Los finales de películas más míticos del siglo XXI

Una película de comedia adolescente se convirtió en filme de terror, que pasó a ser una parodia del cine de terror, para acabar, sorpresa, siendo un relato del fin del mundo a manos de los dioses del averno. Drew Goddard sorprendió a todos con 'La cabaña en el bosque', una de las películas de terror más originales de los últimos años. En ella, cinco jóvenes van a pasar un fin de semana en una cabaña en un bosque, pero son presa de un grupo de científicos que los manda monstruos para matarlos. Lejos de ser esto puro entretenimiento (los científicos hacen una porra a ver cómo va a morir cada uno), al final se descubre que todo obedece a una petición de unos dioses que viven en el inframundo para no destruir la civilización. Pero la negativa de uno de los personajes a dar su vida a los dioses hace que estos titanes destruyan toda la vida en la tierra. Vamos, el típico fin de semana movidito que acaba con la exterminación mundial.

Que 'La red social' sea una de las mejores películas de David Fincher, nadie lo duda. El endiablado e inteligentísimo guión de Aaron Sorkin, la música de Trent Reznor y Atticus Ross, y el magnético montaje la convierten en una de las películas más perfectas de este siglo. Y, por ende, necesitaba el mejor final. En él, Mark Zuckerberg, después de haber repasado sus últimos años, haber visto cómo ha perdido a todos sus amigos por crear Facebook, tranquilamente, manda una solicitud de amistad en la red social a su exnovia, con la que empezó todo. De esta manera, se cierra el círculo que empezó en un bar, cuando cortaron su relación y Zuckerberg se fue a su habitación a emborracharse y a crear una red social. Y, ya de paso, se da una de las mejores frases finales en una película: "No es que seas imbécil, Mark, es que te esfuerzas demasiado en serlo".

El "crossover más ambicioso de la historia" tenía que terminar de la manera más épica posible, y cómo si no que matando a la mitad (!) de sus protagonistas, incluidos al carismático Spider-Man, Black Panther y los Guardianes de la Galaxia. El final de 'Vengadores: Infinity War' encogió el corazón de medio mundo que vieron cómo el mayor villano de la historia de Marvel se salía con la suya y se iba a su retiro a un planeta dios sabe dónde. Sin duda, un antes y un después en el cine de superhéroes, quizá uno de los más definitorios de la era en la que vivimos, en la que, por primera vez, los buenos no son los que ganan.

M. Night Shyamalan es el rey de los giros de guión: 'El sexto sentido' o 'El bosque' son sus ejemplos más claros. Pero donde nadie se esperaba que hubiera un giro de guión (¿no consiste precisamente en esto?) ahí lo metió Shyamalan. Al final de 'Múltiple', una película sobre un loco con diversas personalidades, su protagonista es detenido por la policía y llevado a un psiquiátrico. En un bar por la zona, unas personas se preguntan cómo se llamaba el otro famoso que se encontraba en ese psiquiátrico: "Señor Glass", responde de repente un Bruce Willis, que no es menos que el David Dunn de 'El protegido', la película de Shyamalan del 2000 en la que este personaje descubría que era un superhéroe. Ambos personajes compartieron pantalla dos años después en 'Glass (Cristal)', la culminación de esta saga por sorpresa que cerró el círculo 19 años después.

Después de sueños, sueños dentro de sueños, sueños húmedos y alguna que otra pesadilla, Christopher Nolan terminaba una de sus mayores películas de manera abierta. Cobb (Leonardo DiCaprio) vuelve a casa con su familia, pero ¿es un sueño? ¿Es la realidad? Las teorías se extendieron desde el minuto uno. Signifique lo que signifique el final, fue positivo para Cobb porque pudo reunirse con su familia, ya sea en la vida real o en el limbo. Pero da igual, él no se fija en lo que diga su tótem sobre dónde se encuentra, prefiere disfrutar de sus hijos ahora que por fin puede abrazarlos.

"Este sitio me hace preguntarme: ¿qué es mejor, vivir como un monstruo, o morir como un hombre bueno?". Con estas palabras cerraba Leonardo DiCaprio 'Shutter Island', en la que Martin Scorsese decidía mantener la condición mental del protagonista en el aire. Después de descubrir que todo el misterio que está investigando, en realidad es una terapia para curarlo de su obsesión con los detectives, al ver que no funciona, tienen que someterlo a una lobotomía para curarlo. Días antes de la operación, el personaje de DiCaprio habla con su compañero/doctor Chuck Aule (Mark Ruffalo) como si siguieran investigando la investigación, como si no hubiera asumido que es todo mentira. Pero es esa frase la que hace preguntarse: ¿se ha dado cuenta de todo, o fingirá hasta que le hagan la lobotomía y le hagan olvidar todo su sufrimiento?

Una noche de pasión de juventud, nueve años de separación y un encuentro fortuito. Es todo lo que necesita Richard Linklater para hacernos creer de nuevo en el amor. Nos da igual que Ethan Hawke y Julie Delpy no se hayan visto desde hace una década, que no pasaron juntos más de 24 horas o que cada uno esté intentando formar su propia familia, sabemos que la chispa está ahí. La pareja protagonista cambia ahora Viena por las calles de París (¿la ciudad del amor?) y durante hora y media habla, habla y habla sin parar. De todo y de nada. Al final, Hawke tiene que coger un avión a casa, con su familia. Delpy comienza a bailar 'Just in Time' de Nina Simone: "Cariño, vas a perder ese avión", le dice ella, seductora. "Ya lo sé", responde él. 'Antes del atardecer' no necesita más que esas dos frases para insinuarlo todo. Y ese todo es mucho.

