Las 10 mejores series españolas de 2020

Ha sido un año fantástico para el género del documental, tanto en cine como en series, pero se podría definir 'El palmar de Troya' de otra forma: la mejor serie de terror española del año. A lo largo de sus cuatro episodios, el director Israel del Santo y su equipo destapan el caso de El Palmar, un lugar de peregrinación cristiana en Sevilla desde finales de los años 60 que se acabó convirtiendo en una Iglesia en sí misma, con sus propios Papas y, por supuesto, sus escándalos de abusos sexuales y corrupción.

Usando imágenes de archivo inéditas, recreaciones cinematográficas y testimonios tan surrealistas como estremecedores, 'El palmar de Troya' es una mezcla de thriller religioso, película de posesiones, sátira social y comedia de enredo.

Cuando se estrenó en mayo parecía que 'La Unidad' podía ser la mejor serie española del año. Una superproducción policial trepidante sobre un grupo antiterrorista dirigida con pulso por Dani de la Torre y escrita con precisión de bisturí por Beto Marini (ambos artífices de 'El desconocido') y Amèlia Mora, y con un reparto espectacular encabezado por Nathalie Poza, Marian Álvarez y Luis Zahera.

Supuso el mejor estreno de ficción original de la historia de Movistar+ y sirvió para que viéramos que en España se pueden hacer series de acción sin ningún complejo ni miramientos.

En realidad la segunda temporada de 'Vota Juan', nuestra 'Veep' patria. Los guionistas Diego San José, Víctor García León (que dirige junto a Borja Cobeaga), Daniel Castro y Pablo Remón firman una comedia oscurísima e incomodísima que recoge el testigo de 'Qué fue de Jorge Sanz'. A veces ríes, a veces te dan ganas de llorar, pero siempre estás removiéndote en el asiento.

Una serie que no tiene miedo a desafiar al espectador y que encuentra en su reparto, encabezado por Javier Cámara y María Pujalte, un apoyo esencial para que todo funcione. Solo nos queda esperar a que este equipo perfecto se vuelva a juntar y nos cuente cómo Juan Carrasco gestionó la crisis del coronavirus.

Teniendo en cuenta todos los ingredientes, era altamente improbable que 'Nasdrovia' saliera bien: mezcla de comedia británica a lo 'Fleabag' (con Leonor Watling rompiendo la cuarta pared) con thriller cutre a lo 'Fargo' y una obsesión insana con todo lo ruso, esta rareza escrita por Sergio Sarria, Miguel Esteban y Luismi Pérez podría haberse quedado simplemente en rara. A eso añádele la dirección de Marc Vigil y la química explosiva entre Watling y Hugo Silva y la receta parece más un cóctel molotov.

Quizá el secreto para que funcione es, como siempre, el corazón, porque 'Nasdrovia' no es otra cosa que un retrato tierno y lleno de empatía de la crisis de los 40. O de cualquier crisis, como la que estamos viviendo todos ahora mismo, que arrasa contigo y te puede llevar a ponerte un tatuaje ridículo o inmiscuirte con la mafia rusa. Todo puede pasar cuando uno se busca a sí mismo desesperadamente.

A lo largo de sus cuatro temporadas la serie creada por Javier Olivares ha tenido que pegar varios golpes de timón y nunca ha tenido miedo a probar cosas nuevas. No todas esas pruebas han salido bien, y el camino ha sido zigzagueante e irregular, pero siempre ha mantenido el respeto por el espectador (algo que escasea mucho en las cadenas tradicionales y directamente no existe en los despachos que deciden las estrategias de programación) y el cariño por sus personajes.

Puede que la cuarta temporada de 'El Ministerio del Tiempo', pensada como clímax y posible cierre definitivo de la historia, haya sido la mejor de todas. Olivares y su equipo de guionistas han sido capaces de atar cabos sueltos, crear una trama lineal apasionante y mantenerse relevantes semana a semana gracias a su labor educativa y reformista con respecto a la historia de España. Ojalá haya más temporadas, pero si no, siempre nos quedará el recuerdo de dos interpretaciones ya icónicas como las de Jaime Blanch y Cayetana Guillén Cuervo. Larga vida a Salvador Martí e Irene Larra.

Berto Romero se ha terminado de postular (con la ayuda de Rafel Barceló y Enric Pardo en el guion) como una voz a la que escuchar con atención y no solo a la que reírle las gracietas.

