En 1986, Robert Harmon dirigió una más que acertada película mezcla de terror y thriller en clave de road movie llamada 'The hitcher', estrenada por estos lares bajo el título de 'Carretera al infierno' en una, como siempre, fiel traducción del original. Protagonizada por Rutger Hauer, C. Thomas Howell y Jennifer Jason Leight, la película contaba la historia de un joven que, mientras transportaba un coche de Chicago a San Diego, detenía a un autoestopista que resultaba ser un psicópata.
Fiebre de remakes
Como consecuencia de la escasez de ideas en el gremio de guionistas hollywoodienses, era de esperar que, tarde o temprano, se realizara un remake o, en su defecto, una segunda parte de 'Carretera al infierno'.
Y así ha sido.
En esta ocasión, los actores escogidos son los desconocidos Zachary Knighton y Sophia Bush, con Sean Bean ('El señor de los anillos', 'Equilibrium', 'Troya', 'Silent Hill') como único rostro conocido junto al de Neal McDonough. En este remake producido por Michael Bay, o lo que es lo mismo, por los productores de los también remakes de 'La matanza de Texas' y 'La morada del Miedo', una pareja que se dispone a iniciar sus vacaciones decide recoger a un autoestopista al que casi atropellan en mitad de la noche. El autoestopista, de nombre John Ryder, resultará ser un psicópata que tratará de inculpar sus anteriores crímenes a los dos jóvenes.
Lo cierto es que no recordaba demasiado la película de Robert Harmon, por lo que ayer mismo me dispuse a ver la versión original de 'Carretera al infierno' con tal de refrescar mi memoria, y si una cosa le quedó bien patente a un servidor es que Rutger Hauer, a pesar de un triste doblaje, da bastante más miedo que Sean Bean, gracias sobretodo a una escena introductoria verdaderamente escalofriante, en la que el holandés hace gala de un todo un compendio de miradas y gestos que consiguen ponernos incómodos en apenas unos minutos.
Y es que, a pesar de resultar prácticamente idéntica en cuanto a formato, la presentación del personaje de John Ryder en este remake carece de diálogo, por lo que Sean Bean apenas sí puede servirse del maquillaje y de su lenguaje corporal para ponernos incómodos desde un buen comienzo. Y lo mismo sucede durante el resto de la película. A eso hay que añadirle que, a diferencia de la primera entrega, en este remake nos encontramos con un conductor y su acompañante, por lo que el pánico que el personaje de C. Thomas Howell veía acrecentado por la sensación de soledad queda totalmente obviado en esta revisión a cargo de Dave Meyers, que hasta el momento tan sólo había dirigido videoclips.
¿El resto? Bastantes escenas prácticamente idénticas, un mayor presupuesto, algo más de casquería... Y poco más. A pesar de todo, Sean Bean realiza una buena labor, sobretodo si el espectador no tiene fresco el referente del replicante, y la película, en líneas generales, se deja ver, a excepción quizá de un final algo exacerbante en el que un servidor ha tenido por momentos la sensación de estar viendo en el personaje de Sophia Bush a una suerte de Sarah Connor de serie B.
Totalmente prescindible, pero tampoco llega a resultar insultante.