Steve Jobs era una persona que dejaba pocas cosas al azar. Por eso no es de extrañar que cuando Pixar se trasladó en el año 2000 a unas nuevas oficinas, el por entonces dueño del estudio de animación se encargó personalmente de su diseño, desde los baños hasta el gimnasio, todo con la idea de crear un espacio que beneficiara el trabajo en equipo y posibilitara el relax de los empleados. Lo que Jobs no diseñó fue un cuarto, destinado en principio al mantenimiento de la ventilación del edificio, pero que finalmente se convirtió en una habitación secreta a la que acudían no solo los empleados, sino el propio Jobs y John Lasseter e incluso estrellas de rock, actores y deportistas.
La idea fue del animador Andrew Gordon, que cuando llegó a su nueva oficina descubrió una pequeña puerta que comunicaba con ese cuarto a través de un conducto de ventilación. Una vez descubierto, instaló luces de navidad, alfombras de piel falsa, un sofá, lámparas de lava, estanterías y un bar. Un día, el director Andrew Stanton acudió a la oficina de Gordon para discutir detalles sobre la película que en ese momento estaba preparando Pixar, 'Buscando a Nemo' y lo descubrió en su habitación clandestina.
"Pensé que me iba a despedir o que me metería en un gran problema, pero Stanton dijo 'Oh, ¡qué guay!'. A partir de entonces volvió a aparecer por allí acompañado por John Lasseter, al que por supuesto le encantó el sitio. Y entonces empezó a venir gente famosa, grandes estrellas de Hollywood, músicos famosos, fotógrafos conocidos mundialmente, estrellas del deporte, directores, animadores legendarios... Todos querían venir a tomar una copa. Yo podía estar trabajando y entonces llegaban Steve Jobs y John Lasseter y tenía que ejercer de anfitrión".
The Love Lounge
Pronto, el lugar fue conocido como El Salón del Amor y aunque Jobs no bebía alcohol, acudía en numerosas ocasiones. Él le puso al cuarto su propio nombre, La Habitación la Meditación. En la biografía de Walter Isaacson sobre el genio de Apple, Jobs describe El Salón del Amor como un lugar que le recordaba a la habitación que compartió con Daniel Kottke en la universidad de artes de Reed, "pero sin el ácido".