De 'Lo que la verdad esconde' a 'Blade Runner 2049': Harrison Ford en el siglo XXI, de peor a mejor

Considerada de forma prácticamente unánime como uno de los trabajos más desatinados de la extensa trayectoria de Harrison Ford, 'Hollywood: Departamento de homicidios' fallaba en algo tan esencial como la química entre sus dos cabezas de cartel. Principalmente porque, tanto en el fondo como en la forma, estamos ante una propuesta que se mira en el espejo de las 'buddy movies' más características para tratar, sin éxito, de repetir sus mejores logros. Sin embargo, volvemos al principio, la nula conexión establecida entre Ford y un desorientado Josh Hartnett, imposibilita por completo cualquier cosa parecida al triunfo. Una película mediocre tanto en su vertiente de historia policial como en sus intentos de comedia de acción.

Los amantes del western valoramos profundamente la intención de cada director que decide enfrentarse al género desde el respeto y la admiración, no es algo sencillo y por eso cuentan con nuestro aplauso desde el primer momento. Hasta que veamos el resultado final, claro. Y es que, por ejemplo, no dudamos ni un segundo de la ambición de Jon Favreau de convertir 'Cowboys & Aliens' en una carta de amor y devoción cristiana al cine más reconocible de gigantes de la talla de John Ford o Howard Hawks, pero el problema reside en que el fondo no acompañaba en ningún momento a la forma escogida.

Demasiada solemnidad, demasiada sobriedad, demasiado clasicismo. 'Cowboys & Aliens' se toma tan en serio a sí misma que no se deja respirar, llegando a su clímax final de acción futurista sin una pizca de oxígeno. A esas altura, el espectador ya ha desconectado a base de bostezos. Una oportunidad perdida que la taquilla recibió con una frialdad absoluta y cuyo recuerdo está relacionado directamente con la indiferencia. Probablemente ni Harrison Ford se acuerda de haber participado en ella. Y con razón.

'Medidas extraordinarias' es exactamente la película que estás imaginando. De inicio a fin. Melodrama bienintencionado con las dosis justas de tragedia y humor que se mantiene a flote gracias a un Harrison Ford realmente comprometido con la historia, derrochando todo el carisma que le falta a su compañera de reparto, un Brendan Fraser al que el papel le queda demasiado grande. Son los hombros del veterano intérprete los que sostienen el peso de una película que, pese a estar narrada con buen gusto, no termina dejando la huella que merecía su historia.

En principio, todos los elementos necesarios para que 'K-19: The Widowmaker' rindiera a un altísimo nivel estaban ahí, presentes y radiantes. Una directora de prestigio, la siempre interesante Kathryn Bigelow, un reparto de primerísimo nivel con Harrison Ford y Liam Neeson a la cabeza y una historia basada en hechos reales llena de intriga, dramatismo y acción. Sin embargo, la duración claramente desmedida de la cinta, la incapacidad de despertar algo parecido a la emoción en el espectador y, sobre todo, las tremendas caídas de ritmo que sufre durante su tramo central, provocados por una reiteración de situaciones desesperante, terminan acercando a 'K-19: The Widowmaker' al puerto de la decepción. Tocada y hundida por aburrimiento.

Con 'El poder del dinero', traducción lamentable del título original ('Paranoia'), Harrison Ford volvía al thriller más rutinario, previsible y holgazán. ¿Estamos ante una mala película? No, se ve, disfruta y olvida con la misma facilidad. ¿Estamos ante uno de los grandes trabajos del actor? En absoluto. Y es que, más allá de unos Liam Hemsworth y Amber Heard carentes de cualquier tipo de carisma o personalidad, todas las esperanzas de la película quedan depositadas en el talento de Ford y Gary Oldman, quienes, por desgracia, parecen estar pensando en el cheque mucho más que en la historia que están contando. En definitiva, una intriga de manual con unas interpretaciones desganadas y un acabado formal peligrosamente cercano a la fórmula televisiva más rancia.

