora historia sobre la amistad con muchísimos guiños al western clásico. Desde los tiranosaurios vaqueros a los escenarios áridos, pasando por escenas en las que no hacen falta palabras.
Por desgracia, el público no respaldó este experimento, que ha pinchado en taquilla y se ha convertido en la película con menor recaudación del estudio. Una pena, porque no solo es una historia muy emotiva, es uno de los mejores westerns de los últimos años.
'Los odiosos ocho' (2016)
¿Y cómo empezamos 2016? De nuevo, Tarantino. 'Los odiosos ocho' es el nuevo western del director, un regreso por la puerta grande que supera a 'Django desencadenado' a través de una aparente sencillez. Una película que bebe del teatro, de los misterios de Agatha Christie y de la elegancia visual de un John Ford que se antepone en esta ocasión a Leone en la lista de preferencia de Quentin, para dar forma a una magistral demostración de cine en estado puro. Un maestro en pleno dominio de sus facultades que sirve un festín narrativo en toda regla, apoyado por un reparto en permanente estado de gracia. Una última obra maestra que añadir a un género repleto de ellas. Una nueva prueba de que el poder del western continúa intacto. Ya sea con la desolación tras un disparo por la espalda, el espectáculo de los trenes a toda velocidad, la belleza de los caballos recorriendo paisajes nevados en medio de la noche o la melancolía implícita de los héroes cansados de serlo, nos sobran motivos para seguir amando un tipo de cine como el de antes, como el de ahora, como el de mañana.