"Escuche... Los hijos de la noche. ¡Qué música la suya!", exclama Drácula a Jonathan Harker en uno de sus primeros encuentros en la obra de Bram Stoker. Como si fueran aquellos lobos que cantan a la luna de los que habla el conde, los protagonistas de 'Los pecadores' están amenazados de convertirse en hijos de la noche por sus propios aullidos: un blues tan potente que es capaz de llegar a las fuerzas oscuras. "Hay leyendas de gente con el don de hacer una música tan auténtica que puede romper la barrera que separa la vida y la muerte", advierte una de las primeras frases de la película dirigida por Ryan Coogler ('Black Panther', 'Creed. La leyenda de Rocky'), en la que blues y vampiros dialogan entre sí con el atractivo tono provocador y pícaro que nace de la fusión de dos conceptos tan asociados a la seducción, al poder y al peligro como son este género musical y esta criatura.
Protagonizada por Michael B. Jordan como dos hermanos gemelos que vuelven a su ciudad natal para abrir su propio bar, 'Los pecadores' está divida en dos partes muy diferenciadas en las que un marco cultural y musical, además del tono nombrado, presentes durante todo el proyecto les dan cohesión. La primera, donde los elementos sobrenaturales son puntuales y ceden el protagonismo a una historia que bebe del cine de mafiosos en la que dos gánsteres quieren montar un negocio con el que hacerse de oro, funciona como una gran introducción de personajes y contexto gracias a los cuales el espectador llegará muy involucrado emocionalmente a una segunda mitad reservada para explotar lo fantástico con una transformación cual 'Abierto hasta el amanecer', donde un tema alejado de aquel género mutaba a una sangrienta y salvaje lucha por la supervivencia contra vampiros.
No, no es spoiler, pues mientras en el caso de la película dirigida por Robert Rodriguez y escrita por Quentin Tarantino el giro de los vampiros se mantiene en secreto hasta que rompe en ello sin ningún tipo de aviso previo, lo nuevo de Coogler desentierra desde la primera escena que estos seres van a entrar en juego. De hecho, durante aquella parte inicial centrada en la apertura del bar se incluyen escenas aisladas sobre ellos que interrumpen no muy orgánicamente el argumento del momento, como si el director no confiase del todo en que el cambio de un género a otro fuese a fluir bien sin haber sentado unas bases de emergencia al principio. Pero no le hacía falta, porque las similitudes entre blues y vampiros se encargan de ello.
Donde también peca Coogler son con unos flashbacks sobrexplicativos y repetitivos, como si no creyese que el espectador fuese a entender lo que sucede en ciertos momentos sin un recordatorio de lo que ha visto antes.

La película es como una gran canción de blues: seduce, tiene fuerza y transmite peligro, tres características compartidas no solo con los vampiros, sino que para que los múltiples temas que se exploran encajen entre sí Coogler las utiliza para construir a los personajes y la narración de 'Los pecadores', se hable de negocios, romance, música o del más allá. De esta forma, los cambios temáticos no son bruscos porque el tono del cine de vampiros está presente desde mucho antes de que veamos sacar los colmillos a nadie.
El oscarizado Ludwig Göransson ('Oppenheimer') hace de las imágenes de 'Los pecadores' un pentagrama en el que escribe una banda sonora con una fuerza sobrenatural donde el blues es más protagonista que múltiples personajes. Tanto por lo mucho que enriquece la atmósfera que quiere crear Coogler como por su presencia en la propia trama, tanto en la parte gánster como en la cultural y la fantástica. Sin entrar en detalles, pues ojalá todo el público llegue a disfrutarla sin adelantos, la música es la encargada de abrir del todo la puerta entre gánsteres y vampiros a través de una loca y original actuación musical que cual vampiro que lleva un rato tonteando con su presa finalmente muerde a la película para transformarla en un ser sobrenatural.

Esta secuencia funciona como puente entre dos frentes que, aunque su coexistencia queda más que justificada, es cierto que puede chocar a aquellas personas que esperasen desde el inicio una película de vampiros al uso o que estuviesen contentos con la historia mafiosa. Ambos tienen elementos propios de su género que funcionan bien por separado, como es el caso de la relación de los hermanos por sacar a flote su negocio y su paseo por el barrio que los vio crecer para ganarse a la gente o en el ámbito vampírico la combinación de elemento clásicos de esta mitología con ideas más modernas de Coogler.
Pero aunque ambos tienen fuerza por sí solos lo realmente atractivo es ver cómo dialogan entre sí con el tono seductor, peligroso y poderoso que comparten a ritmo de blues, pues en el fondo el largometraje ya era una película de vampiros con dos mafiosos sumando gente a sus banda y una de gánsteres con una familia que defiende la fuente de su riqueza de, en lugar de la familia rival, la especie.
Hay algo precioso en el enfoque que Coogler da a los vampiros en 'Los pecadores'. Sin dejar nunca de lado su parte sádica ni de saltarse algún que otro derecho humano con sus formas, en su fondo hay hermandad y belleza en el fin que buscan. No salen a asesinar, ese es el medio, salen a conectar y a crear un mundo sin sufrimiento donde todo el mundo pueda ser libre. Claro que si en el intento por crear su utopía tienen que regalarnos un festín de sangre la idea no les espanta precisamente.
Como un vampiro que se encuentra en mejor estado que nunca tras beber sangre humana después de mucho tiempo conformándose con sangre animal, Ryan Coogler rinde a su más alto nivel desde Fruitvale Station, su gran ópera prima, al volver a dirigir fuera de una IP por primera vez desde precisamente aquel título, aunque en este a su vez también estaba atado en cierta forma al basarse en un suceso real. Tanto las muchas ideas que funcionan mejor como las pocas que lo hacen peor son fruto de un cineasta que se asalvaja, en el mejor sentido de la palabra, al probar la carne fresca y la ataca con la emoción y el ansia del que lleva mucho tiempo esperando ese bocado. Una pasión por compartir lo que lleva dentro tan palpable que contagia al espectador un espíritu festivo donde todo queda en segundo plano al lado de vibrar al ritmo de blues y la locura.
- Año: 2025
- 131 min. EE.UU. Drama Fantasía Thriller
- Reparto: Hailee Steinfeld Jack O'Connell Michael B. Jordan Wunmi Mosaku Delroy Lindo