Como un león escondido esperando paciente el mejor momento para rugir y dejarnos a todos temblando. Como un fugitivo que escoge el día y la hora exacta para coger el tren correcto que le lleve camino a la libertad. Como el héroe llorado que parecía perdido y regresa con la cabeza levantada. Así es Edward Norton, un actor inmenso que muchos dimos por muerto antes de tiempo y que, en los últimos años, nos ha demostrado estar plenamente equivocados. Mejor así. Durante mucho tiempo, Norton fue considerado uno de los mejores actores del mundo y, desde luego, el más sobresaliente de su generación. Desde luego, sobraban argumentos, películas e interpretaciones como para abrazar esta afirmación sin miedo.
Ni su conocido temperamento en los rodajes, insoportable para muchos de sus compañeros de reparto y para los directores que tenían que lidiar con un animal en permanente estado de furia, consiguieron anular la sensación general de estar ante un actor destinado a hacer historia, seguro de sí mismo, para bien y para mal, y capaz de superarse proyecto a proyecto. Contaba con el respaldo unánime de la crítica y con la siempre codiciada admiración del público. Ya sabéis aquello de: "¿Edward Norton? Mi actor favorito". Pero, de la noche a la mañana, todo cambió. De repente, nos quedamos sin Norton, nos quedamos sin la evolución prometido y, lo que es peor, perdimos al actor impecable al que nos habíamos acostumbrado.
Elecciones de papeles más que discutibles, trabajos llevados a cabo con evidente piloto automático, errores mayúsculos para una carrera a la que se le apagó la luz de la manera más inesperada posible. Hasta que, de nuevo a través de la sorpresa, Norton regresó al tablero y nos dimos cuenta de inmediato de que el gigante seguía ahí. Una nueva oportunidad que, a día de hoy, disfrutamos como si fuera la primera. De momento, sigue siendo una sensación demasiado cercana a la nostalgia más que a la realidad, ya que no podemos negar que estamos esperando con impaciencia un nuevo papel que esté realmente a su altura, pero no podemos negar que volver a disfrutar de Norton en plenitud de facultades es uno de los mayores regalos que nos ha dado Hollywood en los últimos años.
Mejores películas de Edward Norton
'American History X'
Tras el estreno de 'American History X' en 1998, tanto crítica como público parecieron ponerse de acuerdo, cosa extraña, para ensalzar la transformación física y el recital interpretativo de un Edward Norton que, después de 'Las dos caras de la verdad' y 'Rounders', se confirmaba como el actor a seguir con más atención de su generación. Y lo hacía, además, con la mejor película de su carrera, una obra maestra compleja, atrevida, valiente y, finalmente, profundamente conmovedora.
Un animal herido por un pasado incapaz de cicatrizar; un golpe en el estómago de los que dejan un eco duradero que se instala en la memoria. 'American History X' podría haber caído en el subrayado insoportable y en el sermón fácil al espectador pero, afortunadamente, esquiva todas las trampas y termina entregando un drama inolvidable, una historia repleta de escenas redondas, la mayoría de ellas elevadas al infinito por la presencia, el carisma y la grandeza de un intérprete único. Edward Norton nunca ha estado mejor. Y eso son palabras muy mayores.
'La última noche'
Cargar sobre tus hombros con todo el peso de una historia y ser consciente de que un fallo tuyo puede lanzar al abismo a un conjunto de elementos que dependen exclusivamente de ti, debe ser algo similar a sentir todos los nervios del mundo resumidos en un guión. Excepto, claro, si eres uno de esos intérpretes únicos capaces de aceptar cualquier reto por peligroso e imposible que parezca. Y Edward Norton es, sin discusión, uno de ellos. Por eso, a nadie le debe sorprender el recital auténtico que el actor ofrece en 'La última noche', una de las mejores películas, puede que la mejor, de la extensa trayectoria del director Spike Lee.
En ella, Norton se mete en la piel de Monty Brogan, un tipo condenado a siete años por tráfico de drogas al que solamente le quedan 24 horas de libertad antes de ingresar en prisión, construyendo uno de esos personajes tan complejos como apasionantes, melancólico y asustado, fuerte y débil casi al mismo tiempo. Un papel al que el actor se entrega desde las mismísimas entrañas y con el que consigue, como pocas veces en su carrera, desaparecer por completo en la pantalla. No vemos a Edward Norton, sufrimos, entendemos y nos emocionamos con Monty.
'El club de la lucha'
Edward Norton, en esos años en los que era, con diferencia, el mejor actor del mundo, agarraba la mano de una inmensa Helena Bonham Carter para observar el caos de toda una sociedad representada en fuego y furia. Edificios cayendo, los Pixies sonando y las personalidades dobles flotando en un ambiente de sangre, ruinas y fantasmas que fabrican pastillas de jabón. Un punto y final inolvidable a 140 minutos de cine valiente, explosivo, arriesgado y magistral. Todo era imprevisible, delirante y brutal en esta obra maestra que no ha perdido ni un ápice de su poder. Lo mismo que ocurre con el hipnótico, deslumbrante trabajo de un Edward Norton prodigioso. Una película y una interpretación legendaria.
'Las dos caras de la verdad'
Si hablamos de matices, de gestos mínimos capaces de desarmar por completo al espectador hasta hacerle dudar de su misma sombra, 'Las dos caras de la verdad' sigue siendo una de las cimas indiscutibles de la carrera de Edward Norton. Y es que, el trabajo que realiza el actor en esta entretenidísima intriga judicial firmada por Gregory Hoblit, es de una delicadeza absoluta, marcada por un control de recursos primorosos.
