De acuerdo, pocas veces los Oscar premian a la mejor película del año. Eso es así y, a estas alturas, pocos rostros de sorpresa se deberían encontrar tras esta afirmación. Sin embargo, si nos fijamos atentamente a las ganadoras de la categoría reina de la última década, la teoría coge una fuerza todavía más contundente y, bueno, dolorosa. Porque, vale, aquí hemos venido a hablar de las grandes triunfadoras que pasaron directamente a la historia de los premios más importantes de Hollywood, pero si nos paramos a pensar en algunas de las rivales a las que batieron en su momento, y salen unas cuantas, la incomprensión es absoluta.
A lo largo de este especial vamos a hablar de las ganadoras del Oscar a Mejor película de la última década, ordenándolas además de menos a más. Es decir, regresaremos a 'En tierra hostil', 'La forma del agua', 'Green Book', 'Argo', 'The Artist', 'Spotlight', 'Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia)', '12 años de esclavitud', 'El discurso del Rey' y 'Moonlight'. Un conjunto de propuestas que, salvo alguna horrorosa y reciente excepción, no aceptan demasiada discusión en base a su calidad estrictamente cinematográfica.
Sin embargo, cuesta creer que su legado vaya a ser realmente importante a lo largo de los años, no quedando difuminado por el potencial de otras películas con las que compitieron en su momento y que, por distintas razones, terminaron compuestas y sin Oscar a Mejor película. En ese sentido, encontramos obras maestras de la talla de, atención, 'Up', 'Malditos bastardos', 'La red social', 'Toy Story 3', 'Origen', 'Cisne negro', 'El árbol de la vida', 'Lincoln', 'Amor', 'Gravity', 'Her', 'Boyhood (Momentos de una vida)', 'El Gran Hotel Budapest', 'Whiplash', 'Mad Max: Furia en la carretera', 'La llegada', 'La ciudad de las estrellas: La La Land', 'Call Me By Your Name', 'Dunkerque', 'Tres anuncios en las afueras', 'La favorita' o 'Roma'. Casi nada. Así son los Oscar. Así son los premios. Y así los queremos y odiamos, con la misma pasión. De eso se trata, ¿no?
Las ganadoras del Oscar a la mejor película de esta década, de peor a mejor
'Green Book'
'Green Book' tenía todo lo necesario para ganar el Oscar a Mejor película. Una historia de amistad basada en hechos reales salpicada con altas dosis de sentido del humor y buenas intenciones que, además, ancla su mensaje en el contexto racista del Sur de los Estados Unidos de los años sesenta. A todo esto hay que sumar dos actores entregados a la causa, Viggo Mortensen y Mahershala Ali, cuya química traspasa por completo la pantalla desde su primer encuentro. Lástima que, más allá de eso, estemos ante una película tan facilona, predecible, subrayada y, por momentos, ofensiva.
Y es que, aunque está claro que Peter Farrelly, director y co-guionista de la cinta, nunca ha sido especialmente sutil ni elegante en su discurso artístico, el principal problema de 'Green Book' es la manera en la que cae en todos y cada uno de los tópicos y lugares comunes de este tipo de cine bienintencionado, convencional, academicista y profundamente intrascendente en, precisamente, su búsqueda de trascendencia. Una propuesta que abraza la brocha gorda de principio a fin, tan vaga en lo formal como cuestionable en el tratamiento de su historia. En definitiva, la peor ganadora del Oscar a Mejor película de la década. Y con amplia distancia de sus rivales.
'El discurso del Rey'
En una de las ediciones de los Oscar más deslumbrantes de los últimos años, con nominadas de la talla de 'Cisne Negro', 'Valor de ley', 'Origen', 'Toy Story 3' o la mismísima 'La red social', este biopic sobre Jorge VI protagonizado por la tartamudez del monarca y la manera en la que superó esta situación, se hizo con los principales premios de la noche: Mejor película, Mejor actor, Mejor guion y, claro, Mejor director. Y David Fincher observando desde su butaca. Ver para creer. El tiempo ha puesto cada cosa en su sitio y la correcta propuesta de Tom Hooper, pese a ganar con los visionados algo de fuerza, continúa siendo uno de los trabajos más sobrevalorados de los últimos años.
