Basada en la novela homónima de Otfried Preußler, a su vez inspirada en una leyenda folclórica sorbia, este fin de semana llega a nuestras pantallas una atractiva propuesta familiar procedente de Alemania, 'Krabat y el molino del diablo'.
El film de Marco Kreuzpaintner destaca por su sorprendente seriedad tanto en su pausada narración como en su oscura puesta en escena, ofreciendo al espectador una atrayente historia que oscila con éxito entre la fantasía y el terror, más afín a los cuentos clásicos de los Grimm o los Andersen que de los best-sellers adolescentes de hoy día.
Dicha aura de clasicismo queda notablemente reflejada a través de un ritmo -quizá excesivamente- pausado que suple su falta de acción y la típica orgía de efectos especiales de turno en favor tanto del sempiterno suspense con conatos de abierto terror de su entramado como de valores como el amor, la amistad y la aceptación de la inevitabilidad de la muerte.
El film, cuyo argumento gira en torno al recurrente pulso entre el Bien y el Mal, se encuentra impregnado de una atrayente mística sucia y onírica, en el que leyenda, folclore y magia caminan juntos en una historia de atmósfera cargante y opresiva, pero cuyo principal problema probablemente recaiga en el hecho de resultar demasiado seria para el público infantil, y demasiado fantástica para el adulto.
Además, en el apartado interpretativo encontramos al polifacético Daniel Brühl, a quien hemos podido ver protagonizando títulos como 'Goodbye, Lenin!' o 'Salvador (Puig Antich)', y a un por aquel entonces desconocido David Kross, coprotagonista de 'The reader'.
Un film diferente, de regusto añejo, cuyo sosegado transcurrir puede tornar, por desgracia, en mero aburrimiento para un público acostumbrado a un cine mucho más adrenalítico.