Por supuesto, el personaje del joven Aaron ya era un caramelo en el brillante guión adaptado de Steve Shagan y Ann Biderman, pero Norton lo lleva a otro nivel, aportando capas y capas de misterio en cada una de sus miradas, en sus silencios, incluso en la manera en la que entona algunas de sus frases. Por eso, cuando la historia desvela su último giro hacia lo inesperado, nos lo creemos por completo, sonriendo ante la inteligencia de un personaje inolvidable y descubriendo con fascinación a un actor total.
'Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia)'
De momento, 'Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)', sigue siendo la última gran interpretación de Edward Norton, la culminación de todo un proceso de reinserción que escribió con letras de oro un nuevo capítulo con el inmenso trabajo que el actor realiza en esta oscarizada obra maestra.
Y, aunque muchos no tardaron en señalar las similitudes entre él y su personaje, un actor arrogante, prepotente y egocéntrico, Norton se tomó todo el asunto con sentido del humor, consiguiendo brillar en medio de una película claramente coral desde su primera escena. Porque sí, todo el reparto estaba deslumbrante en esta maravilla de Alejandro G. Iñárritu, pero Norton era comedia y drama, intriga y romanticismo, puro talento estallando en cada una de sus escenas. Y así es imposible no destacar. Un genio actuando a la altura de las circunstancia.
'Moonrise Kingdom'
No es que su papel fuera muy destacado, ni extenso en términos de duración, pero está claro el papel fundamental que ha jugado Wes Anderson, uno de los grandes genios cinematográficos contemporáneos, en la fase de resurrección de la carrera de Edward Norton.
En ese sentido, tanto 'Moonrise Kingdom' como 'El Gran Hotel Budapest' podrían servir para ejemplificar la maravilla que se esconde en esta colaboración, pero nos quedaremos con la primera de ellas por la sencilla razón de que se trata del punto de partida de una unión perfecta entre un actor con ganas de sumarse a un universo creativo único y un cineasta esencial capaz de convertir en armónica poesía cada uno de sus planos. Demasiada genialidad junta como para que saliera mal.
'El velo pintado'
A pesar de los galardones que consiguió gracias a su maravillosa banda sonora, obra del gran Alexandre Desplat, y al brillante trabajo que realizó Ron Nyswaner adaptando la novela original de W. Somerset Maugham, la suerte de 'El velo pintado' en el terreno de los premios no fue nada justa. Todo lo contrario. Hablamos de una película que contaba con una serie de argumentos bastante potentes como para haber peleado con fuerza por levantar más de una estatuilla, Oscar incluidos, un objetivo que parecía perseguir de la primera a la última escena. Una decisión creativas, y ambiciosa, más que respetable que, si se hace con este nivel de talento, elegancia y clasicismo, solamente se puede recibir entre aplausos.
Por supuesto, uno de los factores más satisfactorios que atesoraba la cinta era la pareja protagonista, unos Edward Norton y Naomi Watts impecables, intensos y comedidos al mismo tiempo, auténtico corazón de este drama romántico repleto de virtudes que conviene rescatar de manera urgente. Una joya demasiado desconocida.
'El ilusionista'
El único problema real de 'El ilusionista' fue estrenarse el mismo año que 'El truco final', otra película en la que la magia era tan importante como cualquiera de sus protagonistas. Las comparaciones son odiosas, y en este caso totalmente injustas, pero está claro que esta historia en la que Edward Norton volvía a recordarnos el inmenso actor que siempre ha sido, merecería tener más presencia en la memoria colectiva.
Básicamente, porque su clasicismo entendido a la perfección consigue crear una atmósfera romántica e hipnótica en la que el espectador se deja llevar, olvidando que está siendo testigo de distintos trucos narrativos que nos dirigen hacia un desenlace muy efectivo, que no efectista. En definitiva, una película que ha ido creciendo con el tiempo hasta convertirse en uno de esos extraños casos de cine comercial perfectamente medido y ejecutado que elevan su calidad gracias a una interpretación protagonista por encima de la media.
'Rounders'
En un primer momento, especialmente si se sirven los prejuicios en bandeja de plata, 'Rounders' puede parecer la típica y tópica historia sobre jugadores con nada que perder y mucho que ganar ansiosos por derrotar a la banca desde dentro, aunque se encuentra representada en forma de bar de mala muerte.
Sin embargo, la estupenda película de John Dahl, sin salirse de las reglas del juego más básicas, consigue alcanzar el notable de manera holgada gracias a un ritmo perfectamente medido, especialmente en lo que respecta a cada una de las partidas que vemos en pantalla, y a las interpretaciones de Matt Damon y,en mayor medida, Edward Norton, quien se apodera por completo de la función en el mismo instante en el que aparece en pantalla. Su personaje, el único que realmente se acerca al estereotipo sobre el papel, no es impedimento para que el actor entregue otra lección de talento marca de la casa, devorando a cualquier otro miembro del reparto que se le acerque. ¿Quién dijo secundario?
'El dragón rojo'
Sin llegar a rozar los talones de 'El silencio de los corderos', pero siendo mucho mejor que 'Hannibal', esta tercera entrega de Las Aventuras Caníbales de Anthony Hopkins conseguía subir el listón gracias, por encima de todo, a un reparto de cinco estrellas.
Comenzando con el propio Hopkins, plenamente mimetizado con su personaje estrella, 'El dragón rojo' se sirve del inmenso talento de, atención, Edward Norton, Ralph Fiennes, Harvey Keitel, Emily Watson, Mary-Louise Parker o Philip Seymour Hoffman, para atrapar al espectador y guiarle a lo largo de un thriller sórdido y perturbador que, por momentos, parece mirar fijamente a los ojos de la obra maestra de Jonathan Demme. Si le preguntas a Norton, es bastante probable que esta sea la única ocasión en la que terminó satisfecho y orgulloso de participar en una saga. Y con razón.