"Las historias de posguerra no interesan a nadie. No deberían hacerse más. ¿Acaso no hemos tenido suficiente?". Bueno, después de ver 'La sonata del silencio', queda claro que no, que una buena historia, bien contada y bien interpretada, siempre es un caramelo dulce para el espectador que sepa apreciarla.
(Esta crítica contiene SPOILERS del primer episodio de la serie)
'La sonata del silencio' arranca en una reunión idílica entre amigos y familiares, todos ellos adinerados y de alto estatus social. Allí, con un baile de caras que, he de reconocer, me costó procesar, conocemos a nuestros protagonistas: el matrimonio Montejano, formado por Antonio y Marta, respetados y, a simple vista, adorados que, de golpe y plumazo, se ven arrastrados a la pobreza, a la enfermedad y a la propia cárcel. Han pasado doce años entre la primera y la segunda secuencia y una guerra que todos conocemos entre ellas.
El segundo mundo en el que entramos está prácticamente vacío de opulencias y las gentes ya no son las que eran: reconocemos las caras de los personajes pero las relaciones ya no son las mismas. Los que antes se decían amigos, ahora se deben favores para poder sobrevivir; de este modo, Antonio consigue salir de la cárcel no sin antes prometer a su hija con el juez Mauricio (un tremendo Fran Perea que protagonizó sin lugar a dudas la escena del capítulo, ésa en la que su personaje compra unos zapatos a una inocente Claudia Traisac).
Una vez fuera, no mejora la vida para el matrimonio Montejano: Antonio está gravemente enfermo de neumonía y sólo las dosis pertinentes de penicilina lo salvarán. Así, Marta intenta ponerse a trabajar para poder sacar a su familia adelante, pero, pese a que tiene una entrevista en la que le ofrecen un buen puesto, Antonio no quiere que ella se ponga a trabajar mientras que él siga con vida. Pero su situación es terrible y tiene que intervenir Don Rafael (Eduardo Noriega), el jefe y ¿amigo? de éste, quien consigue las dosis necesarias, pero algo va mal y, días después de que Antonio se las tome, cae prácticamente muerto frente a su casa.
Todo apunta a que Don Rafael esconde algo más allá de esas medicinas. Quizá un antiguo romance con Marta... Lo que sí nos dejan entrever es que tuvo algo que ver con el arresto de Antonio ya que, en la escena en la que él es arrestado, mientras escuchamos a una vecina clamar 'asesino', Don Rafael pasa con el coche y mira horrorizado la escena. ¿Por qué? Habrá que esperar para descubrirlo.
Personajes interesantes para un reparto redondo
Pese a que, probablemente, la más recordada de la serie será su protagonista, Marta Etura (extraordinaria en su papel, todo sea dicho), junto a ella hay un grupo de actores secundarios que forman uno de los mejores repartos que hemos visto en una serie de televisión en los últimos años. Su partenaire, Daniel Grao, nos hizo sufrir su enfermedad como si se tratase de nuestro propio pariente y, como ya hemos dicho antes, Fran Perea promete dar un recital y demostrar que es mucho mejor actor de lo que la gente cree.
Muy destacable también la interpretación de Lucía Jiménez y Eduardo Noriega, matrimonio en la pantalla. La primera, típica vecina que tiene siempre la puñalada preparada para clavarla en la espalda del prójimo, y el segundo, un hombre atormentado que desea a Marta por encima de su mujer.
Pero no todo es el reparto. El guion es exquisito, con diálogos creíbles y de gran lucimiento para los actores; la dirección de Iñaki Peñafiel tiene mucho gusto para contarlo todo bonito, con estilo, recreándose en los detalles y los gestos; la fotografía, la música de César Benito... Todo ello conforma una obra preciosa, triste y a ratos llena de ira, que encantará a todo aquel que deje a un lado sus prejuicios y abra los brazos a una historia que no está tan lejos de nuestro tiempo.