En la primera crónica del Festival de San Sebastián vamos a hablar de primeros (y grandes) amores. No es un capricho, así lo han querido las cuatro películas que han dado el pistoletazo de salida a las principales secciones competitivas. Mal que le pese, por tratarse de la película de inauguración todas las miradas han recaído sobre 'Inmersión', drama romántico a gran escala fruto de una coproducción entre Alemania, España y Francia. Protagonizada por dos rutilantes estrellas europeas como Alicia Vikander y James McAvoy, a los que dirige un otrora prestigioso cineasta como Wim Wenders... ¿Qué podía salir mal? Apuesta segura. Mucho nos tememos que todo lo contrario.
Durante décadas el cine clásico norteamericano se sirvió de sus estrellas y de guiones escritos en un fin de semana con una máquina de escribir de segunda mano para regalarnos títulos imperecederos y producir un cine popular que abarrotaba las salas. Sin un sistema de estudios fuerte detrás, esa fórmula de adaptar novelas de éxito con grandes nombres hace tiempo que ha dejado de ser matemática, sobre todo cuando el resultado no responde a las motivaciones de un autor y suena más a mustio encargo de multisalas como 'Inmersión'. Desastre que no nos extraña al comprobar que el anterior libreto del guionista no es otro que 'Diré tu nombre', la última película de Sean Penn, vapuleada el año pasado en Cannes.
Nos tenemos que creer que los personajes de James McAvoy y Alicia Vikander nunca se han enamorado. O al menos que sus amores no les han durado más allá de la mañana siguiente, como los de la protagonista de 'Amante por un día' de Philippe Garrel, sobre la que hablaremos más adelante. Su dedicación laboral (ella es biomatemática, él espía) diríamos que se lo impide. Nada que no pueda cambiar su fortuito romance en un hotel paradisíaco de la costa francesa, justo antes de las misiones más importantes de sus vidas. Ella continuará su investigación a cientos de metros bajo agua. Él, en su afán por acabar con los terroristas, será secuestrado en Somalia. Dos situaciones que tratan de superar rememorando su breve encuentro, como si pudiera dar sentido a sus existencias. Motivación a la que Wenders responde en imágenes con un convencional montaje paralelo repleto de flashbacks donde, salvo aislados hallazgos jugando con la distancia focal en los primeros planos, hasta la desangelada fotografía de Benoît Debie ('Spring Breakers', 'Irreversible') se contagia del contenido más propio de una sobremesa, así como la notable partitura compuesta por Fernando Velázquez (y van varias) siempre parece sonar de manera inapropiada o enfática.
Su endeble relación amorosa, con diálogos cuya jerga técnica y metáforas sobre las capas del océano son lo más parecido que encontraremos a ver expresar algún tipo de sentimiento, queda en nada cuando la película se adentra de forma sumamente torpe en un terreno tan complejo, convulso y de actualidad como el del terrorismo yihadista. La descripción que el guión hace del extremismo islámico está repleta de tópicos, y lo que es más grave, pretende aleccionar desde el sesgado punto de vista occidental, arrojando menor profundidad y capacidad de análisis que cualquier titular de un periódico. Aunque al menos se olvide igual de fácil, cuanto mas abisal y profunda pretende ser 'Inmersión' (ese bochornoso epílogo místico), más fallida se nos antoja esta ensimismada epopeya que no hace justicia al talento de sus responsables.
Del despertar del amor y otras historias
Frente a las obsoletas formas narrativas con las que la película de Wim Wenders ha abierto la Sección Oficial a concurso, Horizontes Latinos, Perlas y Zabaltegi-Tabakalera dieron comienzo con otros tres romances iniciáticos que en cambio persisten en señalar el estilo cinematográfico tan vivo y personal de sus respectivos autores. 'Una mujer fantástica', encargada de inaugurar Horizontes Latinos, nos puede recordar demasiado en estructura y tono a la anterior película de su director, 'Gloria'. En cambio, Sebastián Lelio lo compensa con un mayor despliegue al crear set-pieces musicales capaces de romper con la narración, así como dejándose llevar por un sugerente diseño de producción de tintes almodovarianos, sin lugar a dudas idóneo para la historia que plantea.
Orlando muere. Probablemente era el único y gran amor de Marina (espléndida Daniela Vega), cuya condición de transexual es un doloroso tabú para la familia de quien fuera su pareja. En esta lucha hecha película por despedirse de su ser amado, así como por defender su nombre y sexualidad, Lelio escoge caminos contradictorios e incluso cuestionables. Cuando 'Una mujer fantástica' se convierte en un filme denuncia pierde toda sutileza y se vuelve insultantemente maniquea, llegando con las secuencias del médico y la del secuestro al asalto cruel e injustificado a la intimidad de su protagonista. Y por ende del espectador. En cambio, como cine de fantasmas es sorprendentemente misteriosa y consigue devolver a Marina su dignidad. Ambas películas juntas tienen problemas, pero por separado nos confirman la inquietud artística y el compromiso del cineasta chileno con su sociedad, a la que como al conjunto de Sudamérica, aún le queda mucho por avanzar en términos de tolerancia.
Ya tendremos tiempo para extendernos mejor sobre las bondades de 'Call Me By Your Name', que desde su estreno a comienzos de año en los festivales de Sundance y Berlín ha emprendido una trayectoria meteórica que promete acabar en la gala de los Óscar, pero pocas impresiones del primer amor adolescente se han acercado de forma tan frágil, apasionada y finalmente descorazonadora a ese sentimiento. En su quinto largometraje, el italiano Luca Guadagnino deja atrás el barroco ejercicio de estilo que nos lo descubriera en 'Yo soy el amor' para filmar con extraordinario naturalismo las idas y venidas de un verano (no de 1993, pero sí inequívocamente de los ochenta) en el que un adolescente establece una relación especial (o así la define su padre en una conversación de insólita intimidad) con un estudiante norteamericano invitado a su residencia familiar de la Riviera italiana. Lo que transmite la historia de amor entre Armie Hammer y Timothée Chalamet queda para el deleite del espectador y de un melocotón como invitado especial. Su hermoso trabajo con el paso del tiempo, las canciones de Sufjan Stevens y un desconsolador plano final hacen el resto.
Por último, y tras su estreno en Cannes, Tabakalera acogió con los brazos abiertos y el aforo completo la nueva película de Philippe Garrel, a cuya proyección asistió como otra espectadora más la simpar Agnès Varda, Premio Donostia de esta edición e historia viva del cine francés. Garrel también lo es, se lo ha ganado película tras película en base a reconstruírse a sí mismo y sus obsesiones desde un prisma cinematográfico de constantes muy determinadas, pero cada vez más luminosas y transparentes. Filmada en su ya habitual e intransferible blanco y negro, 'Amante por un día' cuenta con el atractivo de introducir a su hija Esther (también presente en 'Call Me By Your Name') dentro su universo cinematográfico. Da vida a la hija de un profesor universitario que tras una ruptura tortuosa con su primer amor decide mudarse junto a su padre y su pareja, una joven de prácticamente su misma edad. Al igual que en buena parte del cine de Garrel, el placer reside en la doble lectura del devenir de su escueta trama, al mismo tiempo dulce y dramática. Como si los personajes formaran parte sin saberlo de una gran danza sobre los sentimientos, la película es capaz de intercambiar roles con suavidad y de entregarse a la pasión con desenfreno, hasta finalmente asumir con todo su pesar las consecuencias del amor. Para entonces volverlo todo a repetir de nuevo. ¿Qué podemos hacer si no?