Era 1997 y, cumplidos los treinta, Julia Roberts arrastraba aún la imagen de 'Pretty Woman', aunque en los años previos hubiese intentado un difícil equilibrio en su carrera, alternando productos eminentemente comerciales (especialmente en el thriller y el melodrama) junto con trabajos con autores de entidad como Robert Altman, Stephen Frears o Woody Allen.
Pero de todos es sabido que el destino de Julia sería convertirse en la 'novia de américa'. Y es, curiosamente, con una película de bodas (en la que ella no es la novia...), con la que afianzaría definitivamente el título, antes de decantar de una vez por todas su carrera hacia el melodrama y el cine romántico descaradamente comercial, con otros tres grandes éxitos de taquilla como 'Quédate a mi lado', 'Notting Hill' y 'Novia la fuga'.
'La boda de mi mejor amigo' es probablemente la mejor comedia romántica que ha protagonizado la actriz, que encuentra en la Julianne a la que interpreta (una crítica gastronómica que, recién alcanzada la treintena, se da cuenta de que está enamorada de un antiguo amigo de la universidad el mismo día que él le anuncia que va a casarse), un personaje a medida de su talento para la comedia en el que su característica y ruidosa carcajada suene más maliciosamente divertida que nunca.
El guion de Ronald Bass (autor de otros éxitos tan distintos como 'Rain Man' o 'Mentes peligrosas') funciona como un reloj y maneja con muchísima habilidad los arquetipos del género desde su perversa premisa (ese pacto de los protagonistas roto 'in extremis') hasta el desarrollo de personajes, con especial atención a unos secundarios magníficos, todo servido con elegancia y buen tino por el australiano P.J. Hogan, que unos años antes había estrenado la notable 'La boda de Muriel'.
Las mejores líneas de guion son para Rupert Everett, que interpreta al amigo homosexual de Julia Roberts (la química humorística entre ambos es magnífica) que se convertirá en consejero y cómplice del boicot que la protagonista se propone hacer al enlace de su amigo con una rica rubia de alta sociedad con muy pocas luces (una divertidísima Cameron Diaz en su primer papel relevante).
Escenas como la del karaoke en el que Julianne intenta ridiculizar a la novia en público, o el delirante momento musical en el que la familia al completo canta el 'I say a little prayer' de Aretha Franklin (o Dionne Warwick) sacan a 'La boda de mi mejor amigo' del saco de las numerosas comedias románticas anodinas y la convierten en un divertimento previsible pero tremendamente eficaz, que juega de manera elegante y entretenidísima las bazas habituales del subgénero componiendo un impecable producto comercial, que además nos ahorra el típico y tópico 'happy ending' para proponer un pertinente salto del 'cuento de hadas' a la madurez sentimental.