'Mira lo que has hecho' llevaba dos temporadas siendo un poco la 'Louie' española en su mezcla de autoficción, retrato íntimo de un cómico y tragicomedia sobre la paternidad. Pero en su tercera y última temporada Romero ha terminado de hermanarse con Louis C.K. recurriendo al máximo referente de ambos, Woody Allen, plasmando en la pantalla sus fobias y neurosis. Y, consciente o inconscientemente, también ha hablado de los dos creadores citados en su exploración de los arbitrarios y absurdos ciclos de la cancelación y enjuiciamiento público, a los que cualquier cómico con chistes buenos en su pasado está expuesto.

Mención especial a la fantástica Eva Ugarte, cuya interpretación es el otro pilar de la serie.

Rodrigo Sorogoyen nunca deja indiferente, pero esta vez parece que el aplauso es unánime. El director y su co-guionista Isabel Peña cierran aquí una especie de trilogía sobre el poder y la corrupción en España que abrieron con 'Que Dios nos perdone' y siguieron con 'El Reino' (con la que 'Antidisturbios' comparte universo narrativo por medio de algunos guiños). 'Antidisturbios' empieza con una primera escena inolvidable, sigue con un primer episodio modélico y asfixiante y continúa con cuatro capítulos más a la altura. Para terminar con un plano secuencia espectacular en el que Raúl Arévalo, Álex García, Hovik Keuchkerian, Roberto Álamo, Raúl Prieto y Patrick Criado dejan algunas de las mejores interpretaciones del año.

Pero la reina de la función es Vicky Luengo, toda una revelación que desafía todo lo que podríamos esperar de una actriz con su edad y su físico para construir un personaje tan complejo y oscuro como magnético. Todo ello para que Peña y Sorogoyen, con su dirección inquieta y su sentido del espectáculo, vuelvan a picotear con el retrato de la España gris, la España corrupta, la España sucia, la España hipócrita. Una España de todo menos aburrida, vaya.

Aitor Gabilondo lo tenía difícil para contentar a todo el mundo adaptando una de las novelas españolas más leídas de los últimos años. Y no lo ha hecho, claro: los debates políticos ajenos a la propia serie, las expectativas de cada lector y las decisiones de adaptación siempre acompañarán a las discusiones sobre 'Patria', pero ni siquiera todas esas mochilas pueden hundir a la serie. La cuidada producción, la fiel recreación del País Vasco en su dirección artística, su sobria puesta en escena, la magnífica música de Fernando Velázquez... todo rema en la misma dirección y consigue que Gabilondo traslade a la pantalla casi toda la fuerza de la novela de Fernando Aramburu.

Pero su mayor acierto es su reparto, el mejor de una producción española este año. La apuesta por actores y actrices vascos con más talento que fama, no por lógica deja de ser valiente y loable en la época de los castings en base a likes de Instagram. José Ramón Soroiz, Mikel Laskurain, Loreto Mauleón, Susana Abaitua, Jon Olivares, Eneko Sagardoy e Iñigo Aranbarri, todos ellos están perfectos, pero por supuesto esta es la historia de esas dos madres, Bittori y Miren, Elena Irureta y Ane Gabarain, dos mujeres que llevan trabajando en esto toda una vida y que por fin han tenido los papeles que probablemente ni ellas sabían que merecían.

Qué se puede decir de 'Veneno' que no se haya dicho ya: no solo en todos los medios españoles, sino en The New Yorker, The New York Times, Vulture, Time... y en boca de todas las celebridades (del colectivo LGTBI, eso sí) que la están recomendando ahora que se puede ver en EE.UU. Lo han dicho también asociaciones y políticos: la serie de los Javis sobre la vida de Cristina Ortiz sirve para empezar a ajustar cuentas con las personas trans, a las que hemos condenado a la marginalidad, la precariedad, la invisibilidad y la vulnerabilidad durante décadas. Y lo hace demostrando que no hay excusas: que las actrices trans existen y son magníficas (¡Jedet! ¡Daniela Santiago! ¡Isabel Torres!).

Pero 'Veneno' no es solo relevante e importante, también es muy buena. Sí, Ambrossi y Calvo tienen vicios (en concreto: la redundancia, el subrayado extremo, la sobreexplicación, el abuso de la música) pero tienen una voz tan distinguible como imprescindible que los ha convertido en el mayor descubrimiento del audiovisual español del último lustro, o más. Su secreto: la empatía, esa que vertebra su obra y da forma a sus intenciones y sus resultados. Solo con esa empatía, motor de creación y paraguas contra las críticas, han conseguido convertir la historia de una mujer trans prostituta, víctima de maltrato y objeto de burla nacional en un relato humano de alcance mundial y sensibilidad incontestable.