Concederé el margen que dan las dudas. Joaquin Phoenix es uno de los mejores actores del mundo. ¿El mejor? Ya, pero dejemos espacio para los que no se muestren tan entusiastas. Intérprete que hace de la presencia y el carisma un arma indestructible, de los gestos faciales y de los movimientos corporales un instrumento más para concretar actuaciones basadas en hacer que parezca sencillo lo más complicado del mundo.
Tipo raro, de olfato siempre imprevisible, actor codiciado con pies de plomo y cabeza tan desquiciada como calculadora en la decisión, Phoenix es, desde hace muchos años, uno de los valores seguros y más imprevisibles de Hollywood. No garantiza éxitos de taquilla pero sí que puedes apostar tu dinero a que la entrada que compres será un gasto que merece la pena.
No hay nadie de la talla de Joaquin Phoenix, tan simple, tan contundente, tan incontestable. Y aquí tenemos diez interpretaciones que justifican toda una carrera a la que todavía le queda mucho por decir. Y por deslumbrar.
Los mejores papeles de Joaquin Phoenix
'Her'
'Her' habla, por encima de (casi) todo, de la necesidad de encontrar un lugar al que agarrarnos, un nuevo descubrimiento cuando todo se está resquebrajando. La importancia de escuchar una voz. La voz. Esa inolvidable voz de Scarlett Johansson. Por eso, cuando Theodore cae rendido ante los encantos de un sistema operativo, uno descarta automáticamente que la película vaya a regodearse sobre un punto de partida tan atípico, porque sufre esa misma sensación. Comprende la situación del protagonista, se enamora con él, se deja llevar. Y todo esto sería imposible sin el deslumbrante talento de Jonze, claro, pero también sin un rostro que nos guiara.
Menuda suerte que sea Joaquin Phoenix el que cargue con esa responsabilidad. En su interpretación está la humildad, el encanto, la maestría que solamente se les puede atribuir a esos actores que, con poco, consigue transmitir todo. Sin artificios, sin dramatismos gratuitos, su Theodore es otra composición cinematográfica inolvidable para apuntar en su lista. La cima más emotiva de su carrera.
'The Master'
La historia de dos bestias salvajes, de dos animales impulsivos, atormentados, títeres en manos de una idea o un trauma, profundamente doloridos, escondidos tras alcohol y discursos, terapias y torturas, golpes y soledad, resuena como un eco en medio del desierto. Uno no sabe de donde proviene la potencia de una obra como 'The Master' pero no ceja en su empeño de encontrarla. Sabe que está viendo algo magnífico y, al mismo tiempo, profundamente repulsivo. El Lancaster Todd que crea Philip Seymour Hoffman, un encantador de serpientes dominado por una cobra cerebral y aterradora (espectacular, otra vez, Amy Adams) no necesita más que su voz para penetrar en las mentes derrotadas tras la cobardía, la ingenuidad o la guerra que nunca termina.
El Freddie Quell que crea Joaquin Phoenix, un perro salvaje, borracho, primigenio, impulsivo, refugiado en el sexo salvaje y enfermizo, refleja en su mirada la cárcel mental en la que se encuentra encerrado, la esperanza por buscar una solución, un reencuentro, una compañía en la butaca de al lado. Su relación, fraternal, tóxica, tierna, infantil, enferma, es el centro de una película que utiliza el origen de la Cienciología como mera excusa para profundizar en el cerebro de dos mentes destruidas, convertidas en restos de un naufragio emocional que jamás podrá superarse. Todo el mundo necesita agarrarse a algo para no caer, un paraguas para soportar la tormenta, una voz para aguantar el silencio.
'Two Lovers'
'Two Lovers', una de las películas más sobresalientes del gran James Gray, se apoyaba en una interpretación protagonista de Joaquin Phoenix marcada por la contención, la desolación interna y el nudo de la garganta omnipresente. Alejado del exceso, un terreno en el que podrían haber caído muy fácilmente unos cuantos compañeros de profesión, el actor consigue transmitir todo lo que su personaje siente en cada momento de este tremendo drama romántico con una sutileza deslumbrante, manteniendo siempre el equilibrio exacto entre la melancolía y el dolor. El más complejo y difícil de los puntos intermedios.
