Este año la cosecha de largometrajes nominados al Oscar a la mejor película es de altísima calidad, además de totalmente variado. Aunque siempre tendremos favoritas y menos favoritas. Jennifer Lawrence, por ejemplo, tiene totalmente claro a qué película de las nueve no le daría la estatuilla: a 'El hilo invisible' de Paul Thomas Anderson.
"Duré como tres minutos. Tres. Pido perdón a cualquiera que le haya gustado la película. No podía darle más tiempo. Fueron tres minutos y uf", explicaba la actriz ganadora del Oscar en el podcast WTF. Lawrence explicó por qué no le había convencido lo que había visto de 'El hilo invisible': "¿Es solo sobre ropa? ¿Es sobre un sociópata narcisista que es artista y todas las chicas se enamoran de él porque les hace sentir mal consigo mismas y esa es la historia de amor? No la he visto, así que no lo sé. He estado en esa situación, sé lo que es, no necesito ver la película".
Aquí se juntan varias cosas. La primera, que evidentemente con tres minutos de película ni siquiera ha rascado la superficie de todo lo que cuenta Paul Thomas Anderson en su última película. Y la segunda, ese momento en el que dice que conoce la historia de los artistas egocéntricos y sociópatas que consiguen enamorar a las mujeres y hacerles sentir mal consigo mismas. ¿Un poco de shade contra alguno de sus ex? ¿Aronofsky quizás? Ella en la conversación dice que no, así que la especulación y el "oyoyoy" continúan.
Entrevista + alcohol = maravilla
Jennifer Lawrence es la reina de los circuitos de promoción. Ahora que está promocionando 'Gorrión rojo', está pasando por todos los platós de la televisión americana, aunque ninguna entrevista conseguirá superar la charla que tuvo con Stephen Colbert en la que hablan desde el año que va a dedicar a la campaña para concienciar a los jóvenes para que se impliquen en política a nivel local, a lo que opina de Donald Trump o Harvey Weinstein, e incluso le dijo a Colbert que su trabajo, que hizo una vez en el programa de Jimmy Kimmel cuando él no podía, "era fácil". Todo mientras bebían sorbos de ron. Y parece que le entró bastante bien. Aquí puedes ver algunos de los mejores momentos:
El cine de Paul Thomas Anderson, de peor a mejor
'Puro vicio'
Para encontrar algo parecido a un error grave en la carrera de Paul Thomas Anderson tenemos que echar la vista atrás hasta llegar a 'Puro vicio', la adaptación de la novela firmada por Thomas Pynchon. Aquí estamos ante la primera decepción mayúscula, el primer disparo al pie de un autor en toda regla que, en esta ocasión, se dejaba llevar más de la cuenta. Todos los elementos están en pantalla, todos los personajes se presentan como piezas de una delirante partida de ajedrez entre estúpidos y, sin embargo, por el camino perdemos precisamente al que debería haber sido cabeza visible de todo el conjunto: Thomas Anderson.
Prescindiendo de manera voluntaria de la épica formal marca de la casa, el director estadounidense se lanza de lleno al universo Pynchon sin aportar una pizca de su desbordante personalidad, obsesionado con transmitir ese aroma psicodélico y atontado de una historia que no deja de ser un romance clásico y algo tópico adornado, eso sí, por diálogos pedantes y excesivo; somníferos automáticos que, tras una primera media hora que en absoluto parece anticipar el despropósito posterior, terminan haciendo su efecto.
'Embriagado de amor'
A estas alturas no existen dudas a la hora de celebrar a Paul Thomas Anderson como uno de los directores más atrevidos y personales nacidos en el seno de la industria en los últimos años, una evidencia tan grande como el incontestable talento que atesora y que le permite jugar en la liga de los clásicos contemporáneos. Sus películas siempre se han ubicado en arenas movedizas, esquivando géneros y etiquetas.
El mejor ejemplo de ello lo tenemos en 'Embriagado de amor', terrible traducción del evocador título original, 'Punch Drunk Love', en la que el cineasta convirtió lo que a todas luces parecía una comedia romántica clásica en un ejercicio de cine marciano marcado por una historia tan absurda como imprevisible, tan deslumbrante a nivel visual, marca de la casa, como indescifrable en términos argumentales. Con la mejor versión posible de Adam Sandler, impecable de inicio a fin, 'Embriagado de amor' está muy lejos de ser una película perfecta, de hecho se trata de uno de los trabajos menores del cineasta, pero cuesta no aplaudir su valentía y riesgo aceptado.
'Sydney'
Tras probar suerte en el mediometraje ('The Dirk Diggler Story' y 'Cigarettes & Coffee'), Paul Thomas Anderson se estrenaba en el largometraje con 'Sydney', una propuesta cuyo principal mérito residía en convertir los tópicos y lugares comunes más reconocibles del cine negro en algo nuevo y apasionante.
Partiendo de una trama mucho menos compleja de lo que parece, firmada por el propio Thomas Anderson, la película camina siempre con paso firme, mostrando una seguridad y una libertad marca de la casa que se ha mantenido intacta desde entonces, permitiendo que la cámara se mueva siempre a su antojo, buscando siempre la mejor solución posible a nivel visual y engrandeciendo con su elegancia el resto de elementos narrativos. En definitiva, 'Sydney' funciona a la perfección como debut deslumbrante, golpe de la mesa inicial con el que situarse en el mapa a lo grande. Paul Thomas Anderson había llegado para quedarse. De los casinos al infinito.