Una historia amable, más cerca de la anécdota que de la grandeza histórica, interpretada con talento por dos inspirados Colin Firth y Geoffrey Rush que se observa con gusto y que se olvida al instante. Por su parte, Hooper adopta ese toque de academia obsesionada por el detalle que, pese a convertirse en algo parecido al sello de un autor, termina resultando repetitivo. Marca de la casa. El resultado, en definitiva, es un trabajo simpático. (Muy) A secas.
'En tierra hostil'
Desde su prólogo, abrumador de pura contundencia cinematográfica, 'En tierra hostil' desprende un nervio especial, un pulso deslumbrante, una contundencia a ras de arena, sudor y tensión. La intriga es, claro, una cuenta atrás, pero también el terror, la incertidumbre y la mano temblorosa bajo un cielo abrasador. No existe lugar para el mínimo fallo. ¿Un error? Adiós. En esa fina línea que separa el todo de la nada es el lugar exacto en el que la película de Kathryn Bigelow se mueve. Y en el que explota.
Además de ser una de las ganadoras del Oscar a Mejor película más sorprendentes de los últimos años, un logro que tiene mucho de histórico, esta cinta bélica de músculo férreo, mirada perdida y heridas sin cicatrizar, sirve para ejemplificar, por enésima vez, el talento de una directora tan incombustible como apasionante. Su manera de rodar, intensa, arrebatadora, impulsiva y equilibrada a la vez, es el gran atractivo de una cinta que se sufre desde la mirada. Y desde la taquicardia.
'La forma del agua'
La mirada de Sally Hawkins observando desde el otro lado del cristal del autobús. Richard Jenkins planteándose si ha nacido demasiado pronto o demasiado tarde. Un hombre pez pidiendo más música con la que observar a su compañera bailar en medio del frío de una cárcel disfrazada de laboratorio. Una lluvia torrencial de pasión desbordada sobre el techo de un cine de los de toda la vida, esos que habrían proyectado doscientas sesiones de 'La forma del agua' sabiendo que nunca faltarían espectadores que se acercaran a ella con una mezcla de expectativas y curiosidad.
Porque si algo tiene la última propuesta de Guillermo del Toro es un evidente mensaje de amor al cine como vehículo de sueños y frustraciones, evasión y realidad, conflicto y sangre, sí, pero también poesía y pasión. Más sexo que amor, más sudor que lágrimas. 'La forma del agua' no es perfecta, ni muchísimo menos, pero tiene algo especial. Y ese elemento identificable, más allá de un acabado visual maravilloso y un subrayado mensaje a favor de las minorías, es lo que la ha convertido en una de las ganadoras al Oscar a Mejor película más estimulantes, por lo distinto, de la última década.
'Argo'
Tras la fantástica 'Adiós pequeña adiós' y la soberbia 'The Town. Ciudad de ladrones', todavía hoy su mejor película tras las cámaras, 'Argo' terminaba de confirmar lo que para muchos ya era algo cercano a una rotunda evidencia: Ben Affleck es mucho mejor como director que como actor. Y, cuidado, no hablamos de un mal intérprete, ni mucho menos, pero el talento del protagonista de 'Perdida' a la hora de contar historias es especial, mucho más clásico de lo esperado y marcado por una precisión narrativa realmente notable.
En el caso que nos ocupa, Affleck se sirve de una de esas historias reales capaces de superar cualquier tipo de ficción para construir un thriller modélico en el fondo y en la forma, tan divertido como vibrante, tan elegante como conmovedor, tan inspirado como intrigante. Todos los elementos de la cinta están perfectamente medidos para conseguir atrapar al espectador desde su espléndido inicio hasta uno de esos clímax finales que cortan la respiración. En definitiva, una propuesta que funciona de manera envidiable a la hora de cumplir sus objetivos.
