'Tribus de la Inquisición' va de contrastes, que se escapan a la propia compresión. Va de intentar entender lo que está pasando en Santa Cruz, La Paz o zonas rurales de Bolivia, en México o Venezuela, lo que sucede en Latinoamérica al amparo de la llamada justicia comunitaria. Va de ser testigos de las antorchas humanas que arrastran los linchamientos públicos que, en pleno siglo XXI, tienen lugar en Bolivia. Va de hacerse preguntas: ¿cómo es posible que esto suceda y a nuestros oídos no haya llegado absolutamente nada? ¿Cómo pueden producirse, cuando la Inquisición suena ya a rancio, linchamientos incitados por un pueblo de miradas expectantes y amparados en el supuesto robo de un camión, una motocicleta o un móvil, sin juicios de por medio?
Con la documentalista Mabel Lozano intentamos entenderlo. Tras curtirse en temas de género y de denuncia contra la trata de mujeres, la directora se alió con Roberto Navia, periodista boliviano de El deber, para dirigir un cortometraje basado en su laureada crónica 'Tribus de la Inquisición', que recibió el Premio Rey de España a Mejor reportaje en 2015. "Ahí cerramos un acuerdo de hermandad y amistad", cuenta Lozano sobre los inicios del proyecto, cuando Navia le entrevistó por su trabajo 'Chicas nuevas 24 horas' y le relató la crónica que había escrito sobre el linchamiento de los Ángel Antezana. Ahora, después de visitar a esa familia "desnuda de derechos", se juegan el Goya a Mejor cortometraje documental.
Hay que viajar hasta el 2013 para reconstruir el día de autos, ese 1 de junio en el que, en la plaza de Ivirgarzama, se prendió fuego a seis hombres vivos que estaban maniatados y con la cabeza tapada frente de una muchedumbre que clamaba en nombre del ojo por ojo, disfrazado de Justicia. Hay que ponerse en antecedentes, los propios de un lugar "donde la vida no vale nada", no se cree ni un ápice en la Justicia ordinaria y se tiene constancia de que las autoridades competentes no hacen nada y que es, al formar parte de la zona del Chapare, "el epicentro del narcotráfico en Bolivia" debido al cultivo de la hoja de coca. Y aun así, cuesta imaginarse la barbarie. El crimen para merecer tal auto de fe era el robo de un camión Nissan Cóndor, que los autores niegan haber cometido.
Cuenta Roberto Navia en su crónica que a los linchados aquel día, menos a Roberto, les pararon de camino a su jornada de pesca dos hombres ataviados con uniforme policial. Bajaron del vehículo y aparecieron en escena 20 personas con palos y piedras, a la par que los uniformados desaparecían y el grupo armado les acusaba del robo. Fue entonces cuando les encapucharon y maniataron. Melquiades padre y su esposa Isabel se pusieron en camino, junto a su hijo Roberto, después de recibir una llamada de Álvaro, uno de los hijos que engrosaba las filas de los retenidos. Lo hacían sin saber que a medio camino los detendrían para cercar a Roberto y acusarle de ser el líder del robo.
La crónica de Navia sigue la cronología de aquel día infernal para la familia Ángel Antezana; el documental muestra en imágenes el linchamiento y la quema de los acusados, además del testimonio, para siempre penitente, de los patriarcas y demás familiares. "Esas imágenes todavía me persiguen", explica Mabel Lozano. "El dolor de Isabel yo lo entendía como madre. Esa impotencia de no poder hacer nada y escuchar los gritos de tus hijos, a los que están quemando vivos y oler su cuerpo... Es acojonante". Recuerda la directora de 'Tribus de la Inquisición' cómo a Isabel le rodaba por las mejillas un torrente imparable de lágrimas, como un dibujo animado de rostro inamovible, al recordar lo sucedido aquel día: "Ella me decía: 'Mabel, no comíamos. No comía nada. Tenía que mandar dinero para que a mi hijo le dieran medicinas, para que al otro no le pegaran en la cárcel'. Tuvieron que esperar hasta que todo el mundo se fue para improvisar una camilla con dos bolsas de basura donde montaron a ese hijo que moría cinco minutos después".
