Lo que tienen los milagros es que, a la hora de explicarlos o intentar descifrarlos, uno se da cuenta de lo imposible de su objetivo. Empecemos por el principio, es decir, la obviedad: Pixar es una fábrica de obras maestras. ¿Correcto? Vale, podemos poner algún 'pero', no todas sus propuestas están al estratosférico nivel de sus principales cumbres, pero la inmensa mayoría de películas que nos han regalado desde que aparecieron en nuestras vidas con Woody y Buzz han sido regalos dignos de enmarcar. Por eso, es tan sumamente complicado intentar organizar sus trabajos en orden de mejor a peor, siendo más sencillo dividirlos entre matrículas de honor y notable. De ese listón estamos hablando. Sin embargo, no nos cansamos de intentar otorgar medallas de oro, plata y cobre, dejando en el 'olvido' un conjunto de historias maravillosas incapaces de envejecer. Y en ese montón resalta especialmente 'Ratatouille'.
Estrenada en el ya lejano 2007, qué vértigo, la obra de arte firmada por Brad Bird y su equipo de talentos debería, al menos, estar peleando por los primeros puestos de una lista repleta de caviar. Y tiramos del primer referente culinario porque de eso, y muchas cosas más, trata esta historia de amistad entre una rata cocinera y un chef torpe y encantador. Muchos no tardaron/tardamos en arquear las cejas cuando conocimos el punto de partida, por entonces Pixar estaba empezando a dejar claro su estatus de intocables pero el resbalón podía aparecer en cualquier parte, pero todas nuestras dudas se disiparon el día de su estreno. Amor a primera vista. Enamorados de sus personajes, de París, de su mensaje, de su ritmo, de sus escenas acción, de sus escenas dramáticas, de su banda sonora, de su perfección técnica. Todo, sin excepción, brillaba con una luz intensa en esta, volvemos, obra maestra absoluta.
Un prodigio de animación que se mantiene tan fresco y emocionante como el primer día y el cual intentaremos definir hasta encontrar sus 7 ingredientes principales, esos elementos que hicieron que la fórmula se cumpliera a lo grande. 'Ratatouille', como el plato al que da nombre, es una mezcla de sabores cinematográficos que se dan cita al mismo tiempo muy de vez en cuando. La explosión de sensaciones aparece y su recuerdo sigue latente. Siete claves que nos enamoraron de una de las mejores películas de animación de la historia.
Los ingredientes del éxito de 'Ratatouille'
Personajes
Del primero al último. El catálogo de personajes de 'Ratatouille' es tan numeroso como ejemplar. Pese al evidente y justificado protagonismo de Rémy, la película de Brad Bird sabe equilibrar la presencia de todos esos animales y humanos que van apareciendo en las dosis justas, sin acaparar más espacio del debido ni necesitar un subrayado más intenso. El guión, impecable y firmado por el propio Bird, no necesita más de una frase o un gesto para dibujar toda una personalidad y presentar el carisma deslumbrante de las figuras del tablero. Intentad buscar un personaje que esté de más, con una frase inapropiada o una escena gratuita, que no aporte algo a la historia, aunque sea simplemente una sonrisa. No lo conseguiréis.
París
La ciudad del amor. Y la ciudad del séptimo arte. Pocas ciudades respiran tanto cine por todos sus poros como París. Si centramos nuestra búsqueda en Europa, ningún otro lugar consigue desprender tanta magia en pantalla, tanta capacidad para enamorarnos y cautivarnos, como la capital francesa. En los últimos años, tan solo 'La invención de Hugo', en pequeños detalles, ha conseguido mostrar París de una manera tan hermosa, detallada y maravillosa como lo hizo 'Ratatouille'. Complicado, por no decir imposible, no quedarse hipnotizado como lo hace Rémy, cada vez que se queda mirándola.
Técnica
Cada estreno que nos llega de Pixar es un paso más hacia una perfección técnica en la que parecen instalados. Hasta que nos enfrentamos a una de sus nuevas películas. Si sus trabajos anteriores habían conseguido sumergirnos en el océano, observar el mundo con los ojos de unos juguetes o descubrirnos una fábrica de gritos en la que los monstruos se ganan la vida, con 'Ratatouille' el reto se multiplicaba. No solamente se trataba de mostrar una ciudad, París, en todo su esplendor, sí, pero también desde el punto de vista de una rata, sino que el protagonismo que tenía la cocina en la historia tenía que verse reflejado en el detalle de sus platos, de sus cocinas, de sus restaurantes, de sus sartenes y cubiertos. Sobra decir que, si alguien tenía alguna duda del resultado, terminó por sucumbir. La perfección, de nuevo, aparecía para elevar a sus responsables a los altares.