Después de una primera entrega simpática y una secuela mucho mejor de lo esperado, la saga de 'Los mercenarios' llegaba a su tercera entrega con la decisión de desnivelar la balanza a favor de la victoria. Por desgracia, el resultado final se situó mucho más cerca de la rutina que del entusiasmo. Perdido el factor sorpresa, la nostalgia de los reencuentros ilustres y las carcajadas, solamente quedaba ruido y furia. Eso sí, siempre es un placer ver a gigantes como Harrison Ford, Mel Gibson, Antonio Banderas, Dolph Lundgren, Arnold Schwarzenegger o Sylvester Stallone, entre muchos otros, pasárselo tan bien. Lástima que el resto de los invitados no pudiéramos brindar con tanto entusiasmo.

Tras el severo traspiés que sufrió con la desastrosa 'Hollywood: Departamento de homicidios', Harrison Ford regresó con 'Firewall', uno de esos thrillers repletos de lugares comunes, rutas cien veces transitadas con anterioridad, personajes estereotipados hasta el infinito y, aquí llegan las buenas noticias, un ritmo tan endiablado que hace que el aburrimiento brille por su ausencia. No hay nada nuevo bajo el sol de la propuesta firmada por Richard Loncraine, pero uno no siente la necesidad en ningún momento de mirar el reloj, disfrutando de manera más que considerable con esta intriga que encuentra en los enfrentamientos interpretativos entre Ford y Paul Bettany la mejor de sus virtudes.

Dos años después de firmar la espléndida y (muy) reivindicable 'Celeste & Jesse Forever', Lee Toland Krieger regresaba a la dirección con 'El secreto de Adaline', una historia de amor con sorprendentes toques fantásticos que depositaba toda su fe y esperanza en una Blake Lively que volvía a ponerse delante de la cámara tres años después del final de 'Gossip Girl'. Decisión acertada.

Y es que, más allá del tibio resultado final de una película que no despertaba la pasión necesaria, lo que queda es una presencia magnética, una mirada brillante y una interpretación más que notable. Lively es el núcleo de 'El secreto de Adaline'. Y su mejor argumento. Por su parte, Harrison Ford no puede hacer otra cosa que, claro, quedarse hipnotizado a su paso, entregando así una interpretación tan funcional como perezosa.

'El juego de Ender' cuenta con suficientes aciertos como para machacarla por sus (evidentes) defectos. Y es que, pese a caer en los tópicos generales de este tipo de trabajos de ciencia ficción adolescente, con sus dosis de romanticismo metido con calzador incluido, la película se las arregla para terminar cayendo de pie.

Apoyada en reflexiones tan interesantes como las que propone acerca de la creación de un líder, la fina línea que separa la autoridad de la dictadura, la pérdida de la inocencia y, finalmente, el poder de la paz en tiempos de guerra, la cinta combina con acierto el análisis (semi)profundo con la espectacularidad que se le presupone. Comandada, nunca mejor dicho, por un estupendo Asa Butterfield capaz de merendarse a unos desganados Harrison Ford y Ben Kingsley sin apenas esfuerzo, 'El juego de Ender' no emociona, no deja poso, pero propone un entretenido hundir la flota espacial que, sorpresa, invita al debate posterior a las palomitas.

'42', película centrada en la historia real del legendario jugador negro de béisbol Jackie Robinson, es uno de esos dramas deportivos que funcionan desde el piloto automático, la ausencia total de grandes pretensiones y un acabado formal anclado en el clasicismo del Hollywood más característico. Mejor en sus escenas sobre el terreno de juego que en sus instantes más íntimos, '42' no alcanza el nivel de las grandes referentes del género, ni mucho menos, pero convence con una sencillez y humildad realmente admirables. Una victoria apoyada también en las magníficas interpretaciones de Chadwick Boseman y Harrison Ford, dupla que aprovecha al máximo cada uno de sus momentos juntos en pantalla.

Llegamos a una de las cintas más infravaloradas de la última etapa profesional de Harrison Ford: 'Morning Glory'. Dirigida por Roger Michell ('Notting Hill'), esta espléndida comedia romántica ambientada en el mundo de la televisión se sirve de un reparto en perfecto estado de forma donde el tridente formado por el actor, Rachel McAdams y Diane Keaton, trío de ases, demuestran estar pasándoselo en grande durante todas y cada una de las escenas, para completar un notable entretenimiento lleno de encanto y risas cómplices. ¿Buscas pasar un buen rato? Aquí tienes una apuesta de éxito asegurado.

