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CRÍTICA

'Isla perdida (Haunted Heart)': El naufragio fuera de tiempo de Fernando Trueba

El cineasta madrileño regresa con una propuesta inverosímil, irreflexiva y predecible protagonizada por Matt Dillon y Aida Folch.

Por Marcos Vasco Martín-Grande Más 23 de Agosto 2024 | 10:06
Amo profundamente ese cine español hecho en los márgenes, que se fija en lo rural y cotidiano de la vida

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Matt Dillon y Aida Folch en 'Isla perdida (Haunted Heart)'
Matt Dillon y Aida Folch en 'Isla perdida (Haunted Heart)' (BTeam Pictures)

Nadie niega que Fernando Trueba, a pesar de una carrera irregular, es uno de los realizadores más destacados de la industria cinematográfica patria. Aunque queden lejos, casi tres décadas han pasado ya de títulos tan emblemáticos y queridos por el público como 'Belle Epoque', Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1994, y 'La niña de tus ojos', los trabajos del cineasta madrileño continúan proyectándose en festivales internacionales y recibiendo nominaciones a premios. Las numerosas candidaturas al Goya de 'El baile de la Victoria' y 'La reina de España', ambas hundidas por la crítica, otro viaje a Los Ángeles con 'Chico & Rita', el reconocimiento a dirección del Festival de San Sebastián por 'El artista y la modelo' o los estrenos en el certamen donostiarra de sus últimos largometrajes, 'El olvido que seremos' y 'Dispararon al pianista', dan buen ejemplo de ello.

Por tanto, sorprende que su nuevo trabajo, 'Isla perdida (Haunted Heart)', haya pasado prácticamente desapercibido durante su producción, y más teniendo en cuenta que está rodado en inglés y protagonizado por un actor norteamericano, Matt Dillon. En consecuencia, no se puede negar que la flamante creación del responsable de 'Ópera prima' y 'Two Much' generara cierta expectación, incluso en aquellos, entre los que se encuentra quien firma estas líneas, que no suelen disfrutar con las criaturas del director.

Otra cosa es lo que 'Isla perdida (Haunted Heart)' termina siendo. Y para no llevar a equívocos, lo vamos adelantando: el resultado ronda, e incluso por momentos alcanza, lo desesperante. Lo que se cuenta es la relación entre Max (Dillon) y Álex, interpretada por una Aida Folch que colabora por cuarta vez con el cineasta tras 'El embrujo de Shanghái' y las ya citadas 'El artista y la modelo' y 'La reina de España', que llega a una isla griega para trabajar en el restaurante de un estadounidense con incierto pasado. A partir de aquí, de su progresivo enamoramiento, la joven tratará, con la ayuda de Enrico (Juan Pablo Urrego, también en el elenco de 'El olvido que seremos' y 'Memoria', de Apichatpong Weerasethakul), de hallar los oscuros secretos que guarda su nueva pareja.

Matt Dillon es Max en 'Isla perdida (Haunted Heart)'
Matt Dillon es Max en 'Isla perdida (Haunted Heart)' (BTeam Pictures)

Para empezar, estamos ante una película totalmente predecible, delatada por dos cuestiones: su reparto y su estructura narrativa. Por un lado, todo el enigma que rodea a la encarnación de Dillon se vuelve obvio desde que el protagonista de 'La ley de la calle' hace su primera aparición ante la cámara. Aunque, a pesar de su tics, quien participara en 'Juegos salvajes', 'Algo pasa con Mary' y 'Crash (Colisión)' haga creíble a su personaje, se trata de un error de casting al seleccionar a un actor cuya forma de interpretar recuerda inevitablemente a creaciones en las que ya se ha sumergido previamente.

Digamos que, por mucho que Matt asegure querer huir por completo de los destellos del artista sádico de 'La casa de Jack' al no ser "un estudio de personaje", las reminiscencias de la última provocación de Lars von Trier continúan presentes. Ahora, en vez de un carnicero en busca de su obra maestra, nos encontramos ante un arquetipo mucho más reconocible, heredero de Patricia Highsmith y su Tom Ripley: un varón norteamericano, instalado en Europa, aquí una paradisiaca isla griega, deseoso por esconder su anterior vida y cuya conducta deviene en comportamiento criminal.

