Llegó el lunes y la amenaza de que las salas llenas fuesen solo consecuencia del fin de semana desapareció. Y es que, de nuevo, pudo constatarse la afluencia masiva a las proyecciones de la tarde y la noche en una edición que presumiblemente se convertirá en la más exitosa a nivel de público en la corta historia del festival andaluz. Es lo que suele ocurrir cuando los programadores ofrecen propuestas atractivas, la organización funciona como un reloj y, sobre todo, las instituciones apoyan unánimemente y promocionan un certamen en cuyo éxito creen, sin interferir en la organización y olvidando las guerras partidistas.
El primer pase de prensa de la mañana de ayer nos permitía ver el flamante 'León de Oro' del último Festival de Venecia. El documental 'Sacro Gra', tuvo el honor de convertirse en la primera obra de no ficción que se llevaba el máximo galardón del certamen italiano el pasado mes de septiembre. De sorprendente éxito comercial en su país donde ha llegado a liderar la taquilla, muestra las vidas de una serie de curiosos personajes que habitan junto a la gran autovía de circunvalación de Roma que menciona el título del film.
Gianfranco Rosi ofreció tras la proyección una interesantísima rueda de prensa, tanto o más que el propio film, trazando un paralelismo entre la carretera que marca el inicio del extrarradio romano y las antiguas murallas medievales: una barrera artificial que intenta en vano separar dos mundos y dos clases sociales, para alejar u ocultar sin éxito lo marginal. Subrayó el director la evidente dificultad del proceso de montaje y su voluntad de extraer la verdad de los personajes en un instante dentro de las muchas horas grabadas. Y a su vez, explicó que trataba de crear un todo homogéneo en el que cada historia aportara algo a la anterior y dialogase con ella. El resultado es notable.
También en sección oficial a concurso, como el documental de Gianfranco Rosi, se presentaba 'Stray Dogs' del malayo Tsai Ming Liang, incluída en este certamen de cine europeo con la coartada de ser una coproducción entre Taiwán y Francia. Su proyección responde a una valiente apuesta por la inclusión de cine en los márgenes, que renuncia por completo a la narrativa convencional y al ritmo del cine comercial. Eso que algunos llaman 'cine experimental', con todas sus consecuencias. 'Stray dogs' es una historia paternofilial no apta para todos los paladares, algo de lo que da fe este frustrado cronista, que solo encuentra bostezos donde otros hallan poesía.
Más accesible al público, aunque no exenta de crudeza y de un estilo seco y poco acomodaticio, es la húngara 'El gran cuaderno', basada en una conocida novela de Agota Kristof (editada en España por Seix Barral) y que recuerda vagamente en su atmósfera opresiva a la española 'Pa Negre', aunque en lo formal guarde el sello de los nuevos cines del este. Su director János Szász y sus intérpretes suenan con fuerza para al palmarés, tras conmocionar a la audiencia con su historia de infancia profanada por la brutalidad de la guerra.
Homenaje y Nuevas Olas
Dejando a un lado la competición oficial, la otra cita fuerte del día fue la presencia del homenajeado Leos Carax, que compareció ante la prensa con gesto adusto y huidizo ante las preguntas de los periodistas, dejando perlas del nivel 'nunca he visto ninguna de mis películas' o 'hablar de mis gustos cinematográficos es algo demasiado personal'. Sobre el interés por el cine de superhéroes del autor de 'Holy Motors', cuya obra completa es objeto de una retrospectiva en Sevilla, hablaremos separadamente en una nueva crónica que repasará lo dicho ayer por el cineasta francés en rueda de prensa.
Por último, una breve y doble mención a sendas películas incluídas en la sección 'Nuevas Olas'. La sueca 'The Reunion', es una atractiva propuesta que acaba pareciéndose más a una broma pesada, que al ejercicio de exorcismo personal y metalenguaje que su directora Anna Odell quiere construir fallidamente. Más interesante es la alocada comedia francesa 'La fille du 14 juillet' de Antonin Peretjatko, mezcla imposible de Jacques Demy y las comedias ochenteras de Zucker y Abrahams, que por momentos también parece parodiar a Eric Rohmer. Funciona como un reloj, generosa en gags desternillantes durante su primera hora. Después pierde fuelle, pero aún así deja el buen recuerdo de una pequeña curiosidad nada desdeñable.