'12 años de esclavitud'
Un hombre ahorcado, a punto de morir asfixiado, con sus pies rozando el barro de una tierra hecha de sangre, lágrimas y lluvia, observa el infinito con la mirada perdida. Al fondo, mientras tanto, un conjunto de esclavos continúan sus tareas, limpian los platos, recogen la suciedad, se preparan para otra jornada en el campo de algodón. Unos niños corretean y juegan entre risas. Miran a otro lado. Conviven con el horror. Son conscientes de que acercarse a ese hombre puede conllevar un castigo inmediato. Otro latigazo. Otras mil cicatrices. Esa escena, sin necesidad de apoyo musical, con un silencio aterrador como única banda sonora, condensa todas las virtudes de '12 años de esclavitud'. La poesía y el miedo, la crudeza y la belleza, el horror y el cine.Y es que, la tercera película de ese señor llamado Steve R. McQueen al que también podemos empezar a llamar genio, tiene cantidades de gran cine pero, también, de cine relevante, que deja poso.
La biografía real de Solomon Northup podría haber caído, con indiscutible facilidad, en el terreno lacrimógeno y épico que este tipo de historias ofrecen en cada giro de guión pero, afortunadamente, McQueen, tras la notable 'Hunger' y la excelsa 'Shame', esquiva las trampas y nos pone el nudo en la garganta a través de la conmoción. Su película te agarra, te zarandea, te golpea y, finalmente, te conmueve sin artificios, sin grandes discursos, simplemente poniendo la cámara en la espalda castigada de los esclavos, despertando la incomprensión absoluta ante uno de los sucesos más terroríficos de nuestra humanidad, convirtiendo una plantación, un granero, un bosque, en un campo de concentración donde los atardeceres bucólicos esconden el horror más terrenal. Muchos soñaban con el Oscar a Mejor película para la excepcional 'Gravity', pero pocos elementos en contra se pueden ubicar frente a un trabajo tan maravilloso como '12 años de esclavitud'.
'Moonlight'
La búsqueda de la identidad propia, acompañada del nacimiento de una certeza acompañada por infinidad de dudas, tiene poco de poético y mucho de complejo. Encontrar las palabras para definir lo indefinible es más una verdad absoluta que una intuición, por lo que el mérito del director Barry Jenkins y su 'Moonlight' es, por puro cálculo, inmenso. La clave, una vez más, está en la mirada. La infantil, adolescente y adulta. Tan diferentes como unidas por el hilo invisible de un fantasma que siempre ha estado ahí y solamente ha encontrado un instante para sobrevivir anclado en la memoria de nuestro protagonista. Un mar de madrugada que asiste, hipnotizado, al origen de una herida convertida en tabla de salvación, en el único refugio en el que se puede, y debe, ser libre. ¿Había otra salida que no fueran los versos para contar algo así?
'Moonlight' no lo cree, y por eso alcanza de manera muy notable todos y cada uno de sus objetivos emocionales, que no están relacionados en ningún momento con la exhibición de poder dramático para todos los públicos, apostando todo a la poesía. Justo lo que necesitaba una historia, la de Chiron, lastrada por la prosa más dolorosa y frustrante del mundo. Por eso, cada destello de amor, incluso aunque su forma sea platónica, de suspiros o de ternura, nos conquista por completo. La belleza siempre efímera de la supervivencia. Incluso los más apasionados de 'La ciudad de las estrellas (La La Land)' hemos aprendido a amar 'Moonlight' por encima de sobres y premios. Ni una duda, estamos ante una extraordinaria película y una digna, incluso emocionante, ganadora del Oscar a Mejor película.
'The Artist'
Si alguien nos hubiera dicho que una de las mejores películas de 2011 sería muda y estaría rodada en blanco y negro, bueno, seguramente habríamos pensado que se trataba de una broma. Pero, en otra de las piruetas que hacen que amemos a esta maravillosa joya, resulta que se trataba de una realidad pura y dura. A lo largo de 100 minutos que pasan como un suspiro, 'The Artist' nos sigue conmoviendo con imágenes, gestos y momentos de puro cine, con la simple ayuda de, por ejemplo, un perchero, unas tomas falsas o una frase escrita en un espejo.