Por otro, el guion de Trueba y Rylend Grant no duda en rendir homenaje al cine de Éric Rohmer, estableciendo paralelismos entre la evolución de la relación romántica principal y las estaciones del año. El problema de que se tome como referencia al autor de 'Mi noche con Maud' o 'El rayo verde' viene de que Trueba toma la decisión de explicitar en la primera secuencia cada uno de los bloques en los que se divide el relato: verano, otoño e invierno. Una decisión que podría funcionar si 'Isla perdida (Haunted Heart)', al contrario de lo que sucede, hubiera apostado por ser una propuesta sustentada en la reflexividad, si no pretendiera, ante todo, erigirse como ejercicio de suspense. De estos capítulos, sin duda, el primero es el más farragoso y alargado, con una exaltación de los placeres del estilo de vida mediterráneo, principalmente el gusto por la comida y el mar, que por momentos acerca el asunto más a la mercancía publicitaria que a la obra artística.

El pasado no se toca

Además, el realizador madrileño se recrea demasiado en plasmar un enamoramiento del que no es difícil intuir su desenlace y que deja algunos pasajes que no dudan en coquetear con la vergüenza ajena. Decisiones que demuestran que estamos, en el peor de los sentidos, ante una película de otro tiempo. El premio gordo se lo lleva uno de esos momentos confeccionados para satisfacer la mirada masculina, en el que Álex se une a bailar con todas las mujeres, como si de diosas griegas se tratase. Mientras, los hombres observan.

No es la única secuencia en la que la mirada de Trueba se muestra anclada en el pasado. Hay otros tantos pasajes en los que los personajes femeninos vuelven a bailar. Sin embargo, Max y Enrico se dedican a jugar al ajedrez. Es decir, ellas únicamente se mueven y disfrutan, ellos realizan actividades intelectuales, se dedican a pensar, y en consecuencia tienen el poder. Se puede deber a dos razones: esta es la visión que Trueba, ante todo un intelectual, tiene del mundo y del ser humano a sus 69 años o que el filme tome referencias misóginas y se limite a aceptarlas.

Aunque la puesta en escena denote la visión del mundo del cineasta, confío en la falsedad de la primera hipótesis, ya que para Trueba, como ha confesado en numerosas entrevistas, las películas no tienen por qué estar en contacto con la realidad en la que se crean (este es otro frente que dejamos para debatir otro día). Y en el caso de la segunda, como sucede con la herencia felliniana, vía voluptuosidad de los cuerpos femeninos, exhibida en numerosas ocasiones por Paolo Sorrentino (véase, como ejemplo más reciente, el tráiler de 'Parthenope'), la cuestión no es que se tomen como punto de partida obras que cosifican el cuerpo de las mujeres (si esto sucediera quedaría fuera de juego un porcentaje importante de la historia del cine, del Hollywood clásico a gran parte de la nouvelle vague), sino su negativa para actualizarlas, invertirlas o abrazar la subversión, tal y como, por ejemplo, hizo Isabel Coixet con el término femme fatale en 'Mapa de los sonidos de Tokio', donde presentaba al prototipo estrella del cine negro a través de la sensualidad y el enigma de Ryu (Rinko Kikuchi), pero colocaba sobre David (Sergi López) lo relativo al destino trágico de quienes le rodean.

La ambientación a principios del siglo XXI se antoja un tanto caprichosa. No hay una lectura política o social sobre el momento histórico retratado, por mucho que supusiera un cambio de mapa en Occidente tras la caída del orden mundial por los atentados del 11 de septiembre, aunque Trueba introduzca imágenes de archivo sobre los ataques al World Trade Center de Nueva York que dan la sensación de querer representar la caída del romance entre los protagonistas, o el desarrollo de las TIC, que dieron el pistoletazo de salida hacia la sociedad hiperconectada en la que vivimos actualmente. Pero realmente, la verdadera razón de recurrir a este momento histórico parece un mecanismo para que sus personajes no puedan buscar información en Internet sobre quienes les rodean, pero sí tengan la posibilidad de comunicarse a distancia a través de sus teléfonos móviles.

