Si hay una ocasión en la que ponerse de pie sea una obligación, y no una opción, es cuando se habla de John Ford, el director de directores, el tipo que mejor supo traducir en imágenes la inmensidad de las cosas pequeñas. Siempre elegante, siempre acertado en su disección psicológica de los personajes, siempre maestro en la puesta de escena y siempre triunfador en la búsqueda del plano perfecto.
Él se empeñaba en quitarse todo tipo de méritos, combinando la humildad con la mala leche, pero su obra habla por sí sola. Seleccionar trabajos claves en una carrera tan extensa como la suya se antoja misión imposible, pero sí que se puede establecer una especia de hoja de ruta para llevar a cabo uno de esos descubrimiento cinematográficos esenciales para cualquier amante del séptimo arte. Puede sonar muy exagerado, pero es difícil entender la grandeza del cine sin haber disfrutado, al menos, de alguna de las cimas de Ford. Y no son pocas.
Por eso, aquí están diez películas imprescindibles para entender la importancia, influencia y personalidad de un cineasta del que todos los grandes han aprendido algo. Un mito en el que un buen puñado de directores se ha fijado para seguir sus pasos, rindiéndole homenajes emocionantes y necesarios. El legado que supone el cine de John Ford nunca ha tenido edad. Y sí, seguimos de pie.
Las 10 mejores películas de John Ford
'Siete mujeres'
La última película de John Ford no está a la altura de sus mejores películas, pero no deja de ser un trabajo sobresaliente en todos sus aspectos. Atacado en multitud de ocasiones por el supuesto machismo de muchas de sus obras, Ford volvió a demostrar el absurdo de semejantes acusaciones con una historia protagonizada casi en exclusiva por mujeres.
Un drama con fuerte influencia teatral en el que destaca por méritos propios una inconmensurable Anne Bancroft, principal referente de un espléndido reparto coral. Pese a contar con algunos pequeños bajones de ritmo y alguna escena que desentona con el resto del conjunto, 'Siete mujeres' es una despedida más que digna para el mejor director de la historia del cine, una de esas figuras imprescindibles que dignificaron el arte de contar historias. El adiós de una leyenda siempre se debe tener en cuenta.
'Fort Apache'
Fácil, lo que se dice fácil, no es escoger dentro de la conocida 'Trilogía de la Caballería' de John Ford, formada por 'Fort Apache', 'La legión invencible' y 'Río Grande'. El altísimo nivel de las tres propuestas hace que se entienda más y mejor como un todo que como trabajos individuales e independientes. Lo recomendable, en definitiva, sería disfrutar de todas ellas en orden cronológico, sin excepción, pero la obligación es la obligación, así que empecemos por el principio.
'Fort Apache', como ocurre con el ochenta por ciento de la filmografía de Ford, se sitúa en un contexto concreto para ir mucho más lejos. En un primer visionado, se puede tener la sensación de estar ante una película con demasiados tópicos y lugares comunes, pero revisada y analizada con calma y atención, 'Fort Apache' se muestra mucho más profunda y compleja, más redonda y sobria, más pensada y deslumbrante. Es un trabajo con las señas de identidad de John Ford. Mucho más que un pasatiempo, un regalo.
'El joven Lincoln'
'El joven Lincoln' es la compañera perfecta para una hipotética sesión doble con el espléndido e infravalorado biopic sobre el mismo personaje que realizó Spielberg el pasado año 2012. Ford, en una de esas películas que demuestran que este tipo nació siendo un genio, plasma los años de juventud del presidente de los Estados Unidos alejándose ligeramente de la política y centrando su mirada en el trabajo como abogado incansable que realizó Lincoln en su búsqueda permanente de la justicia como lema y bandera.
Una manera diferente y apasionante de profundizar en la personalidad de un personaje histórico esencial interpretado con maestría por Henry Fonda, a través de una historia que nos descubre a la persona por encima del mito. Un trabajo en el que cada matiz tiene un peso importante dentro de un conjunto repleto de grandes escenas y planos de belleza conmovedora. Su desenlace, inolvidable, es la guinda perfecta para una de las primeras grandes obras maestras de Ford.
'Pasión de los fuertes'
Mi querida Clementine. ¿Qué sería de un buen western sin un tiroteo repleto de nervio y tensión? Ford, siempre sabio, lo sabía pero no caía en la tentación de entregar toda la responsabilidad de una obra a ese instante en el que cualquier personaje puede caer sin piedad. 'Pasión de los fuertes', más allá de ser la película que mejor ha contado el duelo en O.K. corral en la ciudad de Tombstone, uno de los sucesos más legendarios de la historia de los Estados Unidos; es todo un homenaje al clímax como concepto cinematográfico.
Cada segundo del largometraje está planteado, medido y concebido para llevarnos hasta ese tramo final que, lejos de no cumplir las expectativas, termina otorgando todo el sentido a la película. Ford redondea la jugada con dosis de romanticismo y drama, sentido del humor y miradas que hablan más que los disparos. Magistral de inicio a fin.
'Qué verde era mi valle'
Ganadora de 5 Oscar, incluyendo Mejor Película y Director (segundo consecutivo para Ford),'¡Qué verde era mi valle!' tiene una pesada cruz en su espalda que la acompañará siempre, quitarle la estatuilla a 'Ciudadano Kane'. No entraremos en comparaciones, porque no pueden existir dos trabajos más diferentes y porque no influye en absoluto a la valía de cada una de ellas, pero el tiempo debería haber sido más justo para esta obra maestra de John Ford.
