Dirigida por Stephen Sommers y protagonizada por Dennis Quaid, Channing Tatum, David Murray, Arnold Vosloo, Ray Park, Marlon Wayans, Joseph Gordon-Levitt, Rachel Nichols, Sienna Miller, Adewale Akinnuoye-Agbaje, Said Taghmaoui y Byung-hun Lee, 'G.I.JOE' llega este fin de semana a nuestras carteleras.
La historia de 'G.I.JOE' estará ubicada en Bruselas, sede oficial del grupo, una alianza internacional de soldados profesionales que trata de acabar con los malvados planes de Cobra, una agrupación terorista y criminal que prentende hacerse con el poder mundial.
Entretetenimiento por saturación
Cuando Spielberg y Lucas crearon a finales de los setenta lo que hoy día conocemos como blockbuster, poco podían imaginar -o sí- hacia qué derroteros se dirigiría esta concepción cinematográfica enfocada al consumo de masas. Que nadie me malienterprete, un servidor adora los blockbusters cuando éstos están bien realizados, pero con la aparición del CGI parece haberse creado una suerte de lucha de poderes entre los efectos especiales y la creatividad, donde los primeros llevan ya bastante tiempo ocupando el espacio vital de la segunda. Por ello, hoy nos encontramos con gran cantidad de productos en los que la premisa básica es, por decirlo de algún modo, rizar el rizo, donde el abuso de efectos especiales flirtea cada vez con más descaro con el insulto a la inteligencia del espectador.
Por su parte, Stephen Sommers se había distiguido por ser un cineasta que, pese a su innegable filia blockbusteriana ('La momia', 'Van Helsing'), parecía haber hallado una equidistancia entre ambos términos que, por desgracia, en 'G.I.Joe' ha desaparecido casi por completo.
Ya desde un buen comienzo, el director de 'La momia' nos deja bien claras las premisas de su nueva propuesta: guión nulo, actores de revista que apenas sí saben vocalizar las pocas frases que deben recitar, y efectos especiales a cascoporro. En teoría, no podríamos pedir nada más, pero en la práctica nos encontramos con un desaguisado en el que el más difícil todavía no funciona en casi ningún momento -a excepción de la acción transcurrida por la calles parisinas, sin duda, lo mejor del film-, llevando al espectador a la saturación y, por ende, al tedio. Y es que en 'G.I.Joe' más de la mitad de sus secuencias son absolutamente gratuitas, recargadas hasta el límite de dudar si estamos viendo una película o la introducción de un juego de consola, y no precisamente de última generación.
Por si ello fuera poco, Sommers nos brinda una serie de infumables flashbacks en los pretende ahondar en el trasfondo de su nulo entramado, descubriéndonos que la ancestral lucha entre el Bien y el Mal, el paradigma de la esencia humana, nace de superfluos odios infantiles y lamentables rupturas de pareja, por lo que 'G.I.Joe' resulta ser un producto tan sólo recomendable a los seguidores acérrimos del Michael Bay más desmelenado, o lo que es lo mismo, para aquellos que quieran dejarse impresionar por el artificioso envoltorio que Sommers nos ofrece.