Una historia de crimen, de amor, de venganza. 'El secreto de sus ojos', Oscar a la mejor película de habla no inglesa 2009, puso su punto y final con una última y sorprendente revelación: Isidoro Gómez, el asesino al que los protagonistas han sido incapaces de meter en prisión en toda la película, lleva 25 años encerrado por Ricardo Morales, el marido de una de sus víctimas. "Usted dijo perpetua", le dice Morales a un Ricardo Darín con la mirada helada. El policía, no puede sino dejarlo estar. Ricardo Morales se volvió loco cuando Gómez mató a su mujer y se obsesionó con capturar a su culpable. ¿Es justo lo que está haciendo, mantener a una persona en condiciones deplorables hasta que se muera de viejo? Que cada uno ya decida.

Tres películas, veinte años. Varias generaciones han crecido a la vez que Andy y sienten que Woody, Buzz y compañía son parte de sí mismos. ¿Qué mejor manera de cerrar una trilogía ya de por sí perfecta que que un Andy ya adulto entregue a sus mejores amigos a una nueva (y adorable) niña? "Gracias, chicos", les dice Andy una vez se aleja con el coche. "Hasta siempre, compañero". Pixar lo volvió a hacer, volvió a hacer llorar a niños y adultos por igual. Hay tanta pasión, tanto amor y tanta ternura en cada plano de ese final de 'Toy Story 3' que nadie con una pizca de sentimientos podrá evitar soltar una lagrimita.

La historia de amor platónica entre dos almas perdidas. La vida de los personajes de Scarlett Johansson y Bill Murray no puede estar mejor representada por el lugar en el que se encuentran, la inabarcable Tokyo. El uno no está contento ni con su matrimonio, ni con su trabajo, ni con su vida, la otra no está a gusto con su marido y no sabe cómo conducir el futuro. Ambos necesitan a otra persona que les escuche. Después de pasar unos días juntos se encuentran por última vez en medio de la calle, él le dice algo al oído de ella, se besan y se despiden definitivamente. ¿Qué le dice al oído? ¿Es una declaración de amor, que la va a echar mucho de menos, que sea feliz? Nadie lo sabe y nadie nunca lo sabrá. Ni siquiera su directora, Sofia Coppola, que permitió que ambos actores improvisaran. Por lo tanto, hasta que Murray y Johansson no suelten prenda, uno de los mayores misterios del cine reciente seguirá en el aire. Una manera perfecta de terminar una película tan verdadera.

Quizá el final que peor sienta en la historia del cine. Los cinco protagonistas de esta adaptación de la novela de Stephen King navegan por la niebla hasta que pierden la esperanza de salir de ella, por lo que cogen una pistola, pero descubren que sólo tienen cuatro balas. "Ya me las arreglaré", dice David. Después de matar, con su consentimiento a los otros cuatro, incluido a su hijo, justo después, aparece un tanque del ejército y desaparece la niebla. El peligro ya ha desaparecido. ¿Quién no ha sentido lástima por ese hombre que ahora va a tener que vivir en un mundo en el que ha tenido que matar a su hijo a pocos segundos de poder haberle salvado la vida?

Después de conseguir una katana, matar a 88 integrantes de la yakuza, matar a la joven pero asesina Gogo y quitar la vida (y la cabeza) a una de sus archi-enemigas, O-Ren, La Novia (Uma Thurman) coge un avión para continuar con su lista de asesinatos. Pero, antes de adentrarnos en el segundo volumen de la saga, Bill (David Carradine), al que todavía no hemos visto la cara, le pregunta a Sofie, una de las seguidoras de O-Ren, si sabe que la protagonista que su hija sigue viva. Quentin Tarantino terminó así la primera mitad de sus ya clásicas 'Kill Bill', con un cliffhanger que no hace más que dejar la película en alto e introducir su desenlace de manera sencilla, pero totalmente efectiva.

'Réquiem por un sueño' no está hecha para ser vista en un mal día. Los cuatro personajes acaban al final de la película en la peor posición en la que se podrían encontrar: Sara (Ellen Burstyn) acaba en estado vegetativo después de ser sometida a terapia de electroshock; a Harry (Jared Leto) le amputan el brazo; Marion (Jennifer Connelly) vuelve a las drogas después de un espectáculo sexual denigrante; y Tyrone (Marlon Wayans) es internado en una prisión racista y condenado a trabajos forzados; todo en una de las escenas más opresivas, más locas, con un montaje más intenso de la historia del cine. Sin embargo, Darren Aronofsky reserva el plano final de cada uno a mostrarlos tumbados en posición fetal, y a las imaginaciones de Sarah como ganadora de un concurso televisivo y a Harry como un hombre con la vida resuelta. Quizá, visto el mundo real de drogas y sufrimiento que nos muestra Aronofsky, la única esperanza que nos quede es la de nuestras propias fantasías.

¿Quién le iba a decir a un joven obsesionado con el terror y el gore como James Wan que su locura de película iba a inaugurar una de las sagas de terror más exitosas del cine moderno? 'Saw' se propuso, y consiguió, remover conciencias y las tripas de unos espectadores que fueron al cine a ver sangre, muerte, desmembramientos y seres humanos en el límite de sus posibilidades. En el final, en un plot twist en toda regla, se descubre que el que parecía el villano en todo momento, no era más que una víctima de un villano aún mayor, que se encuentra escondido en la habitación de los protagonistas como si fuera un cadáver. En el momento en el que el ahora mítico John Kramer (Jigsaw) se desvela como el villano, el protagonista escucha una grabación en la que le explica por qué merece morir. Kramer sale de la habitación, cierra la puerta y dice: "Game over".