Y sí, el milagro fue posible y un cine pudo quedarse en silencio absoluto en pleno siglo XXI, escuchando con complicidad y emoción las risas y los suspiros de unos espectadores cautivados ante la historia de George Valentin y Peppy Miller. El mundo exterior desaparece y, para cuando vuelve el sonido y los colores, uno se descubre sonriendo, feliz, con el corazón lleno y los pies bailando claqué. A 'The Artist' le han surgido muchos, muchísimos detractores, pero sigue siendo una más que justa ganadora del Oscar a Mejor película. Y un auténtico chute de felicidad en vena.
'Spotlight'
Cuesta ser objetivo, mea culpa, a la hora de hablar de una profesión sobre la que ha girado toda tu vida profesional, pero las emociones se disparan cuando encuentras una obra que captura la esencia de un modo de vida de la manera en la que lo hace 'Spotlight'. Una historia basada en hechos reales y protagonizada por unas personas normales que, sencillamente, intentaron hacer su trabajo de la mejor manera posible, comprometidas con un modelo de periodismo que llegaba a su fin y que lo hizo con todo el rigor, la profesionalidad y la pasión posible. Pero que nadie se confunda, 'Spotlight' también ofrece una más que sana autocrítica al gremio, dando forma a un discurso en el que todos tienen parte de culpa. Un gesto que honra una película, por encima de cualquier otra cosa, necesaria.
Remover conciencias y estómagos, poner el nudo en la garganta, despertar la rabia desde la calma, objetivos todos ellos que se cumplen de lleno con una propuesta que en ningún momento cae en lo pretencioso o en la grandilocuencia. Humilde en su grandeza, 'Spotlight' es uno de esos trabajos que llegan muy de vez en cuando para recordarnos el poder que tiene el cine más allá del entretenimiento puro y duro, la importancia de un arte que, al igual que el periodismo, sirve para mostrarnos la (dolorosa) verdad de nuestra propia humanidad. Si amas el periodismo, amarás 'Spotlight'. Si amas el cine, también. Ni más, ni muchísimo menos, que una gran película. Y el precioso homenaje al crepúsculo de una vida dedicada a contar historias. En pantalla y en papel. Un Oscar a Mejor película que sigue mereciendo muchísima más reivindicación y celebración.
'Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia)'
Después de hundirse en el barro más denso con 'Biutiful', Alejandro González Iñárritu se planteó acercarse a la comedia por primera vez en su carrera. Más allá del capricho, uno intuye que se trata de una decisión necesaria, buscar aire tras bucear durante tantos años en medio del lado más dramático de la vida, ese que roza con la punta de los dedos el sufrimiento. ¿Y qué mejor para buscar la carcajada que el reírse de uno mismo? El director plantea con 'Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia)' otra reflexión, la del ego y el peso de la fama sumado al paso del tiempo, para profundizar sobre el universo de Hollywood, lo que representa, lo que necesita para alimentarse y la falta de piedad de muchos de sus representantes. Un lugar en el que las películas de superhéroes marcan el ritmo de la industria y en el que sobrevivir a ellas, y a su correspondiente fama, es algo casi imposible.
Una propuesta arriesgada que apuesta por un reto visual de primera categoría. Orquestada como un tour de force técnico deslumbrante con un (falso) plano secuencia único a través del cual se desarrollan sus dos horas de metraje, 'Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia)' es una montaña rusa de sensaciones en las que los diálogos de oro, convertidos en balas y abrazos, marcan un ritmo incansable. Una película que atrapa, que vuela libre, que se arriesga y gana, que se desmarca del resto a través de la medida desmedida, de la locura controlada, de la pasión hacia un oficio y de la capacidad de ser autocrítico. Hollywood entendió la broma y decidió coronarla con 4 Oscar, entre ellos el de Mejor Película. Y ahí sigue, sobrevolando el eco de toda una década.