Quién iba a decirnos que una de las películas más esperadas de la 41º edición del Festival de Sitges tendría como protagonista a Jean-Claude Van Damme.
Coproducción entre Bégica, Francia y Luxemburgo dirigida por Mabrouk El Mechri y protagonizada por Jean-Claude Van Damme, François Damiens, Zinedine Soualem y Karim Belkhadra, 'JCVD' llegó auspiciada bajo la Sección Oficial Premiere, planteándonos qué pasaría si un Jean-Claude Van Damme desolado por un divorcio y acosado por las deudas terminara involucrado en el robo de un oficina de correos.
Lo cierto es que un servidor no sabría si catalogar a la ópera prima -si dejamos a un lado sus producciones para el formato doméstico- de Mabrouk El Mechri como un falso biopic o como una particular y distendida lección de metacine, así que, ante la duda, me limitaré a jurar sobre lo más sagrado que 'JCVD' pasará a engrosar mi estantería de DVDs en el preciso momento en que llegue a comercializarse en nuestras tiendas.
Van Damme 8 y 1/2
En resumidas cuentas, podríamos definir a 'JCVD' como una biopic en clave condicional, una suerte de What If? protagonizado por uno de los actores que ha marcado, para bien o para mal, a toda una generación. El mismo que aquí escribe alucinó pepinos adolescentes con películas como 'Contacto sangriento' o 'Kickboxer', carne de cinefagia del casi perdido videoclub de barrio. Pero, más allá de arrebatos nostálgicos, cabe decir que 'JCVD' sobrepasa a su original premisa inicial, erigiéndose como una película meritoria por derecho propio, terriblemente honrada en su propia falsedad, y que concede al espectador poco más de noventa minutos puntualmente inolvidables. En una suerte de imposible mescolanza entre la gran 'Tarde de perros' y, por decir algo, los desvaríos onanísticos kitanianos de 'Takeshis'', 'JCVD es, por encima de todo, una notable humanización del mito o una desmitificación del hombre, según cada cual quiera verlo, en la que el action-man belga sorprende a propios y ajenos con una interpretación dramática más que plausible, que alcanza momentos verdaderamente encomiables.
Dirigida con un ritmo brioso aunque nunca atropellado -que, todo hay que decirlo, adolece de ciertos errores más propios de la inexperiencia que de la ausencia de talento-, y renunciando abiertamente al montaje videoclipero en favor de unos planos generales recubiertos por una croma de tonalidades ocres que enfatiza su plúmbeo trasfondo tragicómico, Mabrouk El Mechri nos ofrece una deconstrucción personal que se distancia de la mera autoparodia -como la protagonizada por otro action-man de la época, Arnold Schwarzenneger, en 'El último gran héroe'- para mostrarnos, no sin cierta ironía, al prototípico héroe de acción vencido por las circunstancias morales.
De este modo, el director de origen marroquí nos muestra -ya desde la propia secuencia de apertura a modo de rodaje en un plano único- a un Jean-Claude Van Damme que deambula derrumbado por la pantalla, con la cabeza atormentada por los problemas personales pero siempre con tiempo para dedicar una sonrisa a sus admiradores, un personaje humilde y plenamente consciente de la suerte que ha tenido en la vida laboral que, en el tramo final de metraje, se alzará cual mártir hacia las alturas junto a focos y tramoyistas, concediéndonos un monólogo simplemente magnífico en el que sus lágrimas se fundirán con la de un espectador atónito, incapaz de comprender cómo un actor que nos ha brindado lindezas como Sin control, The order, Replicant o Inferno es capaz de hacer creíble tanto semejante discurso como semejante película.
Fuera de este aspecto, 'JCVD' contiene notables dosis cómicas, tanto en la propia acción concerniente a un atraco que, como en el caso de la película de Lumet anteriormente citada, terminará convirtiéndose en un verdadero circo ambulante, como a través de los propios diálogos de su protagonista, quien no duda en recordar que fue gracias a él que John Woo dio el salto a Hollywood, o en lamentarse porque Steven Seagal le ha quitado el papel de un futuro proyecto comprometiéndose a cortarse la coleta.
Casi nada.
Van Damme 8 y 1/2, señor@s. No se la pierdan.