La película más esperada de la presente edición del Zinemaldia y la gran apuesta española del año, no sólo en nuestro país sino también fuera de nuestras fronteras. 'Lo imposible' recrea con magnificencia la catástrofe, el tsunami que asoló el sudeste asiático a finales de 2004, y para ello no escatima en medios, tanto en los técnicos como los humanos. Una apuesta arriesgada, segundo largometraje de Juan Antonio Bayona tras la exitosa 'El orfanato', un mastodóntico proyecto que se propone lo máximo en pos de lograr su objetivo: impactar al espectador, revolverlo en su asiento, despertar nuestros instintos más primarios, que sintamos la tragedia en nuestro propio cuerpo... Los recursos pueden ser discutibles, no así el resultado, 'Lo imposible' consigue todo lo que se propone y más.
Con una factura que no tiene que envidiar en ningún momento a los grandes blockbusters de acción del cine norteamericano, con un presupuesto que ronda los 30 millones de euros; nadie diría que han logrado esto con tan poco. El resultado es tan impresionante que nada desentona en esta espiral de destrucción y catástrofe emocional, no hay detalles en los que tengas la inevitable y desagradable sensación de que lo que estás viendo es virtual. Los decorados son impresionantes (estudios de Ciudad de la Luz), las localizaciones también (han rodado escenas en la misma Tailandia) y lo que han conseguido empleando el ordenador es excelente. Escenas como el desborde del tsunami son de un impacto y magestuosidad a los que solo se había acercado Clint Eastwood en 'Más allá de la vida' y la película reparte escenas de una fisicidad extrema, llegando a sentir las heridas de los personajes. No debería arrasar únicamente en las premios técninos de los Goya, si hubiera justicia tendría opciones muy serias de llevarse el Oscar a los mejores efectos especiales.
El heredero de Spielberg
'Lo imposible' conecta con el público porque da lo que se pide, ofrece el impacto emocional que la audiencia requiere; hasta el punto de llegar al desmayo de alguna de las asistentes en los pases del Kursaal (ya tienen estrategia promocional). Bayona capta las enseñanzas de su maestro, un Steven Spielberg del que nunca ha negado su influencia y al que homenajea de manera evidente durante toda la película. Si la llegada del tsunami es tal cual aparición de Tiburón, recalcando la venida de la ola con la música, su tratamiendo de las emociones es algo de lo que el director estaría muy orgulloso. Los niños, que son lo mejor de la película de largo, son muy Spielberg, incluso la aparición de un niño rubísimo (uno de los muchos efectismos gratuitos que emplea el guión) con la intención de tocar la fibra sensible. Todo está milimétricamente calculado para manipular emocionalmente al espectador, no sólo mostrando los efectos de la tragedia de una manera extrema, sino que antes de tener tsunami ya se nos está preparando con escenas tremendamente almibaradas, de anuncio de agencia de viajes, que resaltan unas vacaciones idílicas que nunca podrán ser rotas.
La acción se centra exclusivamente en el horror de esta familia, basada en las experiencias reales de una familia española (a la que obviamente han americanizado) que sobrevivió al desastre. Bayona muestra especial interés en que el espectador sepa que es una historia verdadera (recalcándolo hasta dos veces en los créditos de introducción del film) que supera lo imposible. Y esa es la base de la película, una lucha por la supervivencia sin ninguna lectura a mayores, con un fuerte apego a sus personajes. Una batalla física y emocional para que todo el núcleo familiar salga con vida de la zona. Bayona demuestra un excelente sentido del espectáculo, con un guión que nuevamente es incapaz de dar forma más allá de su premisa, a pesar de contar con una muy convicente Naomi Watts; es un director que debería preocuparse en el futuro por hacer vehículos de lucimiento en la industria americana, de acción y muchos tiros (que las necesitamos), más que títulos que pueden dar mucho más de sí pero luego se quedan en el camino. Los envuelve con una pretenciosidad que conecta con el público, es cierto, pero que quitada su chapa y pintura tienen poca sustancia.
¿Honesta o rebasa la línea?
Entramos en el territorio escabroso de esta crítica, hablar de manipulación emocional que inunda la película. Una utilización del público que en sí no es mala, ha caracterizado al cine de Spielberg durante décadas y nos ha regalado títulos para la historia del cine; sí lo es cuando rebasa la línea de lo decente. Se trata de una apreciación personal, algo que no comparten buena parte de las personas que han visto 'Lo imposible', pero en mi opinión la película termina siendo intolerablemente morbosa. Es cierto que es un engaño que va de cara, del que eres consciente desde la primera escena, pero sobrepasa tanto lo sentimentaloide que se convierte en pura carnaza, en morbo por el morbo, un gratuito artificio perfecto para el público de la cadena Telecinco.
Bayona ha acabado traicionado a Spielberg. 'Lo imposible' está tan plagada de artificios que termina pervirtiendo el espíritu de la historia. La música subraya hasta el infinito las emociones, los hechos van incluyendo hasta el aspecto más rocambolesco posible, detalles (pelota, refresco de cola, nota)... todo está tan calculado que la película pierde naturalidad, credibilidad. El tsunami ya es suficientemente impactante por sí solo como para resaltar hasta el exceso sus consecuencias. No es necesario llegar al delirio, aunque puede que sólo sea cuestión de dejarse tragar por la propuesta. Tampoco es mi tipo de película.