Nunca falla. Cuando una película empieza a desmarcarse de las demás en la carrera de premios y a posicionarse como la favorita, empiezan a salirle detractores de todos los rincones. Muchos de ellos ni siquiera habrán visto la película, pero en estos tiempos que corren parece que es necesario odiar el éxito por el mero hecho de llevar la contraria. 'La ciudad de las estrellas: La La Land' llevaba una de las carreras más seguras de los últimos años hacia la gran estatuilla: el Oscar. Ha conquistado cada festival por el que ha pasado (y han sido muchos). Ha encandilado a prácticamente toda la crítica (algo bien complicado de lograr últimamente). Y está encantado al público. Este año debería ser lógico que se alzara con el galardón a la mejor película porque lo tiene todo para conseguirlo. Y, sin embargo, no deja de sobrevolar una sombra de duda bastante grande.
En los últimos años, la Academia se ha ido alejando cada vez más del cine comercial y ha querido premiar a películas mucho más pequeñas con un mensaje importante. Y eso es realmente loable, algunas veces hasta valiente por parte de una institución que suele tirar mucho más por lo conservador. Pero todo esto conlleva un problema, y es que muchas veces esas películas caen en el olvido justo un año después de haber recibido la gloria. ¿Acaso seguimos hablando de 'Spotlight', de 'Birdman', de '12 años de esclavitud', de 'El discurso del Rey', de 'En tierra hostil'? Cierto es que el Oscar no deja de ser una maravillosa campaña publicitaria, y se podría decir que está bien que se rinda homenaje a películas que han pasado algo desapercibidas para el público, con el fin de que las puedan descubrir después. Una vez más, eso es muy loable. Pero los Oscar antes eran otra cosa, eran trascendencia. Eran leyenda.
Hace un par de décadas, el mayor premio que otorgaba la Academia de Cine de Hollywood significaba algo. Significaba que esa película pasaría a la Historia, entraría a formar parte del imaginario colectivo. Solo hay que ver las ganadoras de los años 90. 'El silencio de los corderos'. 'La lista de Schindler'. 'Forrest Gump'. 'Braveheart'. 'Titanic'. 'American Beauty'. Todas ellas se llevaron el tío Oscar a la mejor película. Y todas ellas tienen hoy un estatus especial. El Oscar marcaba una trascendencia que no se quedaba solamente en la calidad de las películas. Al fin y al cabo se entiende que las que acaban llegando a la nominación son grandísimas películas por varias razones. Pero pocas de ellas tienen la capacidad de traspasar las fronteras del tiempo y de convertirse en cultura pop. El Oscar antes sabía ver eso, y también lo premiaba.
Pero algo cambió al llegar los 2000. La Academia no es, evidentemente, una organización infalible al entregar premios. Para empezar, hablamos de algo tan subjetivo como una película, que a uno le puede parecer una obra maestra y a otro un bodrio de proporciones épicas. También, hasta hace poco (aunque siga habiendo mucho que hacer a ese respecto), era en esencia un grupo de hombres blancos, viejos y ricos eligiendo su película favorita. Obviamente no es el jurado más diverso del mundo. Pero últimamente tienen demasiadas agendas que cumplir, demasiados grupos a los que contentar. Solo hay que ver la que se armó el año pasado con los #OscarsSoWhite. Un debate bien envenenado, porque lo de las cuotas en unos premios es también una injusticia. El problema no está en que los Oscar no hubieran nominado a actores negros, o asiáticos, o indios. El problema es que a esos actores y actrices no se les dan papeles para que puedan optar a esos premios. Nominar o entregar un premio solo por cubrir una cuota es una injusticia y pervierte esos galardones. Pero la Academia a veces se deja llevar demasiado por esas presiones y acaba sucumbiendo a las quejas. De ahí que ganaran en sus años películas como 'Crash' o '12 años de esclavitud'. Muy buenas, sí, ¿pero las mejores en su año?