¿No hay nadie que se interponga activamente contra los linchamientos públicos cuando tienen lugar? Lo cierto es, explica Lozano, que impera la ley del silencio y que incluso la policía "se mezcla entre la multitud de paisanos y cuando termina todo, ven qué ha pasado", no intervienen por si "algún vecino lo ve y luego les pasa algo a ellos". "No es solo que quemen a tus hijos, es que después envenenan a tus peces para amenazarte de que debes guardar silencio. Ahí no habla nadie", añade la documentalista al respecto de las represalias que sufrieron después los Ángel Antezana.
Conocemos gracias a ella que los asesinatos y la impunidad en virtud de la justicia comunitaria, una manera de restablecer el orden social que se les dio, en un principio, a las tribus indígenas para que quien hubiese cometido una infracción lo restableciese con trabajos para la comunidad, están a la orden del día en Bolivia y otros países latinoamericanos. "Cuando llegas al Aeropuerto Internacional El Alto, en la Paz, te encuentras en una farola a dos muñecos colgados por el cuello, que advierten de que si robas, te van a colgar. (...) Es algo que está normalizado por desgracia. Ocurre más en zonas rurales y aparcadas de la capital por una única razón: hay menos presencia de Estado, menos policía, fiscalía, jueces...", relata Lozano sobre el segundo país del mundo, por detrás de Guatemala, con más linchamientos a manos de civiles.
La onda expansiva de ese pacto de silencio no deja de provocar un mutis internacional, un vacío de acciones, tanto dentro como fuera del país, para acabar con tales atrocidades. El fiscal departamental de Cochabamba, Victor Hugo Cuéllar Mima, no quería hablar por nada del mundo de linchamientos, mientras que el ex fiscal de Ivirgarzama, Marcos Vidal, tuvo que encajar los reproches de la familia Ángel Antezana en la comida recogida en 'Tribus de la Inquisición' por no haber hecho nada el día del linchamiento.
"Fuimos muy pesados e insistentes", cuenta Mabel Lozano sobre cómo convencieron a algunos testimonios que no querían hablar de lo que sucede en Bolivia. Sin embargo, esa misma cabezonería no sirvió para encontrar un testimonio, para la directora, muy importante: el de los verdugos. "Quise buscar una persona que dijera que estaba de acuerdo con la justicia comunitaria y con los linchamientos para que no hubiera ladrones. Nadie, nadie, nadie quería contar eso, lo más parecido que encontré fue el médico del pueblo", que dice en el documental no haber hecho nada ante el linchamiento ya que es algo que pasa prácticamente todos los días.
Resurgir de la ceniza
A fin de cuentas, 'Tribus de la Inquisición' también va de un miedo irrefrenable, que paraliza, y que el equipo del documental sintió sobre todo cuando grabaron en el cementerio donde permanece enterrado Roberto Ángel Antezana: "Fue medio pueblo a enterarse de qué es lo que estábamos haciendo. Y te hablo del medio pueblo que quema viva a la gente, no es un pueblo normal".
Para ser justos en una tierra donde escasea la Justicia, la historia en la que se mueve este documental trae sobre todo al espectador coraje, el de una familia estoica que quiere que no se entierre en el olvido el linchamiento de sus hijos. "Ese momento me persigue pero también me da fuerza. Por Isabel, he trabajado mucho para dar visibilidad a este documental", sentencia Lozano. "Tenía muchísimo miedo a que les pudiera pasar algo. Por eso, trabajamos mucho para dar notoriedad a la familia, les nombramos y ponemos sus fotos porque al darles notoriedad no es tan fácil que les hagan algo.".
Con Roberto Navia escribiendo el libro de Tribus de la Inquisición, se cierra el círculo. El de una tierra en la que cada día desaparecen personas, en la que descuartizan vivo al hijo de tu vecino por sustraer, en teoría, un ladrillo de coca, en la que la sangre y el humo no dejan de ser protagonistas en la plaza del pueblo. "Yo nunca hago pornografía del sufrimiento. Es la primera vez que he puesto imágenes tan duras porque tenía clarísimo que esto no se lo iba a creer nadie", explica Mabel Lozano ante la muestra de instantáneas que documentan numerosos linchamientos en el cortometraje. "En mi caso creo que ha sido un poco obligado por la barbarie tan desconocida. Nadie puede pensar que un ser humano prenda fuego a otro mientras un pueblo de 2.000 habitantes come palomitas".