El trabajo más emotivo del director, es también todo un tratado sensible y hermoso sobre la relación entre un padre y un hijo. Visualmente influenciada por el expresionismo alemán, '¡Qué verde era mi valle!' es una de esas películas capaz de poner el nudo en la garganta a través de mínimos detalles que elevan al conjunto al punto exacto en el que la perfección y la sensibilidad se dan la mano. Kane se quedó sin Oscar, sí, pero cuando uno ve por primera vez '¡Qué verde era mi valle!' puede pensar en todo menos en términos relacionados con la injusticia.
'Las uvas de la ira'
Cuando uno lee 'Las uvas de la ira', la impresionante novela de John Steinbeck, es imposible pensar que una adaptación cinematográfica consiga estar a su altura, que un cineasta sea capaz de captar todos los matices, sensaciones y reflexiones que sus inolvidables personajes transmiten en cada página. Sin embargo, si alguien podía llevarnos la contraria y demostrar que estábamos equivocados, ese era John Ford.
Retrato desolador sobre la Gran Depresión que sufrió Estados Unidos en los años 30, guiado por una familia que lucha contra viento y marea, arena y pobreza, dolor e incomprensión, por alcanzar un futuro mejor a través de un presente de marcado color negro, 'Las uvas de la ira' es una de esas películas capaces de capturar una sensación y no soltarla en ningún momento. Ford dirige con la precisión de un cirujano, cortando y sanando siempre en el momento apropiado, mientras Henry Fonda entrega la mejor interpretación de su carrera. Es una obra que duele, que deja poso, que se mantiene siempre alerta, honesta, brutal, necesaria. Imprescindible en todos los sentidos.
'La diligencia'
No es que el western necesitara una película como 'La diligencia', es que el cine ansiaba encontrarse con un trabajo así, con una obra que revolucionara un género anclado en la indiferencia. La clave estaba en otorgar a los personajes, tan variados como carismáticos, una profundidad psicológica y una complejidad narrativa que estuviera más allá del estereotipo. Ford lo entendió a la perfección y construyó una historia marcada por un equilibrio entre personajes e historia que no deja lugar a otra cosa que no sea la admiración.
Si a todo esto le sumamos una puesta en escena siempre perfecta, el descubrimiento histórico de John Wayne, con una presentación de levantarse y aplaudir, y una de las mejores escenas de acción jamás rodadas, tenemos una combinación perfecta. Uno de los westerns definitivos. Una de las mejores películas de la historia del cine.
'Centauros del desierto'
Para el American Film Institute, estamos ante la decimosegunda mejor película de todos los tiempos, siendo además el primer western que encontramos en la lista. Para Steven Spielberg, uno de los aprendices más destacados de la Escuela Ford, es la mejor película que se haya realizado, sin especificar género o década. Es evidente que, con semejantes antecedentes, lo más probable es que el exceso de expectativas acabe con ella sin piedad tras un primer visionado. Pues bien, sucede todo lo contrario.
'Centauros del desierto' es otro de esos westerns que están por encima de la simplona etiqueta de 'película del Oeste'. Aquí hay drama, soledad, acción, poesía y mucha, muchísima, melancolía. Ford no ofrece descanso a un espectador que asiste con el corazón en un puño a la historia de un hombre (soberbio John Wayne) que va en busca de los indios que se llevaron a su sobrina. Un punto de partida alejado de la excelencia pero que, en manos de Ford, termina convirtiéndose en el inicio de una película inabarcable en toda su impecable grandeza. Queda para la Historia, en medio de la perfección omnipresente, un último plano de los que ejemplifican porque el cine es arte.
'El hombre tranquilo'
Si tienes un mal día, si el ruido del mundo exterior es especialmente insoportable, si los problemas se acumulan en el pecho y todo parece estar siempre al borde del grito, pocas medicinas funcionan mejor que 'El hombre tranquilo'. Si nos centramos en sus aspectos puramente cinematográficos, estamos ante una de las películas más hermosas del Maestro Ford, que dirige con una sensibilidad y cuidado del detalle especialmente deslumbrante, ayudado por una pareja protagonista de las que se quedan a vivir en la memoria.
Cada gesto entre John Wayne y Maureen O'Hara es una demostración de talento y química. Si miramos más allá, si intentamos sumergirnos en las sensaciones que provoca su visionado, lo que tenemos es una fuente de alegría y optimismo incapaz de envejecer. Cualquier día mejora cuando lo acompaña 'El hombre tranquilo'. Uno de esos trabajos a los que conviene regresar muy a menudo para enamorarse una vez más de su banda sonora, sus paisajes, sus conversaciones, sus bares, sus casas, sus personajes. Y de una de las escenas románticas más maravillosas jamás vistas en una pantalla. La lluvia, Wayne, O'Hara y un primer beso inolvidable.
'El hombre que mató a Liberty Valance'
El western se reinventó, revolucionó y alcanzoó su (imbatible) cima con la crepuscular 'El hombre que mató a Liberty Valance'. La obra maestra definitiva de John Ford, es un constante paseo por la perfección narrativa y visual, por el dolor de un pasado que se clava en la espalda. Un recorrido por los traumas a media luz, la amistad sin defensas ni excusas, el inevitable paso del tiempo en una sociedad convulsa que no entiende de relojes.
La poesía que recorre cada fotograma de este trabajo prodigioso, sigue provocando una sensación de belleza y lirismo que resulta todavía inalcanzable para un género que nunca ha vuelto a llegar tan alto. Ford, acompañado de unos inolvidables James Stewart y John Wayne, tocaba el infinito con las manos. Imposible quedarse con una escena. Imposible olvidarse de ella a la hora de pensar en la lista de mejores películas de todos los tiempos. Página dorada del séptimo arte. El mejor Ford. Con todo lo que eso conlleva.