¡Cuidado SPOILERS!
*Este artículo desgrana algunos de los giros finales de 'Juego de Tronos'
Curiosamente, lo más inesperado de la conclusión de 'Juego de Tronos', una de las series más impredecibles de la década, ha sido... la falta de grandes sorpresas. Después de una última temporada que ha generado más controversias que el resto de la serie al completo, el episodio de cierre, titulado 'El Trono de Hierro', ha sido más bien una sucesión de tareas pendientes. Los finales de los distintos personajes protagonistas han ido ocurriendo ante nuestros ojos como si fueran cajitas que marcar. El destino de Daenerys tras haberse entregado a los delirios de tirana marcados por su linaje: check. El sacrificio de Jon Snow como el héroe trágico en el centro del relato, mal que nos pese a muchos: check. El futuro de Poniente y su gobierno: check. El final feliz para Sansa y Arya, cada una a su manera: check. Todos estos remates han sido previstos por alguna teoría fan (aunque había tantas de ellas que inevitablemente alguna tenía que acertar), incluida la decisión de nombrar a Bran como Rey de los Siete Reinos (seis, si dejamos a Invernalia fuera).
Los mejores finales en televisión son los más valientes. Los que se atreven a llevar la premisa de la serie a sus últimas consecuencias, a plasmar el alma del relato en un cierre memorable por lo general dando pie a debates encarnizados. Lo hicieron 'Breaking Bad', 'A dos metros bajo tierra', 'Los Soprano', 'Seinfeld', 'Mad Men', 'The Leftovers', incluso 'Cómo conocí a vuestra madre' e incluso, a su manera, 'Perdidos'. En ese sentido, muchos apostábamos por una despedida de 'Juego de Tronos' explosiva, controvertida e inesperada.
Pero lo cierto es que David Benioff y D.B. Weiss han optado por un punto y final mucho más tradicional y acomodaticio de lo que ha sido siempre la esencia de la serie. Se han centrado más en culminar los viajes de sus personajes de una forma tradicional (y predecible) que en ser fieles a su propuesta como ficción subversiva. Lo que, por otra parte, ha hecho que este cierre sea inesperadamente satisfactorio. Claro que uno no puede evitar emocionarse cuando ve a Sansa como Reina en el Norte, a Brienne escribiendo la historia de Jaime (un broche conmovedor ensuciado por la cuestionable decisión de los guionistas de encamarlos, reduciendo su complejísima relación a algo mucho más vulgar y tópico), a Arya embarcándose camino a tierras inexploradas, a Sam cumpliendo funciones como maestre, a Jon mudándose al norte más allá del Muro, por fin liberado de sus cargas y obligaciones. Son desenlaces agradables y tienen sentido dentro de cada historia individual de los personajes. Muchos dirán incluso que es el cierre perfecto, que es lo que se merecen estos tipos a los que llevamos siguiendo la pista durante años. Y, por ende, lo que nos merecemos nosotros como espectadores.
Pero los mejores momentos de 'Juego de Tronos' fueron aquellos en los que nos dijo todo lo contrario: como espectadores no nos merecemos nada. Quién sabe cómo se habría recibido la Boda Roja en 2019, cuando la conversación alrededor de las historias está marcada por lo que los fans piensan que "se les debe", cuando el público se opone a todo lo que parece injusto y cruel. 'Juego de Tronos' fue una serie injusta y cruel desde el principio, aunque este final no lo demuestre.
Cuando George R.R. Martin avisó de que el final sería agridulce, se debía de estar refiriendo a la trama de Daenerys, una de las grandes protagonistas de la historia, convertida trágica e inevitablemente en una villana a la que ajusticiar. Tyrion y Jon son los causantes de su muerte en un último gran sacrificio, pues ambos la aman y también se sienten responsables de las vidas perdidas durante la gran quema de Desembarco del Rey. La escena en la que el último Lannister convence a Jon de lo que tiene que hacer es una de las mejor escritas del episodio, y de la temporada: su monólogo sobre cómo Daenerys se subió a un pedestal que ellos mismos le construyeron está también dirigido al público de la serie. Nosotros vitoreamos cuando quemaba a sus enemigos, nosotros la convertimos en una diosa, ¿cómo no iba a pensar que estaba por encima del bien y del mal? Al final, el polémico giro protagonizado por la Khalessi ha sido lo mejor de esta última temporada, puro 'Juego de Tronos', como lo fue la muerte de Ned Stark y la Boda Roja: una llamada de atención al espectador; la obligación de posicionarnos en una historia que no tiene buenos y malos, sino miles de encrucijadas morales; George R.R. Martin recordándonos que no hay héroes, ni gobernantes justos, ni cruzadas sagradas.
Un buen episodio final ensuciado por los atajos
En realidad, este 8x06 de 'Juego de Tronos' ha sido quizá el episodio mejor escrito de la temporada. Los episodios anteriores han estado marcados por el reflejo de lo que podrían haber sido. Por ello, la conversación alrededor de la serie estará siempre acompañada de una sensación de promesa incumplida. Es una pena que las dos últimas temporadas hayan sido formadas con torpeza por sus guionistas, por una muy cuestionable decisión de echar el cierre de forma apresurada y precoz. 'Juego de Tronos' siempre se caracterizó por una construcción más sólida y calmada, precisamente lo que habría hecho que todo este colofón funcionara mejor.
El interesantísimo giro de Daenerys es uno de esos momentos que perviven en los anales de la seriefilia, un debate que estará siempre abierto. El viaje de Jon Snow, el héroe más pasivo de la historia de la televisión, que recobra un nuevo sentido al obligarlo, por fin, a tomar una gran decisión (¿liberadora?). La constatación de Tyrion como brújula moral en un mapa ambiguo y complejo. La coronación de Sansa tras uno de los viajes más empoderadores que recordaremos. La promesa de un futuro lleno de aventuras para Arya. Todo ello habría resultado incontestable si 'Juego de Tronos' no se hubiera vuelto más tonta, apresurada y facilona en su última etapa. Si no hubiera estropeado una maratón de larga distancia con un sprint final lleno de atajos.