La película con la que Harrison Ford recibió al siglo XXI fue toda una sorpresa, especialmente teniendo en cuenta los últimos compases que había seguido su carrera en la década de los 90. Y es que, a priori, lo último que podíamos esperar del actor era que, a esas alturas, se atreviera a probar suerte en el género del terror más comercial y palomitero. Sin embargo, 'Lo que la verdad esconde', propuesta que también supuso todo un reto para el imprevisible e inquieto Robert Zemeckis, terminaba funcionando bastante bien en su condición de pasatiempo de sobresaltos y giros imposibles, confirmando así una cinta en la que la química entre Ford y la (siempre) maravillosa Michelle Pfeiffer suponía la guinda perfecta. Un entretenimiento más que digno.

Tras dos películas de fuerte carga dramática, 'La guerra de los mundos' y, sobre todo, 'Munich', ambas magníficas, Steven Spielberg decidió que era el momento idóneo de regresar a otro de sus géneros predilectos, la aventura, de la manera más sorprendente (y celebrada) posible: de la mano de Indiana Jones. Esta cuarta entrega de la saga protagonizada por Harrison Ford trajo, primero, expectación absoluta cuando se anunció, segundo, nerviosismo total los días previos a su estreno y, tercero, polémica salvaje entre los que la amaban, pocos, y los que la entendieron como poco menos que un insulto a la memoria cinematográfica de varias generaciones.

Y, de acuerdo, 'Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal' quedaba lejos de los logros de sus impecables predecesoras, pero cumplía a la perfección como entretenimiento nostálgico y reencuentro con algunos de nuestros personajes favoritos de la historia del cine. ¿Su mayor problema? Un desenlace algo precipitado y un Shia LaBeouf que, desde luego, no funcionaba en ninguno de los sentidos. Con todo, ni infierno ni catástrofe, ni naufragio ni desastre, Indy no estaba en su mejor estado de forma, pero, maldita sea, es imposible aburrirse con 'Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal'.

Ahora que esta nueva trilogía galáctica ha quedado bastante tocada con la polarizante 'Star Wars: El Ascenso de Skywalker', conviene recordar que en su primer capítulo había emoción, risas, lágrimas, acción trepidante y perfección técnica. 'Star Wars: Episodio VII - El despertar de la Fuerza' era una atracción cinematográfica en la que el fan de toda la vida sentía que había regresado a casa y las nuevas generaciones encontraban más de una decena de excusas para interesarse por el legado de la saga.

Estamos ante un auténtico espectáculo en el que la nostalgia y el respeto de los recién llegados se complementaban a la perfección con la inmensa pasión con la que se han enfrentado al reto. Un excelente inicio en el que todo volvía a su lugar para terminar siendo algo distinto y apasionante, aprovechando además un reparto entregado al máximo en el que destacaba un impecable Harrison Ford. Su legendario Han Solo condensaba todas las virtudes de una película consciente de su importancia cultural, que se divertía jugando con su mitología mientras volvía a la ruta conocida, eso sí, sobrevolando las expectativas con la firmeza de un ave fénix.

El reto al que se enfrentaba Denis Villeneuve, uno de los directores más excepcionales de la última década y autor de una de las mejores películas de lo que llevamos de siglo ('La llegada'), se antojaba tan temerario como imposible de saldar con éxito. Los talones de 'Blade Runner' imponen lo suficiente como para definir el planteamiento de realizar una secuela como algo similar a una misión suicida. Sin embargo, Villeneuve, acompañado en la aventura por la mejor versión posible de Ryan Gosling y Harrison Ford, obra el milagro y entrega uno de los espectáculos visuales y narrativos más apabullantes de los últimos tiempos.

Cada plano, sin excepción, de 'Blade Runner 2049' demuestra una inteligencia, una elegancia, un saber hacer y una precisión demoledora, convirtiendo cada escena en un vibrante conjunto de sensaciones. La historia, pese a contar con algún que otro altibajo, consigue mantener la atención del espectador sin recurrir al guiño nostálgico más sencillo, planteando nuevas intrigas y ampliando el universo de la película original con decisiones valientes e inspiradas, demostrando el control absoluto que tiene Villeneuve de la historia que está contando. Un blockbuster de autor. Y la mejor película e interpretación de Harrison Ford en el siglo XXI.