Aida Folch es Alex en 'Isla perdida (Haunted Heart)'
Aida Folch es Alex en 'Isla perdida (Haunted Heart)' (BTeam Pictures)

Y en el caso de que Trueba haya querido acercar su relato a la contemporaneidad, debería haber tenido más cuidado a la hora de representar ciertos personajes y darles situaciones que dan al traste con cualquier posibilidad de verosimilitud. La inocencia pura que se otorga a Álex, con algún instante naif digno de cuento Disney, no casa con cada uno de los desencuentros amorosos que ha sufrido en el pasado. No es creíble que una persona desencantada por relaciones sentimentales anteriores que todavía supuran vuelva a confiar tan repentinamente en otro hombre completamente desconocido. Podría tener cierto pase si quedase claro que Folch encarna a una mujer, y esto sí que estaría en contacto con nuestra realidad, incapaz de estar sola, con necesidad permanente de tener a alguien a su lado. Pero no sucede.

No se puede negar que el filme mejora en su tramo final, cuando coquetea con el survival. A pesar de que no suponga nada nuevo, el juego del gato y el ratón en el que se convierte 'Isla perdida (Haunted Heart)', permite una ruptura de la monotonía imperante durante casi dos horas en las que los personajes se han dedicado a ir de un lado a otro, ya sea andando o en barco, y a hablar sin parar. También ayuda la capacidad que posee Dillon para generar cierto malestar, de nuevo inseparable de su colaboración previa con von Trier (entiendo que esta afirmación tampoco le gustaría al intérprete neoyorquino, él dice que no quería interpretar a otro psicópata). En este punto, una vez desvelado el pasado de Max, se agradece que no se carguen las tintas, evitando que su protagonista se vuelva insoportablemente desquiciado y gritón, únicamente víctima de la locura.

Para este crítico, como hacía Paul Thomas Anderson en 'El hilo invisible', 'Isla perdida (Haunted Heart)' es un largometraje que le debía perturbar, seducir o hacer reflexionar (o las tres cosas al mismo tiempo). Cualquier pulsión emocional es negada desde el momento en el que se presenta una dimensión íntima, incluido cuando aparecen situaciones que invitan a pensar en una truculencia, por suerte, no materializada, que nunca funciona, al impedir conectar con unos personajes que simplemente nos resultan indiferentes. Y, si cabe, en el plano intelectual, el fracaso es aún más flagrante. Existe incapacidad para establecer reflexión alguna sobre el amor, el arrepentimiento o el perdón.

No es un caso aislado

Al fin y al cabo 'Isla perdida (Haunted Heart)' es un ejemplo más del lugar en el que se encuentra el audiovisual español. A la espera de que 'La habitación de al lado' pueda romper la mala racha de tótems de nuestra industria, 2023 fue un año en el que Pedro Almodóvar, Víctor Erice y el propio Trueba naufragaron con propuestas atractivas sobre el papel, pero finalmente fallidas. 'Extraña forma de vida', la única que podría defender al llevar un género tan de fuera, el western, al territorio de lo puramente almodovariano; 'Cerrar los ojos', donde de 169 minutos solo se salvan en torno a 45; o 'Dispararon al pianista', documental animado que abordaba temas relevantes, entre ellos la violencia de estado, el odio hacia el que piensa diferente o la memoria histórica, pero que quedaba atrapado en el amor ciego hacia el sujeto homenajeado, el músico Tenório Júnior, demuestran que ciertos realizadores están sacando adelante sus proyectos más por el nombre de quien firma que por la calidad en sí.

Menos mal que pronto llegarán las remesas de Venecia y San Sebastián, encabezadas por los nuevos largometrajes de Aitor Arregi y Jon Garaño ('Marco'), Icíar Bollaín ('Soy Nevenka'), Paula Ortiz ('La virgen roja') y Pilar Palomero ('Los destellos'), así como las incursiones televisivas de Rodrigo Sorogoyen ('Los años nuevos') y Alauda Ruiz de Azúa ('Querer'). En sus manos estamos.

4
Lo mejor: Mejora levemente en su parte final y, llegado el momento de la locura, consigue no volverse insoportable ni recrearse en lo truculento
Lo peor: Es tan inverosímil y predecible como vacía y fuera de tiempo