'The Master'
La historia de estas dos bestias salvajes, de dos animales impulsivos, atormentados, títeres en manos de una idea o un trauma, profundamente doloridos, escondidos tras alcohol y discursos, terapias y torturas, golpes y soledad, sigue resonando como un eco en medio del desierto. Uno no sabe de donde proviene la potencia de una obra como 'The Master' pero no ceja en su empeño de intentar encontrarla. Sabe que está viendo algo magnífico y, al mismo tiempo, profundamente repulsivo. El Lancaster Todd que crea el inmenso Philip Seymour Hoffman, un encantador de serpientes dominado por una cobra cerebral y aterradora (espectacular, otra vez, Amy Adams) no necesita más que su voz para penetrar en las mentes derrotadas tras la cobardía, la ingenuidad o la guerra que nunca termina.
El Freddie Quell que crea ese gigante llamado Joaquin Phoenix, un perro salvaje, borracho, primigenio, impulsivo, refugiado en el sexo salvaje y enfermizo, refleja en su mirada la cárcel mental en la que se encuentra encerrado, la esperanza por buscar una solución, un reencuentro, una compañía en la butaca de al lado. Su relación, fraternal, tóxica, tierna, infantil, enferma, es el centro de una película que utiliza el origen de la Cienciología como mera excusa para profundizar en el cerebro de dos mentes destruidas, convertidas en restos de un naufragio emocional que jamás podrá superarse. Todo el mundo necesita agarrarse a algo para no caer, un paraguas para soportar la tormenta, una voz para aguantar el silencio. 'The Master' no es una obra para todo el mundo, está claro, pero no es menos cierto que se trata de una obra maestra. De inicio a fin.
'Boogie Nights'
El camino sencillo para hablar de 'Boogie Nights' es citar a Martin Scorsese como luz y guía de un Paul Thomas Anderson desatado que, tres años antes de cumplir los treinta, firmó la primera obra maestra de su carrera. Incontestable.
Ambientada en los comienzos de la industria del cine porno en los Estados Unidos, finales de la década de los setenta, el cineasta se descubre como un narrador excelso capaz de equilibrar cada una de las historias que nos vamos encontrando a lo largo de casi tres horas, que pasan como un suspiro, con un pulso maestro, entregando alguna de las escenas más memorables de toda su trayectoria y haciendo del virtuosismo una pieza fundamental dentro del conjunto. Nada falta y nada sobra en una película que crece y crece en su camino hacia el inevitable infierno para concluir en el principio de todo: el talento de Paul Thomas Anderson. Ya no se trataba de pistas e intuiciones, estábamos ante un genio.
'Pozos de ambición'
Adaptando una novela de Upton Sinclair, Paul Thomas Anderson entregó con 'Pozos de ambición' una lección sobre como dar forma un guion soberbio y como manejar de manera perfecta el ritmo de los acontecimientos. Un logro absoluto que se extendía, por supuesto, a su labor detrás de las cámaras, donde el director parecía sentirse como pez en el agua frente a una historia de excesos, amor paternal, sufrimiento, tensión, y sobre todo, constantes luchas psicológicas en las que no existe la piedad ni la compasión.
Y es ahí, en el lugar en el que otros directores habrían sucumbido, donde Paul Thomas Anderson emerge de nuevo como un cineasta con mayúsculas, capaz de construir, con la inestimable ayuda de la impresionante fotografía de Robert Elswit y la obsesiva, compleja y fascinante banda sonora de Jonny Greenwood, escenas tan maravillosas como el viaje en tren de un memorable Daniel Day-Lewis, el incendio de la base petrolífera o la conversación final entre el padre e hijo. A estos momentos habría que añadir muchísimos más en la que es una de las direcciones más perfectas que se han visto en las últimas décadas, ejemplificada en unos primeros veinte minutos convertidos en toda una celebración del cine en estado puro. Un golpe en el estómago que mantiene intacto su poder de conmoción.
'Magnolia'
'Magnolia' llegó en el tiempo de descuento para convertirse, de manera automática, en una de las mejores películas de la década de los noventa, la confirmación de un cineasta, Paul Thomas Anderson, como una de las voces más interesantes, atrevidas y deslumbrantes de su generación. Casi doscientos minutos de historias cruzadas repletas de instantes de una emoción extraña pero profundamente conmovedora, capaces de generar instantes de un poder indescriptible a través de un conjunto de personajes memorables interpretados por uno de esos repartos tan espectaculares que cuesta creer que sea de verdad.
Así, Thomas Anderson se sirve de las mejores versiones posibles de, atención, Tom Cruise, John C. Reilly, William H. Macy, Julianne Moore, Philip Seymour Hoffman o Alfred Molina, entre muchos otros, para construir un monumento narrativo repleto de sorpresas, risas, lágrimas, canciones y lluvia de ranas. 'Magnolia', con un paso del tiempo que no le ha afectado en absoluto, ha crecido año tras año desde su estreno en 1999 hasta convertirse en una de las películas más importantes de los últimos tiempos. Las mayúsculas son obligatorias: Obra Maestra.