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¿OTRO CANÍBAL?

Festival de San Sebastián, Día 2: Javier Gutiérrez apunta a premio por 'El autor'

Javier Gutiérrez apunta a premio en San Sebastián por 'El autor', que tiene mucho en común con la flamante Palma de Oro en Cannes, 'The Square', dos películas sobre las consecuencias que el arte tiene en la vida.

Por Antonio Miguel Arenas Gamarra 24 de Septiembre 2017 | 17:49

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Entre los placeres de asistir a un festival de cine se encuentran las posibles lecturas que cobran varias películas cuando son programadas la misma jornada o en días sucesivos. Al final no se trata de acumular un extenuante número de visionados, sino de encontrar un sentido personal a la programación desde el que extraer nuevas relaciones que enriquezcan nuestro paso por San Sebastián más allá de ver algunos de los títulos más esperados del año. Y eso es difícil que no lo consiga un festival de la escala de San Sebastián, cuyas múltiples secciones atienden a públicos diversos e invitan a mantener un diálogo constante.

Ha sido el caso de dos títulos cuyo eje central reside precisamente en las consecuencias que el arte tiene en la vida. 'The Square' y 'El autor' parten de un planteamiento en el fondo similar, que no es otro que el de situar la creación y al creador en el primer plano de la existencia. Y eso no significa ni muchos menos apartar o dejar fuera la realidad, todo lo contrario, sino tratar de absorberla y resignificarla a través del ejercicio artístico, lo que torna su discurso mucho más complejo y termina convirtiendo a sus personajes en posibles víctimas de su propia obra.

Con 'El autor', Manuel Martín Cuenca adapta una novela escrita por Javier Cercas para entregarse a la indagación metalinguística, pero también con la intención de reflexionar sobre su profesión de cineasta, creador de imágenes que ante su ausencia recurre al uso de sombras chinescas para poder ser espectador de su propio relato. Un relato al que no podría dar forma y carecería de mirada sin la entrega de un Javier Gutiérrez que apunta desde ya a la Concha de Plata a mejor actor. Con su interpretación literalmente pone todo sobre la mesa, se desnuda física e intelectualmente para adentrarse en la psique de este escritor sin talento que deja a su mujer, su trabajo y se traslada a un apartamento donde en su afán creativo acabará transformado en otra persona.

Aunque puede parecer un giro brusco del director almeriense en su filmografía, orientándose a la comedia negra de carácter costumbrista, se trata de uno consecuente. Y es que no es difícil encontrar las razones por las que el director de 'La mitad de Óscar' y 'Caníbal' se ha alejado del formidable estilo contemplativo al que se había encaminado su obra de forma cada vez más intensa y rigurosa. El humor tiene mucha presencia, el estilo formal es más liviano pero sigue visible, y pese a que la película insiste al hablar de temas serios y esconde cierta retranca en su retrato de Sevilla, no deja de ser una cura de humildad para todo creador. Quizás la que él mismo necesitaba para poder continuar haciendo cine.

'El autor'

Hablamos de una adaptación profundamente literaria, en tanto que ahonda en conceptos como el arco narrativo y la construcción de personajes mediante los talleres de escritura que imparte un siempre genial Antonio de la Torre y la interacción del protagonista con el resto de sus vecinos, a los que trata como meros materiales de ficción, nombres que forman parte una enorme pizarra en la que, como mandan los cánones, trabaja la trama de su novela. Una solución a la que en cambio Martín Cuenca extrae sus posibilidades cinematográficas mediante el uso de planos detalle o imperceptibles movimientos de cámara obra de su director de fotografía, el talentoso Pau Esteve Birba, que no deja de filmar desprendiendo pánico a su ahora sí monstruoso protagonista, como si se tratara del de 'Caníbal'.

El arte tiene consecuencias

Y es que 'El autor' también es una película sobre el canibalismo, en este caso acerca de la posibilidad alimentarte de las vidas ajenas para construir una ficción. La cuestión a la que invita sostiene que jugar a ser un demiurgo tiene consecuencias, como las tiene presentar al público una obra de arte en 'The Square'. Ambos personajes, el escritor frustrado y el director artístico de un museo de arte contemporáneo de Estocolmo, se creen en control de la situación, en una atalaya desde la que manejar sus universos, pero irónicamente, cuanto más intentan apropiarse de la realidad, más se vuelve en su contra, cobra conciencia y les devuelve el golpe.

'The Square'

Antes de comenzar la sesión, Ruben Östlund explicó al público de Tabakalera (no en vano nos encontrábamos en otro centro relacionado con el arte) que la instalación artística The Square es real y que consiste en un cuadrado de confianza dentro del que aceptar los favores que nos pidan los demás. Para demostrarlo apagó su teléfono y lo dejó junto a su cartera en medio de la sala. Y ahí estuvieron durante toda la proyección, integrados a esa encadenación de performances que no deja de ser en el fondo 'The Square'. Pero si la realidad hubiera sido como la que muestra en su película, probablemente alguien se lo habría robado y ahora mismo estaría complicándole la vida.

Hacía tiempo que no nos encontrábamos ante una película premiada con la Palma de Oro en Cannes capaz de responder (o de preguntarse) cuestionas propias de nuestro tiempo con semejante trascendencia. Es lógico que la propuesta genere divisiones y sospechas por el cinismo que destila su puesta en escena y planteamiento. Hablamos de una sátira sobre el mundo del arte, pero especialmente sobre su relación con la sociedad, en la que nos expone a todos por igual a la miseria, el ridículo y la violencia, desde los sintecho a los altos ejecutivos. Pero lo hace con un propósito más noble del que parece, hasta el punto de que el primero al que deja en evidencia Östlund es a sí mismo, siguiendo paso a paso la caída moral y profesional de su protagonista, un egocéntrico y narcisista director artístico que comienza a ver fracturada su burbuja de clase presa de su arrogancia.

Con un sentido del humor que explota el absurdo y por el que puede recordar al cine de su compatriota Roy Andersson, la película encadena situaciones que cobran la forma de piezas artísticas en sí mismas, como por ejemplo la incómoda actuación del hombre-mono, donde los límites entre el arte y la realidad comienzan a ser cada vez más difusos. A sabiendas de que no podrá satisfacerlos, 'The Square' deja a juicio del espectador los dilemas éticos que plantea (reflejado a la perfección en la secuencia de la rueda de prensa), al mismo tiempo que abre interrogantes o sencillamente ridiculiza nuestra relación con el arte y la sociedad en tiempos virales. Demostrando, eso sí, la suficiente humanidad y profundidad de pensamiento para no ser calificada de mera provocación.