El Festival de Sevilla acogió ayer en primicia el estreno de '10.000 noches en ninguna parte', único título español a concurso en la sección oficial del certamen. Se trata del esperado regreso del malagueño Ramón Salazar, que debutó hace una década con 'Piedras'. Su nuevo trabajo es una obra de grandes ambiciones y dudosos resultados, para la cual ha contado de nuevo con un atractivo reparto que incluye a Lola Dueñas y Susi Sánchez, bastante más entonadas que Najwa Nimri o el protagonista Andrés Gertrúdix. Este último encarna a un treintañero desorientado, marcado por una intensa y destructiva relación con su madre (estupenda Susi Sánchez), que iniciará un doble viaje de evasión: uno real a un Berlín idílica e inconfundiblemente hypster y otro figurado a un París de postal naïf que representa el recuerdo ilusorio de lo no vivido.
La película tiene una prometedora fuerza en el arranque, pero se desinfla en cuanto las cartas se van poniendo boca arriba para desvelar que estamos ante una caprichosa y afectada celebración de esa intensidad 'hypsteriana' tan de moda en estos días. La supuesta angustia existencial que quiere transmitir '10.000 noches...' resulta tan pretendidamente trágica como epidérmica y por tanto falsa. Lo mismo sucede con ese manido recurso al valor redentor y terapéutico del viaje físico y emocional, cuyas ciudades de destino son retratadas aceptando su valor simbólico -un ilusorio París de ensueño y un Berlín paradigmático del indeseable postureo moderno que abraza el film en su fondo y forma- convertidas en meros escenarios inertes y tan artificiales como se sienten las emociones de los personajes que por ellas vagan y divagan.
Encontrará sin duda sus fans entre los seguidores de la cuenta Twitter @ifilosofía y los adictos al existencialismo de manual de autoayuda. Pero chocará con aquel espectador que busque profundidad real en el drama y una voluntad narrativa más allá del onanismo autoindulgente, que además evita cualquier conexión del relato y sus personajes con el contexto social (¡con la que está cayendo!), para envolverlos en un irritante universo de papel celofán, donde las lágrimas huelen a Chanel y los lamentos suenan como canciones de Lana del Rey. O lo que es peor, de Najwa Nimri.
Mejor, o al menos mucho más honesta, resulta la segunda película española presentada ayer, en este caso dentro de la sección 'Nuevas Olas'. Se trata de 'Los chicos del puerto', nuevo largometraje de Alberto Morais tras la premiada 'Las Olas'. La película apuesta por el minimalismo desde su punto de partida: el seguimiento de tres preadolescentes que callejean por el extrarradio de Valencia en busca del cementerio donde visitar la tumba de un hombre que acaba de fallecer. Su propuesta no tiene un gran alcance, pero logra hacer llegar al espectador perfectamente su mensaje, por medio de esa lograda sensación de desamparo que transmiten estos jóvenes vagando sin rumbo y sin la atención de ningún adulto, en medio de un entorno urbano gris que parece siempre a punto de tragárselos.
Ceguera y tensión postbélica
En la selección EFA, disfrutamos de la polaca 'Imagine', estimable comedia de regusto amargo sobre la ceguera, que amenaza en el comienzo con convertirse en el enésimo cuento buenista de superación, para a continuación transmutarse en un conglomerado genérico que por momentos se acerca casi al thriller, cuando hace planear sobre su carismático protagonista -un profesor invidente que ayuda a orientarse a jóvenes de su misma condición- la posibilidad de que sea un mero farsante. Su baile genérico, además de para jugar hábilmente con las expectativas del espectador, le sirve a su director Andrzej Jakimowski para desarrollar un ejercicio estilístico de lo más interesante (aprovechando un privilegiado escenario como la ciudad Lisboa) y también para desdoblar lo que aparenta ser inicialmente un producto convencional, hasta lograr extraerle una singularidad sorprendente. Narrada con ternura, gracia y sin un ápice de victimismo, 'Imagine' es toda una sorpresa.
Dentro de la misma sección se proyectaba la candidata serbia a los Oscar, premiada además en el pasado festival de Sundance. 'Circles' de Srdan Golubovic, un notable drama postbélico que tendría aún más fuerza si prescindiera de su premisa narrativa, que convierte determinados aspectos de sus historias cruzadas en algo innecesariamente confuso para el espectador, dentro un drama que tiene la suficiente fuerza para evitar jugar al despiste (o a la dosificación de información). A medio camino entre 'Incendios' y 'Babel', 'Circles' es una propuesta sólida, cruda a la vez que emotiva, que apuesta de forma valiente por el poder redentor del perdón como única manera de convivencia.