Con el auge de Internet y las redes sociales, la Academia se ve asediada constantemente por millones de opiniones que les dicen lo que tienen que hacer y a quiénes tienen que votar. Por si no tuvieran suficiente con los chanchullos de las productoras y distribuidoras y los intereses económicos (no nos olvidemos de que estamos hablando de una industria, una que mueve millones). La carrera es un atasco en hora punta, un mar de ruido (y sé que yo con esto soy un coche más tocando el claxon). Pero a veces hay una voz que sobresale por encima de las demás. Últimamente, esa voz se queda afónica cuando llega el momento de la verdad. ¿Por qué? Ahora se les exige también ser sorprendentes, justificar que tengamos que estar clavados a la silla las cuatro horas (o más) que dura la gala para descubrir que "todo puede pasar" en el último momento. ¿Por qué? Cuando una película es favorita, por algo será. Sobre todo si esa película no solo se lleva los aplausos de la industria o de la crítica sino que también conquista al público, ¿no deberían tenerlo también en cuenta? Fijémonos en un dato. Los Oscar del año pasado tuvieron la peor audiencia en ocho años. Y eso que parecía que un favorito del público como DiCaprio se iba a llevar la gloria por fin (lo hizo) y había películas nominadas que el público sí había visto, como 'Mad Max: Furia en la carretera' o 'Marte (The Martian)'. Pero poca gente vio la gala. ¿Por qué? Porque ya tienen a la Academia muy calada y saben que la ganadora iba a acabar siendo una película pequeña que probablemente no habrían visto. Esa desconexión con el público antes no ocurría. En ningún momento quiero decir que tengan que volverse lacayos del espectador, porque el espectador también se equivoca. La popularidad no implica calidad, pero cuando ambas cosas se juntan, ahí es donde debería apuntar el Oscar.
En la actualidad vivimos desbordados con la cantidad de películas que nos llegan al cine (o a las diversas pantallas que nos rodean), se hace muy difícil verlas todas y que una película alcance una cierta trascendencia en la sociedad. No abundan las 'Titanic' en el mundo, pero de vez en cuando se siguen dando y, aún así, parece que no tienen ninguna cabida en esta carrera. Con lo difícil que es ponernos a tantos de acuerdo. Me remonto de nuevo a 2016. La Academia le dio el Oscar a 'Spotlight', y no deja de ser un acto bastante valiente porque, de nuevo, son considerados bastante conservadores y estaban dando su mayor premio a una película que destapaba el escándalo del encubrimiento masivo de sacerdotes pederastas. Pero no dejaba de tener también un tufillo a auto palmada en la espalda, como si se dijeran a sí mismos: "míranos, qué progres somos". Ese mismo año (y sé que voy a recibir palos por todas partes por esto), un blockbuster se había llevado no al público en el bolsillo sino que había arrasado con los premios de la crítica. ¡De la crítica! ¡Un blockbuster! 'Mad Max' se convirtió en un hito del cine cuando se esperaba todo lo contrario. Una cuarta parte de una saga de acción dando lecciones de técnica, de ritmo, de narración, y presentándonos un personaje femenino arrollador como era el de Imperator Furiosa. Lo verdaderamente "progre" y transgresor habría sido darle el Oscar a 'Mad Max', y habría sido probablemente lo más justo, además de conseguir romper esa barrera que parece haber con los géneros más "comerciales". Por encima de todo, no me cabe la menor duda de que dentro de cinco o diez años seguiremos hablando de 'Mad Max' como hablamos de 'Gladiator' o de 'El Señor de los Anillos', y poco hablaremos de 'Spotlight'. Esa capacidad de arraigo en la Historia también debería ser tenida en cuenta. Antes lo hacían, y antes parecía que tener un Oscar significaba algo más.
En la carrera de este año volvemos a tener un interesante ramillete de candidatas como son 'Moonlight', 'Figuras ocultas', 'Manchester frente al mar', 'Comanchería', o 'Fences'. Pero ninguna ha conseguido lo que ha logrado 'La La Land', y es volverse un fenómeno. Todo el mundo habla de ella, y la gran mayoría es para bien. Hacía mucho que una película tan oscarizable no generaba este "buzz" y conquistaba tanto a industria, crítica y público. Pero le cuelga el sambenito de "la favorita", y eso es lo peor que le podría ocurrir a una película que aspira al Oscar. Ojalá me equivoque, pero en cuanto se anuncien las nominaciones, poco a poco empezarán sorprendentemente a despuntar otras películas que ni por asomo han tenido la conversación que ha tenido la de Damien Chazelle. ¿Para hacer más interesante la competición? Desde que se estrenó 'Titanic' sabíamos que se iba a llevar el Oscar, y no se lo quitaron solo para hacer más interesante la competición. 'La La Land' tiene muchas características que la hacen una digna ganadora del premio. Además del beneplácito de casi todo el mundo, cuenta con dos interpretaciones arrolladoras, una dirección espectacular y bien ejecutada, un guión que puede parecer simple pero que tiene muchísimas lecturas, es un musical que ha vuelto a conseguir atraer al público, la banda sonora, la fotografía... Suena a injusticia si no se lo lleva. Pero no está todo tan claro todavía.