'En la cuerda floja'
A los biopics hollywoodienses los carga el diablo, eso lo tenemos todos claro, pero no siempre caen en su propia trampa. En 2005, el director James Mangold se atrevía a contar la historia de un artista tan complejo y apasionante como Johnny Cash con 'En la cuerda floja', una de sus mejores películas hasta la fecha. Como ocurre casi siempre, un porcentaje considerable del triunfo o fracaso de este tipo de proyecto se basa en la interpretación de su protagonista, en el actor o actriz que se atreva a dar vida a un rostro, una voz, unos movimientos y una personalidad ya conocida, sin margen para la sorpresa, con poco espacio para el riesgo y con muchas posibilidades para caer en la parodia o imitación más risible.Sin embargo, cuando se anunció que Joaquin Phoenix sería el responsable de semejante tarea, todos respiramos. Es lo que tiene apostar sobre seguro.
A pesar de que los premios terminaron cayendo del lado de su acompañante, una notable Reese Witherspoon, el trabajo que realizó el actor suponía un paso más hacia una consagración inminente, la certeza que daba la razón a aquellos que intuían que, a su carisma feroz, su carácter endiablado y su imponente presencia en pantalla, se podía sumar una tristeza desoladora, una capacidad para transmitir el sufrimiento más atroz, una precisión milimétrica para fundirse con el personaje, una grandeza basada en los detalles más mínimos. El mismísimo Johnny Cash aparecía ante nuestros ojos.
'Gladiator'
Pocos podían pensar que la década de los 2000 se inauguraría con la resurrección del péplum. De nuevo, y sin previo aviso, llegaba a la cartelera una película de romanos, gladiadores que se juegan la vida en la arena, traiciones en las más altas esferas y dedos hacia abajo que indicaban malas noticias. La taquilla se volvió loca, los críticas también y hasta los Oscar se dejaron contagiar por 'Gladiator', un trabajo que, puestos a sacar gente de sus tumbas, sirvió para volver a dar vida a la carrera de Ridley Scott. Una historia de venganza épica hasta decir basta, un protagonista antológico, Máximo, un actor en el mejor momento de su carrera, Russel Crowe, y un director que mostraba algunas de sus mejores virtudes. Una combinación perfecta a la que se sumaba una presencia en pantalla que deslumbró a propios y extraños.
Cómodo, ese villano con mirada de serpiente, ese ser humano despreciable capaz de todo por conseguir poder, tenía el rostro de un actor desconocido llamado Joaquin Phoenix. No, no era ni mucho menos su primera película, pero nunca antes había conseguido transmitir tantísimas cosas con los mínimos elementos. Plantando cara a un Crowe que parecía intratable en aquel comienzo de década, Phoenix conseguía lo que parecía imposible, adueñarse de cada una de las escenas en las que aparecía y mantener atado en corto al fantasma del exceso y la sobreactuación que siempre planea sobre un personaje de estas características. Su interpretación fue uno de los elementos más aplaudidos de una película que si bien no encontró continuidad en su reivindicación del género, sí que se convirtió en influencia directa para muchos trabajos similares. Todos los factores ayudaron para que su vigencia siga intacta. Y un inolvidable Joaquin Phoenix es uno de los más evidentes.
'El bosque'
Todas las influencias de Shyamalan están presentes en 'El bosque', una obra maestra que irradia poesía cinematográfica en cada una de sus escenas. Complicado, casi imposible, destacar una por encima de las demás. La conversación entre los maravillosos Joaquin Phoenix y Bryce Dallas Howard, el primer ataque de los monstruos al pueblo, esa mano esperando en medio del silencio y, sí, ese desenlace inesperado, giro final nada gratuito que aporta la dimensión total a una película que, hasta ese punto, ya había conseguido el suficiente número de triunfos como para respirar tranquila.
