La realidad esconde. La perfección acostumbra a ocultar un ente perturbador, ya sea o no a la luz del día, que tarde o temprano termina por hacer actor de presencia. Un inframundo a la sombra del American Way of Life del que el individuo sospecha al mismo tiempo que le gustaría olvidarlo, pero es incapaz. En esta obsesiva perversión de lo idílico habita el segundo largometraje de Mimi Cave, 'Holland', que, tras su presentación como Headliner en el South by Southwest Film & TV Festival (SXSW), celebrado hace unas semanas en Austin, Texas, ya está disponible en Prime Video.
El resultado es, como poco, desigual. Por un lado, una cineasta cuya puesta en escena del contraste y lo pesadillesco, de la desintegración del supuesto paraíso, está muy por encima de cualquier otro elemento dramático. Mediante ella, Cave insiste en acentuar la confrontación entre dos dimensiones: la aparente y la que se manifiesta. Primero, las fugar oníricas en las que Nancy (Nicole Kidman) se imagina dentro de la maqueta que Fred (Matthew Macfadyen), su marido, y Harry (Jude Hill), su hijo, montan en el tiempo libre.

Añadidas por quien dirigiera 'Fresh' posteriormente al guion firmado por Andrew Sodroski, tal y como ha reconocido Cave en la rueda de prensa de presentación del filme, se antojan como el ejemplo más claro de una vida que, poco a poco, abandona la fachada y la supuesta comodidad rumbo al desasosiego -¿qué es una maqueta sino una proyección diseñada por el ser humano a imagen y semejanza de sus anhelos respecto al mundo?-.
En esta linea va también la fotografía de Pawel Pogorzelski, habitual colaborador de Ari Aster, que busca recalcar la diferenciación entre dos universos a través de la saturación visual -véase el momento en el que Nancy queda encerrada en casa con Harry y la única fuente de luz filtra a través de la ventana de su habitación, del exterior; esa conversación que instante después mantiene con Dave (Gael García Bernal) en la puerta de su hogar o cuando, durante el desenlace, la familia al completo se encuentra en el coche-.
También lo hacen unos movimientos de cámara que enfatizan esa vuelta de tuerca, la paranoia y la confusión de la que terminan siendo presos los protagonistas -el giro invertido cuando Dave descubre la verdadera condición de Fred; los semicírculos, cámara en mano, durante el Tulip Time Festival-.
A la deriva
Y hasta aquí. Por que todo lo demás obedece a un libreto insostenible que recurre tan rápido a la comedia -Nancy colándose por la noche en la consulta de Fred- como al terror y el fantástico -los sueños y la personificación de las miniaturas-, sin olvidarse del thriller -¿quién es realmente Fred?-, a pesar de que las costuras y el trazo grueso, las trampas y casualidades, hagan que gran parte de la evolución dramática sea predecible desde muy pronto.
Estos elementos otorgan a 'Holland' un hambre de serie B que nunca llega a saciarse por su renuncia a ser lo suficientemente consciente de sí misma, al obviar ese humor bizarro y excéntrico que, sin duda, al igual que la puesta en escena de Cave, hubiera contribuido a elevar una propuesta que no consigue escapar de lo ovidable.