Si hablamos de grandes nombres del cine norteamericano independiente actual, es obligatorio mencionar a David Gordon Green. El cineasta nacido en Arkansas debutó con una de las películas más aclamadas del indie USA reciente, 'George Washington', a la que le siguieron una serie de títulos (entre ellos la "semilla" de '500 días juntos', 'All the real girls') que auguraron el nacimiento de un nuevo autor en la cinematografía norteamericana. Después de dedicarle unos años (y varias películas) de su carrera a la llamada "nueva comedia americana", volvió a sus orígenes con 'Prince Avalanche' justo el mismo año que realizó 'Joe', un filme de corte independiente pero al servicio de una estrella hollywoodiense como Nicolas Cage.
Ese hecho es, precisamente, el principal problema de que 'Manglehorn', su último filme presentado ayer en la Mostra, haya supuesto un gran obstáculo en su vuelta a la primera fila del cine indie norteamericano actual. 'Manglehorn' es un vehículo al servicio de su estrella, un Al Pacino que interpreta a un cerrajero estancado en un pasado (materializado en la chica a la que amaba) incapaz de recuperar. Esta entrega total no supondría nada malo si no fuera porque Al Pacino se pierde entre una interminable maraña de monólogos, interpreta al mismo papel que lleva interpretando desde 'Tipos legales' (2012) y, sobre todo, porque rompe con esa especial magia poseían los mejores trabajos del cineasta. Esa magia que emanaba del cariño con el que trataba a sus personajes y de esas súbitas fugas líricas que le llevaron a ser comparado con Terrence Malick. 'Manglehorn' es un Gordon Green irreconocible. Apocado y excesivamente melodramático, la caricia a su personaje principal ya no va acompañada de afecto, sino de compasión, y es triste ver que ello viene representado mediante una fatigante sucesión de sobreimpresiones y voces en off que convierten a la película en uno de los títulos más flojos de su filmografía.
Similares sensaciones son las que desprende 'The cut', el nuevo trabajo del cineasta alemán Fatih Akin. Sin poder calificarla como estrepitoso fracaso, las múltiples reacciones que ha producido la cinta entre la crítica no es que sean muy favorables. Para definirla utilizando un símil, 'The cut' es a Akin lo que 'Australia' fue a Baz Luhrmann, es decir, su película más ambiciosa y personal. Ambiciosa en cuanto a presupuesto y, personal, por ser una exploración de sus raíces históricas. Si Luhrmann habló sobre los orígenes aborígenes del continente australiano donde nació, Akin, de raíces turcas, habla del genocidio armenio de 1915 que tuvo lugar en el Imperio otomano en el que se deportaron forzosamente y exterminaron a un millón y medio de civiles armenios. 'The cut' es la historia de uno de esos civiles contada en 138 minutos y narrada a modo de un "grandes relatos" cargado de un cierto tono naíf que contrasta bruscamente con un tremendismo facilón que no le hace ningún favor a la historia.
El gran problema radica en que da la sensación de que, como a Luhrmann también le ocurrió, lo que intenta contar le viene grande. No significa que Akin no sea capaz de contar un relato de una importancia tan capital en la Historia como es el genocidio armenio, sino que la medida que le tenía cogida a cintas como la sencilla y entrañable 'Soul Kitchen' o la íntima y melodramática 'Contra la pared', parece no ser la misma que a una temática de esta dimensión. La increíble ambientación, decorados y localizaciones junto a un inusitado homenaje a 'Cinema paradiso' con Chaplin de por medio son lo mejor de la cinta.
Un western con Viggo Mortensen
En la misma línea temática aunque con conflictos, lugares y género cinematográfico distintos, la francesa 'Loin des hommes', libre adaptación de una corta novela de Albert Camus, también se trata de una road movie situada en la Argelia de 1954 en plena guerra religiosa. Interpretada por Viggo Mortensen hablando en francés, árabe y español con acento andaluz y con cameo de Ángela Molina, 'Loin des hommes' cuenta la historia de un profesor de francés recluido en mitad de la nada que deberá escoltar a un hombre acusado de asesinar a su primo cruzando el grandioso desierto que separa el lugar en donde se encuentran de Tinguit, el pueblo donde debe ser entregado el acusado. Siguiendo los códigos del western, la película reflexiona sobre temas como el existencialismo, el conflicto religioso de Algeria y el debate entre el Deber y la Justicia sin grandes florituras narrativas ni visuales, lo que la convierten en una cinta correcta que no acaba de explotar todos los elementos de los que dispone, entre ellos, un inmenso Viggo Mortensen que no hay papel (ni idioma) que se le resista.