Ese epílogo, puro Shyamalan, condensa toda la esencia de un clásico contemporáneo que sirvió, también, para marcar la primera batalla entre el amor y el odio de un director que, por encima de todo lo demás, ofreció un recital de puesta en escena, pulso narrativo, resoluciones visuales y, volvemos, belleza. Versos en una historia que, en otras manos y con otro reparto, habría caído en la prosa más vulgar.
'I'm still here'
La exageración es siempre una posibilidad pero, con 'I'm still here', Joaquin Phoenix ridiculizó todo un universo repleto de falsedad, hipocresía y vacío a través de una actuación que, más allá de lo icónico de su aspecto, sirve para medir los niveles de grandeza de un gigante que, más disfrazado que nunca, decidió desnudarse como nunca antes lo había hecho. Muchos creyeron que se había vuelto loco, que el mundo del cine perdía a un actor inigualable. Cuando se desveló el secreto, cuando el mago explicó el truco, casi todos se sintieron estafados. Con el tiempo, lo que queda de aquel experimento ridículo y asombroso a partes iguales, es un actor en permanente estado de gracia, un Phoenix pasándoselo pipa mientras se pierde en un personaje que no deja de ser el reverso oscuro de un paisaje que siempre ha intentado esquivar. ¿Exceso de locura? Casi todos los genios la tienen.
'En realidad, nunca estuviste aquí'
Historia de venganza callada, traumas insostenibles y sangre soñadora, explosiva y libre, 'En realidad, nunca estuviste aquí' es una de esas películas incapaces de encontrar el término medio. Amada y odiada a partes iguales, la adaptación cinematográfica de la novela de Jonathan Ames firmada por Lynne Ramsay es, por encima de todo, un despliegue visual tan fascinante como hipnótico, auténtico festival de escenas de una belleza extraña que, en casi todo momento, descansan sobre el rostro de un Joaquin Phoenix pletórico. Él es el arma afilada de una cinta que, en sus mejores momentos, no le necesita más que a él para dinamitar expectativas y convencer a los incrédulos. Poesía herida en la mirada de un actor.
'No te preocupes, no llegará lejos a pie'
La última gran interpretación de Joaquin Phoenix que hemos tenido la inmensa suerte de disfrutar la podemos encontrar en la reciente 'No te preocupes, no llegará lejos a pie', estupendo biopic sobre John Callahan, uno de esos personajes 'caramelo' para cualquier intérprete. Una oportunidad de oro para brillar que, evidentemente, Phoenix no deja pasar, aportando dosis extra de ternura, carisma y sentido del humor a una película que, gracias también al talento de su director, el imprevisible Gus Van Sant, se aleja por completo del modelo de biografía clásica y llena de tópicos marca Hollywood. Una interpretación radiante.
'Irrational Man'
'Irrational Man', historia de un profesor de filosofía sumergido en una crisis existencial que, acompañado por una joven estudiante de universidad, descubre una motivación vital de la manera más radical y extrema posible, la cual no descubriremos para mantener el ligero factor sorpresa, es puro Woody Allen. ¿Lo mismo de siempre? No caeremos otra vez en la trampa.
El director aprovecha la situación para elaborar un misterio de forma hitchcockiana y esencia Dostoievski que mira a sus hermanas mayores 'Match Point' y 'Delitos y faltas' con respeto, sin ansias de plagio, dando una vuelta inesperada gracias a su protagonista. Aquí hay tragedia pero desarrollada con una incómoda ilusión capaz de mezclar el buen sexo y un buen desayuno con la venganza, la justicia y, claro, la filosofía que va de la oscuridad a la luz. Todo ello representado en la mirada y gestos de un Joaquin Phoenix que aprueba con nota aportando su personalidad por encima de los clásicos tics allenianos. Otro tremendo reto superado con suma facilidad.