Sin hablar de favoritos, hay que reconocer que el regreso de Quentin Tarantino con 'Inglorious Basterds' era lo más esperado del Festival de Cannes. El director ya se llevó la Palma de Oro en 1994 con 'Pulp Fiction'.
Poco más podemos decir sobre el argumento, ya de sobra conocido por todos, así que centrémonos en la crítica, que confirma que veremos, aunque en un escenario diferente, el característico estilo del director. Aunque Tarantino es un realizador para gustos, 'Inglorious Basterds' desborda diálogos ingeniosos, lúcida escenografía y mucha violencia.
Según el crítico Carlos Boyero para 'El Pais' "Como siempre, conviven paralelamente la brillantez y los excesos, los hallazgos plenos de gracia y los momentos gratuitos, situaciones esperpénticas y su vocacional amor por la sanguinolencia, secuencias imaginativas y molestos guiños a los incondicionales de su cine. Lo mejor de estos infaustos bastardos es la creación de un maquiavélico coronel de las SS especializado en la caza de judíos. Tarantino se supera con este monstruo de modales suaves y dialéctica hilarante.
Los que consideran al autor de Pulp fiction como lo más innovador, cañero e ingenioso que ha dado el cine moderno van a sentirse saciados con este recital de sus esencias, incluida la original utilización de la música (suenan profusamente los temas que compuso Ennio Morricone para el desdichado género del spaguetti western), b>los momentos llenos de tensión que desembocan en aquelarres de sangre, las sentencias cínicas, los delirios narrativos, el poderío visual y coloquial. Yo, que no siento adicción hacia su cine y que a veces me cargan sus pasadas, aunque reconozca su incuestionable talento, lo he pasado razonablemente bien a lo largo de 150 minutos que no te abruman."
Según Oti Rodríguez Marchante para 'ABC' "Lo de Tarantino es un filme bélico en la Francia ocupada por los nazis, y vuelve en esencia a uno de sus temas favoritos, la venganza. Uno de los protagonistas es Brad Pitt, que interpreta al jefe de un comando "cazanazis" y lo hace con el mentón de Marlon Brando en "El Padrino", no se sabe muy bien por qué. No es que esté mal Brad Pitt, es que es del todo irrelevante… El gran personaje de la película es un coronel alemán, que interpreta Christoph Waltz, y que es como Sherlock Holmes y su lupa: ni se le escapa un judio ni una mala coartada. La tonalidad de la historia es jocosa, trivial, con sus puntos de violencia incontrolada que conectan de inmediato con el espectador natural de este director; no hay, como se puede suponer, ni el menor roce de la trama con la realidad, de hecho (y casi lo mejor) es su desfachatez histórica, el gustazo que se da Tarantino en que la realidad no le estropee los titulares de su guerra, que es otra, claro."
Según Luis Martínez para 'El Mundo' "Lo que sigue es lo esperado. O mejor, lo deseado: diálogos magistrales, violencia, sentido del humor y, esto es nuevo, un galimatías de idiomas ("Era importante que cada uno hablara el suyo. Nada de ver a nazis hablar un inglés británico como en las películas de los 60", dice) realmente gozoso. Se aprecia además, una madurez en la puesta en escena que presagia, quizá, un rumbo a seguir: la cámara se serena y los planos empiezan a adquirir un clasicismo estimulante.
¿Cuál es el problema pues? Cuenta el mismo director que esta película es el resultado de casi una apuesta. El año pasado, aquí mismo, en Cannes, se dio 12 meses para completar una película. Desde la escritura del guión al estreno de hoy mismo. Muchas prisas. "Cuando decidimos que íbamos adelante, nos bebimos unas cuantas botellas", recuerda Brad Pitt ante la prensa. Poco antes de la proyección se anunciaba que lo que se iba a ver va a sufrir más de un retoque antes de su estreno en sala. Y, en efecto, lo necesita. La historia no avanza. Los personajes se presentan en una escena y son masacrados en la siguiente. Nada del proverbial montaje en paralelo con el tiempo roto en mil pedazos marca de la casa. Todo discurre extrañamente contra la propia lógica del director. Y eso duele."