Dirigida por Roger Spottiswoode y protagonizada por Jonathan Rhys Meyers, Radha Mitchell, Chow Yun-Fat, Michelle Yeoh, Guang Li, Lin Ji, Matt Walker, Anastasia Kolpakova, Ping Su e Imai Hideaki, 'Los niños de Huang-Shi' llegará el próximo otoño a nuestras carteleras.
La película narra la historia real de George Hogg, un joven periodista británico que, con la ayuda de una enfermera australiana, tratará de salvar a un grupo de huérfanos durante la invasión japonesa de China de 1937. Con una voluntad de hierro, Hogg reconstruyó el colegio, organizó la vida escolar, consiguió financiación para comida, sembró huertos y pavimentó canchas de baloncesto. Como si de un digno colegio británico se tratara enseñó y educó a un abandonado y rebelde grupo de huérfanos de guerra chinos, rechazando la idea de que los comandantes militares nacionalistas reclutaran a los chicos para luchar contra las fuerzas japonesas.
La filmografía de Roger Spottiswoode no es precisamente para lanzar cohetes. De hecho, si tuviéramos que destacar algún título, deberíamos hablar de su ópera trima, 'El tren del terror', un slasher oportunista que trataba de exprimir a la diva del terror teenager del momento Jamie Lee Curtis, seguido de títulos tan dispares como 'Dispara a matar', 'Socios y sabuesos', 'Air America', '¡Alto! o mi madre dispara' o 'El mañana nunca muere', con Pierce Brosnan como 007.
Eso, y el hecho de ser uno de los creadores de la saga '48 horas', claro está.
Por el camino, el director ha llevado a cabo gran cantidad de telefilmes, cosa que bien podría explicar la ausencia de calidad de 'Los niños de Huang-Shi', película fallida que bien podría compararse con la no menos decepcionante 'Oh Jersusalén', estrenada recientemente y de carencias muy similares.
Telefilme pasable
Todo hay que decirlo, en realidad 'Los niños de Huang-Shi' no es una mala película, pero tampoco destaca absolutamente en nada, ni en su apartado técnico, ni en su apartado interpretativo, ni en su mensaje histórico; los tres aspectos se nos antojan insulsos y desapasionados, extremadamente protocolarios e incluso tramitarios en algunos de sus pasajes, por lo que la película de Roger Spottiswoode apenas sí llega a transmitir sensación alguna al espectador.
Las casi dos horas que dura 'Los niños de Huang-Shi' transcurren por nuestras retinas de un modo relativamente ameno pero a un mismo tiempo anodino, con -puntuales- grandes puestas en escena sin alma y momentos épicos carentes de pasión, en los que ninguno de sus actores principales logra hallar la complicidad ni con el espectador ni con sus compañeros de reparto. Una coproducción fallida, de destacable ambientación pero excesivamente correcta en su tratamiento, al igual que ocurrió hace ya algunos años con 'La guerra del opio', otro título también similar.
Carente de impacto tanto dramático como visual, Los niños de Huang-Shi resulta predecible a cada secuencia que nos ofrece, relamida en su moralina de sacrifico y autosuperacón, y edulcorada en su tratamiento, en una película fácilmente obviable y olvidable.