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Aunque la realidad parece haber superado a la ficción, o precisamente por eso, este ansiado enfrentamiento entre los personajes de Vin Diesel y Dwayne The Rock Johnson, sigue siendo uno de los momentos más destacados de toda la saga. En un reparto tan numeroso, el ego y el carisma terminan ganando siempre la batalla, y aquí tenemos a dos tipos conscientes de estar peleando por algo más que una victoria física.

Tras una primera entrega simpática, correcta a secas, y una secuela que sigue siendo el punto más bajo de toda la saga, con diferencia, 'Fast & Furious' se la jugó trasladando la acción hasta Japón con 'A todo gas: Tokyo Race'. Todo había cambiado, y al mismo tiempo, mejorado. Una historia diferente, un contexto diferente y más nervio y contundencia en las formas. ¿Culpable? Un Justin Lin que se lo pasa bomba en cada escena, especialmente en aquellas en las que los motores rugen por todo lo alto. El mejor ejemplo lo encontramos en una carrera final que superaba ella sola a sus dos entregas anteriores al completo.

En 'Fast and Furious 7' nos encontramos con un cambio de director, un James Wan que parecía llevar toda la vida al volante, siguiendo la estela de Justin Lin y rizando el rizo del espectáculo, y una despedida. Ya sabemos que Paul Walker no volverá, y el homenaje merece un respeto que la película sabe medir.

No estamos, evidentemente, ante una película dramática, pese a que más de uno pudo abandonar la sala con alguna lágrima en los ojos, pero esta séptima entrega no olvidaba en ningún momento la esencia especialmente emotiva, diferente, que tenía, incluyendo detalles cariñosos, delicados, sutiles incluso, en el adiós a un personaje clave para su éxito. Esos últimos minutos son una definición exacta de la emoción dentro de 'Fast & Furious'. Parte esencial de su legado.

No es fácil quedarse con una sola escena de acción dentro de una película como 'Fast & Furious 7', tremenda sucesión de vertiginosas, trepidantes, espectaculares set pieces que sobrepasan la razón y suponen todo un chute de adrenalina para el espectador. Pero, claro, si tienes una en la que un Lykan Hypersport, deportivo de más de tres millones de dólares, atraviesa varios rascacielos, no dejas más opción.

'Fast & Furious 6' ya había conseguido superar a sus cinco predecesoras mucho antes de llegar a su epílogo, pero por si acaso, la película se guardaba un golpe de efecto final de éxito seguro. Jason Statham se sumaba a la fiesta montada por Vin Diesel en el tiempo de descuento, y antes de confirmar que su fichaje por la saga era en serio, nos dejaba con el entusiasmo justo con este cameo.

Después del brutal clímax final de la quinta entrega, uno de los misterios más emocionantes que acompañaban a 'Fast & Furious 6' era saber si podrían superarlo, si se atreverían a ir más allá. A estas alturas de la saga parece una pregunta absurda, pero os prometemos que en aquellos momentos tenía sentido. La respuesta, claro, era un sí rotundo. Y un tanque.

Imaginemos un momento la cara de todas aquellas personas que dijeron frases como "solamente veré una película de 'Fast & Furious' el día que los coches vuelen", tras el estreno de la séptima entrega. Puro placer.

Aquí, justo aquí, fue cuando la saga dinamitó por completo los márgenes del realismo. Y su listón. A partir de esta memorable escena que convierte una caja fuerte en una especie de bola de demolición de coches policiales, todo cambió en el universo de 'Fast & Furious'. Y todos salimos ganando, con creces. Tan absurdo como irresistible.

No, en serio, U-N S-U-B-M-A-R-I-N-O. Y 'The Rock' montado en un misil teledirigido. Ya sabemos, y tú también, que es una de las mejores escenas de toda la saga. La duda ofende.