Descubrir a Paul Thomas Anderson a estas alturas está de más. Por si acabas de llegar, resumiendo mucho, estamos hablando de un genio. Total y absoluto. Uno de los grandes cineastas que nos ha regalado el cine americano en las últimas décadas, un tipo con, al menos, tres obras maestras bajo el brazo, 'Boggie Nights', 'Pozos de ambición' y, especialmente, 'Magnolia', su cima. Alrededor de ellas encontramos un notable debut y otros cuatro trabajos tan polémicos como arriesgados, la desconcertante, para bien, 'The Master' y las desconcertantes, a secas, 'Embriagado de amor' y 'Puro vicio'.
En cualquier caso, pese a esos pequeños baches, cuando uno se acerca a la nueva película de un director como Thomas Anderson, espera (absolutamente) todo de ella. Teniendo en cuenta su evolución, al puro placer visual, impecable, se suma un desafío como espectador, un reto admitido por ambas partes, un pulso en el que siempre sale ganando el cinéfilo, aunque esa victoria simplemente sea en forma de opción para la polémica y el debate. En definitiva, se trata de un cine siempre dispuesto al debate, el análisis y la reflexión. Joyas (muy) por encima de la media.
A continuación, repasamos todas y cada una de ellas ordenándolas de peor a mejor. Aunque, para ser honestos, lo justo sería decir que están calificadas del notable a la matrícula de honor. Es lo que tiene ser un clásico contemporáneo de la talla de Paul Thomas Anderson. Nunca es tiempo perdido acercarse a sus excelsas creaciones.
El cine de Paul Thomas Anderson, de peor a mejor
'Puro vicio'
Para encontrar algo parecido a un error grave en la carrera de Paul Thomas Anderson tenemos que echar la vista atrás hasta llegar a 'Puro vicio', la adaptación de la novela firmada por Thomas Pynchon. Aquí estamos ante la primera decepción mayúscula, el primer disparo al pie de un autor en toda regla que, en esta ocasión, se dejaba llevar más de la cuenta. Todos los elementos están en pantalla, todos los personajes se presentan como piezas de una delirante partida de ajedrez entre estúpidos y, sin embargo, por el camino perdemos precisamente al que debería haber sido cabeza visible de todo el conjunto: Thomas Anderson.
Prescindiendo de manera voluntaria de la épica formal marca de la casa, el director estadounidense se lanza de lleno al universo Pynchon sin aportar una pizca de su desbordante personalidad, obsesionado con transmitir ese aroma psicodélico y atontado de una historia que no deja de ser un romance clásico y algo tópico adornado, eso sí, por diálogos pedantes y excesivo; somníferos automáticos que, tras una primera media hora que en absoluto parece anticipar el despropósito posterior, terminan haciendo su efecto.
'Embriagado de amor'
A estas alturas no existen dudas a la hora de celebrar a Paul Thomas Anderson como uno de los directores más atrevidos y personales nacidos en el seno de la industria en los últimos años, una evidencia tan grande como el incontestable talento que atesora y que le permite jugar en la liga de los clásicos contemporáneos. Sus películas siempre se han ubicado en arenas movedizas, esquivando géneros y etiquetas.
El mejor ejemplo de ello lo tenemos en 'Embriagado de amor', terrible traducción del evocador título original, 'Punch Drunk Love', en la que el cineasta convirtió lo que a todas luces parecía una comedia romántica clásica en un ejercicio de cine marciano marcado por una historia tan absurda como imprevisible, tan deslumbrante a nivel visual, marca de la casa, como indescifrable en términos argumentales. Con la mejor versión posible de Adam Sandler, impecable de inicio a fin, 'Embriagado de amor' está muy lejos de ser una película perfecta, de hecho se trata de uno de los trabajos menores del cineasta, pero cuesta no aplaudir su valentía y riesgo aceptado.
'Sydney'
Tras probar suerte en el mediometraje ('The Dirk Diggler Story' y 'Cigarettes & Coffee'), Paul Thomas Anderson se estrenaba en el largometraje con 'Sydney', una propuesta cuyo principal mérito residía en convertir los tópicos y lugares comunes más reconocibles del cine negro en algo nuevo y apasionante.
Partiendo de una trama mucho menos compleja de lo que parece, firmada por el propio Thomas Anderson, la película camina siempre con paso firme, mostrando una seguridad y una libertad marca de la casa que se ha mantenido intacta desde entonces, permitiendo que la cámara se mueva siempre a su antojo, buscando siempre la mejor solución posible a nivel visual y engrandeciendo con su elegancia el resto de elementos narrativos. En definitiva, 'Sydney' funciona a la perfección como debut deslumbrante, golpe de la mesa inicial con el que situarse en el mapa a lo grande. Paul Thomas Anderson había llegado para quedarse. De los casinos al infinito.
