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PRECRÍTICA

'Los abrazos rotos', pasable Almodóvar

El nuevo trabajo del manchego no llega a cautivar ale spectador, a pesar de su estilizada atmósfera noir y su particular concepción de metacine.

Por Óscar Martínez 19 de Marzo 2009 | 14:51

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Dirigida por Pedro Almodóvar y protagonizada por Penélope Cruz, Lluís Homar, Blanca Portillo, José Luis Gómez, Rubén Ochandiano, Tamar Novas, Ángela Molina, Chus Lampreave, Kiti Manver y Lola Dueñas, 'Los abrazos rotos' llega mañana a las carteleras españolas.

En ella, Un hombre escribe, vive y ama en la oscuridad. Catorce años antes sufrió junto a Lena, la mujer de su vida, un brutal accidente de coche en la isla de Lanzarote que lo dejó ciego. Este hombre usa dos nombres, Harry Caine, lúdico seudónimo bajo el que firma sus trabajos literarios, relatos y guiones y Mateo Blanco, su nombre de pila real, con el que vive y firma las películas que dirige. En la actualidad, Harry Caine vive gracias a los guiones que escribe y a la ayuda de su antigua y fiel directora de producción, Judit García, y de Diego, el hijo de ésta, secretario, mecanógrafo y lazarillo. Desde que decidiera vivir y contar historias, Harry es un ciego activo y atractivo que ha desarrollado todos sus otros sentidos para disfrutar de la vida, a base de ironía y una amnesia autoinducida. Ha borrado de su biografía toda sombra de su primera identidad, Mateo Blanco. La historia de Mateo, Lena, Judit y Ernesto Martel es una historia de amour fou, dominada por la fatalidad, los celos, el abuso de poder, la traición y el complejo de culpa...

Pasión desapasionada

Debo decir que Pedro Almodóvar jamás ha sido precisamente santo de mi devoción, si bien con el paso de los años un servidor ha ido apreciando cada vez más su filmografía, también a medida que el manchego abandonaba el esperpentento de la movida para realizar un cine mucho más reposado. Con 'Los abrazos rotos', Almodóvar vuelve a ofrecernos su habitual dosis de drama, intriga y comedia a partes iguales, todo ello mezclado en una coctelera en la que la pasión por el séptimo arte ejerce de catalizador para narrarnos una historia sobre el propio cine y, concretamente, sobre su duplicidad. De este modo, el entramado de su nuevo trabajo rebosa refrencias tanto explícitas como implícitas, ya sea a través de una secuencia extraída de un film de Rossellini y que da título a la película, sea a través de encuadres preciosistas y escaleras malditas, sea a base de guiños a Audrey Hepburn en 'Desayuno con diamantes'.

Como decía, la duplicidad, la doble vida, la máscara del actor, se erige como principal leitmotiv de este film noir revestido de tragicomedia: el personaje de Lluis Homar usa un pseudónimo para escribir sus guiones, el cual se apodera de él tras la pérdida de la vista y, por ende, la visión del director; Penélope Cruz, femme fatale demasiado apasionada para ejercer como tal, quiere convertirse en actriz; la película dentro de la película; y así ocurre con todos los personajes que desfilan por la película, ocultos, de un modo u otro, tras una máscara.

Desde un buen comienzo, Los abazos rotos masca la tragedia, nos insinúa el tormentoso pasado de sus protagonistas, dejándolo aflorar con lentitud a modo de constantes flashbacks y elipsis en su tramo inicial, para centrarse en el pasado en el grueso de la película, ofreciéndonos una historia de amor y celos, de pasión -por el arte y por el amor-, y de duplicidad, amenizando su turbia atmósfera a través de puntuales momentos cómicos. Con ello, el nuevo film de Almodóvar es producto fácilmente degustable, dotado de un ritmo ameno a pesar de su lentitud, y unas interpretaciones plausibles en líneas generales donde secundarios como Blanca Portillo y José Luis Gómez brillan con especial rutilancia.

Por desgracia, y a pesar de su asfixiante atmósfera, 'Los abrazos rotos' no llega a congeniar plenamente con el espectador, manteniéndolo distante en algunas ocasiones o apático en otras, siendo testigo de ese triángulo amoroso sin llegara a vivirlo, y éste es quizá el punto débil una película, que en líneas generales, se antoja apetecible y muy valorable, en especial a ssus constantes referencias a la propia filmografía que ha forjado el estilo de su director.