Cuando una gran mayoría abraza una cosa, hay quienes no pueden evitar llevar la contraria. Que si la película no inventa nada. Que el guión es básico. Que es una pastelada. Que ya está bien de nostalgia. Que el musical está muerto. No pretendo que 'La La Land' guste a todo el mundo porque eso es imposible y si todos pensáramos igual, la vida sería un coñazo. Y, lógicamente, la película no es perfecta ni es el mejor musical de toda la historia. Pero tampoco quiero ver que le arrebatan una gloria más que merecida simplemente por ser "la favorita" o por gustar a un público masivo. ¿Por qué tanto elitismo? En el pasado reciente, una película con un guión simplemente solvente pero con muchos otros puntos a favor era capaz de acumular once Oscars. Antes un gladiador que recuperaba un género bastante moribundo se alzaba con la victoria de una forma épica, y no es ni siquiera la mejor película de su director. ¿Por qué no puede ser el año de Mia y Seb? ¿El año en el que se premia el talento joven de Damien Chazelle? Me daría mucha pena que la Academia sucumbiera a presiones como los #OscarsSoWhite simplemente por contentar a cierto sector, o que se les achacara que "ya están los del cine tirando de nuevo para un homenaje a su propio sector". 'La La Land' tiene razones de sobra para subir el 26 de febrero al escenario del Dolby Theatre. Ninguna pareja de actores este año podrá acercarse a la química de Emma Stone y Ryan Gosling. Ninguna dirección podrá mezclar tan bien lo viejo y lo nuevo, o lo real y lo onírico, hacer escenas que son pura belleza y técnica como Damien Chazelle. Pocas historias conseguirán retratar tan bien el sentimiento de una generación, llegar tanto al corazón, estrujarlo y volverlo a recomponer como esta. Ninguna banda sonora es tan hipnótica y adictiva como la de Justin Hurwitz. La fotografía, el vestuario... Sobran las razones, creativas y técnicas, para creer que 'La La Land' tiene que alzarse con el Oscar a la mejor película, pero yo quiero apelar a la trascendencia. Sinceramente creo que la marca que deja, y que va a dejar en el espectador, esa inspiración, ese no quitársela de la cabeza, hará que, a diferencia de muchos de los últimos títulos en llevarse la estatuilla, siga recordándose en el futuro como la película que volvió a recordarnos el poder del musical y como una historia que marcó a tanta, tanta gente.
A bit of madness is key
Y también quiero apelar a la magia. A la magia del cine. ¿Por qué parece tan complicado que vuelva a ganar una película que vaya al corazón y no solo a la cabeza? ¿Por qué una película con claros tintes románticos parece tan esquiva en el premio gordo? ¿Por qué una película con un tono generalmente optimista no puede acabar subiendo al escenario? ¿Por qué no pueden ganar los sueños por una vez? Es realmente complicado alcanzar el corazón como lo hace 'La La Land'. Los sentimientos que transmite se encuentran tan pocas veces en una sala que cuando ocurre es, precisamente, magia. Por eso tiene asegurado su estatus de leyenda, por eso está marcando a tanta gente y esa gente se seguirá acordando de ella dentro de muchos años. Eso ya lo tiene ganado. Ojalá la Academia también se deje conquistar, más por ellos que por 'La La Land' que, como digo, ya tiene la trascendencia ganada. Los relatos basados en historias reales, los dramas crudos, los biopics son películas con mucha fuerza. No lo voy a negar. Pero encontrar la magia... La pasión... Es tan complicado encontrarlas...
Diréis: "¿no te estás precipitando un poco?". Muchos más diréis: "¿No estás exagerando bastante?". Es bastante probable que tengáis toda la razón. Pero este cinéfilo que vive los Oscar como si estuviera sentado ahí, en el Dolby Theatre, quiere volver a creer en Hollywood como la ciudad de las estrellas en el que se valora ese algo más. El Hollywood que crea hitos, que fragua leyendas. El Hollywood de los sueños. Háganlo por los soñadores.
Los mejores fan arts de 'La ciudad de las estrellas: La La Land'
Fotograma con Ryan Gosling y Emma Stone
*Ilustración de Lívia Constante.
Cartel de la película
*Ilustración de Ana Doring.
Ryan Gosling y Emma Stone bailando
*Ilustración de Beomjin Kim.
Una noche encantadora
*Ilustración de Haneul Kim.
Sebastian y Mia
*Ilustración de Ngo Ming.
Caricatura de Ryan Gosling y Emma Stone
*Ilustración de Gabriel Soares.
Ganadores de los Globos de Oro
*Ilustración de Daniel Kordek.