'The Master'
La historia de estas dos bestias salvajes, de dos animales impulsivos, atormentados, títeres en manos de una idea o un trauma, profundamente doloridos, escondidos tras alcohol y discursos, terapias y torturas, golpes y soledad, sigue resonando como un eco en medio del desierto. Uno no sabe de donde proviene la potencia de una obra como 'The Master' pero no ceja en su empeño de intentar encontrarla. Sabe que está viendo algo magnífico y, al mismo tiempo, profundamente repulsivo. El Lancaster Todd que crea el inmenso Philip Seymour Hoffman, un encantador de serpientes dominado por una cobra cerebral y aterradora (espectacular, otra vez, Amy Adams) no necesita más que su voz para penetrar en las mentes derrotadas tras la cobardía, la ingenuidad o la guerra que nunca termina.
El Freddie Quell que crea ese gigante llamado Joaquin Phoenix, un perro salvaje, borracho, primigenio, impulsivo, refugiado en el sexo salvaje y enfermizo, refleja en su mirada la cárcel mental en la que se encuentra encerrado, la esperanza por buscar una solución, un reencuentro, una compañía en la butaca de al lado. Su relación, fraternal, tóxica, tierna, infantil, enferma, es el centro de una película que utiliza el origen de la Cienciología como mera excusa para profundizar en el cerebro de dos mentes destruidas, convertidas en restos de un naufragio emocional que jamás podrá superarse. Todo el mundo necesita agarrarse a algo para no caer, un paraguas para soportar la tormenta, una voz para aguantar el silencio. 'The Master' no es una obra para todo el mundo, está claro, pero no es menos cierto que se trata de una obra maestra. De inicio a fin.
'Boogie Nights'
El camino sencillo para hablar de 'Boogie Nights' es citar a Martin Scorsese como luz y guía de un Paul Thomas Anderson desatado que, tres años antes de cumplir los treinta, firmó la primera obra maestra de su carrera. Incontestable.
Ambientada en los comienzos de la industria del cine porno en los Estados Unidos, finales de la década de los setenta, el cineasta se descubre como un narrador excelso capaz de equilibrar cada una de las historias que nos vamos encontrando a lo largo de casi tres horas, que pasan como un suspiro, con un pulso maestro, entregando alguna de las escenas más memorables de toda su trayectoria y haciendo del virtuosismo una pieza fundamental dentro del conjunto. Nada falta y nada sobra en una película que crece y crece en su camino hacia el inevitable infierno para concluir en el principio de todo: el talento de Paul Thomas Anderson. Ya no se trataba de pistas e intuiciones, estábamos ante un genio.
'Pozos de ambición'
Adaptando una novela de Upton Sinclair, Paul Thomas Anderson entregó con 'Pozos de ambición' una lección sobre como dar forma un guion soberbio y como manejar de manera perfecta el ritmo de los acontecimientos. Un logro absoluto que se extendía, por supuesto, a su labor detrás de las cámaras, donde el director parecía sentirse como pez en el agua frente a una historia de excesos, amor paternal, sufrimiento, tensión, y sobre todo, constantes luchas psicológicas en las que no existe la piedad ni la compasión.
Y es ahí, en el lugar en el que otros directores habrían sucumbido, donde Paul Thomas Anderson emerge de nuevo como un cineasta con mayúsculas, capaz de construir, con la inestimable ayuda de la impresionante fotografía de Robert Elswit y la obsesiva, compleja y fascinante banda sonora de Jonny Greenwood, escenas tan maravillosas como el viaje en tren de un memorable Daniel Day-Lewis, el incendio de la base petrolífera o la conversación final entre el padre e hijo. A estos momentos habría que añadir muchísimos más en la que es una de las direcciones más perfectas que se han visto en las últimas décadas, ejemplificada en unos primeros veinte minutos convertidos en toda una celebración del cine en estado puro. Un golpe en el estómago que mantiene intacto su poder de conmoción.
'Magnolia'
'Magnolia' llegó en el tiempo de descuento para convertirse, de manera automática, en una de las mejores películas de la década de los noventa, la confirmación de un cineasta, Paul Thomas Anderson, como una de las voces más interesantes, atrevidas y deslumbrantes de su generación. Casi doscientos minutos de historias cruzadas repletas de instantes de una emoción extraña pero profundamente conmovedora, capaces de generar instantes de un poder indescriptible a través de un conjunto de personajes memorables interpretados por uno de esos repartos tan espectaculares que cuesta creer que sea de verdad.
Así, Thomas Anderson se sirve de las mejores versiones posibles de, atención, Tom Cruise, John C. Reilly, William H. Macy, Julianne Moore, Philip Seymour Hoffman o Alfred Molina, entre muchos otros, para construir un monumento narrativo repleto de sorpresas, risas, lágrimas, canciones y lluvia de ranas. 'Magnolia', con un paso del tiempo que no le ha afectado en absoluto, ha crecido año tras año desde su estreno en 1999 hasta convertirse en una de las películas más importantes de los últimos tiempos. Las mayúsculas son obligatorias: Obra Maestra.