Este fin de semana llega a nuestras carteleras 'Kick-Ass: listo para machacar', adaptación de los cómics escritos por el escocés Mark Millar y dibujados por John Romita Jr. La película ha tenido una relativa buena acogida en Estados Unidos, si bien ciertos críticos como Robert Ebert, así como parte de los incondicionales de la obra gráfica original, han puesto el grito en el cielo, y lo cierto es que no sin razón.
Y es que la transición de 'Kick-Ass' del papel al celuloide entraña un gran paradigma: por un lado, el nuevo largometraje de Matthew Vaughn resulta ser un film notable en líneas generales, un entretenimiento apenas sin mácula alguna además de todo un ejercicio de ritmo y mezcla de géneros. Por otro, nos encontramos ante el sempiterno dilema de su fidelidad para con la fuente original. Un servidor, por su parte, siempre ha defendido la no comparativa entre uno y otro, pero con 'Kick-Ass' nos encontramos ante un dilema mucho más complejo, pues las divergencias entre el film y el cómic tergiversan -si no por completo, sí en buena medida-, su fondo moral.
De este modo, así como cualquier lector de la obra original encontrará un mensaje aleccionador en el que se advierte a los consumidores de cómics de superhéroes de los peligros de emular a sus ídolos, el film del director de 'Stardust' nos ofrece una lectura, si no antitética, sí mucho más ambigua y sucinta.
Dejando a un lado la mayor o menor crudeza verbal y física, los orígenes y motivaciones de personajes como Red Mist o, sobretodo, Big Daddy, la adaptación al cine de 'Kick-Ass' bien podría ser motivo de crítica desde una perspectiva estrictamente ética, una apología al bronsonismo, si se me permite el símil, si bien al otro lado nos encontramos con una pequeña obra de arte en cuanto a entretenimiento se refiere, ofreciendo al espectador un guión envolvente y adictivo cuyo ritmo narrativo apenas sí adolece la simplificación de su historia, cuyos personajes resultan ser ridículamente verosímiles y cuyas secuencias de acción abogan por la explicitud gráfica y rehúyen de las cámaras mareantes, además de erigirse como toda una oda al frikismo repleta de guiños tanto en sus diálogos como en su montaje, en el que en todo momento se evoca al 'Spider-Man' de Raimi y al 'Batman' burtoniano de manera preferencial.
Así pues, 'Kick-Ass' es un film de doble filo, un título moralmente censurable pero irresistiblemente gamberro y entretenido. Cierto es que la lectura del film de Vaughn resulta mucho más naif que la de Millar y mucho más próxima al happy ending, que esa versión trasnochada del Punisher al que interpreta Nicolas Cage poco tiene que ver con el 'verdadero' original. Pero, qué queréis que os diga, un servidor todavía está aplaudiendo desde la butaca del cine ante semejante espectáculo.