Cocina
Antes de que programas como 'Masterchef' o 'Top chef' llegaran a nuestras vidas, Brad Bird y su equipo decidieron centrar una película de animación, supuestamente destinada al público infantil, en el mundo de la cocina. Ahora parece (casi) una apuesta segura, pero entonces era un riesgo asumido que podría haber tenido consecuencias muy negativas en la taquilla, ya que la crítica no podía dejar de alabar un trabajo así. Sin embargo, el espectacular trabajo de documentación que llevaron a cabo sus responsables, así como las ayudas recibidas por algunos de los chefs más reputados del mundo y el cariño y dedicación con el que los genios de Pixar se enfrentan a cada una de sus historias, terminó dando como resultado una de las cartas de amor más apasionadas que ha recibido el mundo de la comida por parte del cine en su historia. Los platos que aparecen a lo largo de la película se pueden oler. Asombroso.
Anton Ego
Aviso de spoiler. A continuación se detallará la reflexión que hace el personaje de Anton Ego, una de las mejores creaciones de la historia de Pixar, tras probar la 'Ratatouille', elaboración que le prepara Rémy, para intentar sorprenderle:
"En muchos sentidos, el trabajo de un crítico es fácil. Arriesgamos poco porque gozamos de una posición que está por encima de los que exponen su trabajo y a sí mismos a su criterio.
Nos regodeamos en las críticas negativas que son divertidas de escribir y de leer; pero el hecho más amargo que debemos afrontar los críticos es que, a la hora de la verdad, cualquier producto mediocre tiene, probablemente, más sentido que la crítica en la que lo tachamos de basura. Pero hay veces en las que un crítico realmente se arriesga en 'pro' del descubrimiento y la defensa de algo nuevo.
El mundo es hostil para los nuevos talentos y las nuevas creaciones; lo nuevo, necesita amigos. Anoche yo viví una nueva experiencia, una comida extraordinaria procedente de alguien singularmente inesperado. Afirmar que tanto la comida como el cocinero han cuestionado mis ideas preconcebidas sobre la buena cocina, sería quedarse muy corto. Me han estremecido hasta lo más profundo.
En el pasado, nunca oculte mi desdén por el lema del Chef Gusteau: 'Cualquiera puede cocinar', pero me doy cuenta de que no había comprendido realmente lo que quería decir con ello. No es que cualquiera pueda ser en un gran artista, sino que los grandes artistas pueden proceder de cualquier lugar. Resulta difícil imaginar orígenes más humildes que los del genio que cocina hoy en Gusteau's, y que, en opinión de un servidor, es nada menos que el mejor Chef de Francia.
Volveré pronto a Gusteau's hambriento de creaciones".
No hace falta decir nada más.
Banda sonora
Michael Giachinno es, sin lugar a dudas, uno de los compositores más brillantes aparecidos en la industria de Hollywood en la última década. Desde sus trabajos en televisión, con mención especial para la banda sonora que escribió para 'Perdidos', una incalculable fuente de melodías perfectas que dan forma a su mejor trabajo hasta la fecha, hasta sus impecables obras para películas como 'Super 8' o la renacida saga de 'Star Trek', Giachinno ha demostrado, más allá de ser el más evidente sucesor posible al maestro John Williams, un autor con personalidad marcada y capacidad total para encontrar las notas adecuadas en el momento preciso.
En su carrera también brilla de manera especial sus distintas colaboraciones con Pixar. Su música para 'Up', 'Del revés' o 'Los increíbles' hablan por sí solas, y a todas ellas conviene sumarle 'Ratatouille'. Aires franceses en cada una de sus melodías, un tema central imbatible y una delicadeza a prueba de balas. Fundida con las imágenes funciona a la perfección, pero escuchándola aislada de ellas, brilla con más fuerza. Maravillosa.
Dirección
Pese a que sus intentos por saltar al cine de acción real han terminado mucho más cerca del fracaso que del éxito esperado con la fallida 'Tomorrowland', y sin contar ese triunfo aislado que fue la sobresaliente 'Misión Imposible: Protocolo Fantasma', Brad Bird tiene el cielo ganado con 'Los increíbles' y 'Ratatouille'. El primero de ellos, una cinta de acción trepidante que, sin dejar respiro al espectador, sabía componer una reflexión divertidísima sobre la vida monótona de un superhéroe cuando se quita su traje para ser un funcionario más. Ya andamos salivando pensando en la secuela que se está preparando.
Sin embargo, 'Ratatouille' era un salto importante de profundidad dramática para un cineasta que supo entender el tono que requería la película, la manera en la que debía tratase una historia que, en otras manos, podría haber caído en el lado más infantil. Y seguramente habría funcionado, pero lo que consiguió Bird a través de una dirección impecable, fue una película magistral, un cuento de superación y tolerancia que seguiremos viendo sin descanso. Imposible dejar de disfrutar de un plato cinematográfico de cinco tenedores. Y cinco estrellas.