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20 GRANDES WESTERNS

Los siete magníficos y otros 20 grandes westerns clásicos

Los siete magníficos y otros 20 grandes westerns clásicos

Por Alexander Zarate Ormaeche 23 de Octubre 2015 | 13:19

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Se cumplen 55 años del estreno de 'Los siete magníficos', uno de los títulos más populares del género del western. De hecho, ya se rueda una nueva versión, dirigida por Antoine Fuqua, guionizada por Nic Pizzolatto ('True detective') y protagonizada por Denzel Washington, Ethan Hawke y Chris Pratt. Yul Brinner propuso la idea de la adaptación de la obra de Akira Kurosawa, 'Los siete samuráis' (1954), se esforzó en conseguir el papel de líder del grupo de mercenarios a sueldo al servicio de los oprimidos,un papel que había sido ofrecido a Anthony Quinn, y fue quien propuso como director a John Sturges porque admiraba 'Duelo de titanes' (Kurosawa se quedó tan impresionado con el resultado que le regaló una espada ceremonial a Sturges). Sobre todo Brinner estuvo muy preocupado por la tendencia de Steve McQueen a destacar en los planos que compartía con otros con cualquier mínimo detalle (un gesto para mirar el sol, o el modo de inclinarse en el caballo para coger agua). Contrató a un asistente para que contara el número de veces que McQueen se tocaba el sombrero cuando Brinner hablaba en el mismo plano. Si también es uno de los westerns que más han perdurado en la memoria del espectador, es debido también a los exultantes y pegadizos acordes del tema principal de la banda sonora de Elmer Benstein, que acompañaron durante años cierto anuncio publicitario de una marca de cigarrillos.

Los siete magníficos y otros 20 grandes westerns clásicos

Aprovechamos su aniversario para repasar algunos de los títulos destacados de un género que conoció su época más esplendorosa en los cincuenta, e inicios de los sesenta. Lo que podría denominarse western clásico, incluidas las variaciones conocidas como western crepuscular, alcanzaría su fecha de defunción, y también una de sus cimas, con la portentosa 'Pat Garrett y Billy the Kid' (1973). Posteriormente, el género se ha recuperado de modo muy intermitente en las grandes pantallas, ya sin el predicamento de antaño (o abocado a las sesiones de tarde televisivas). Pero ha deparado aún grandes obras maestras como 'La puerta del cielo' (1980), 'Sin perdón' (1992) o 'Dead Man' (1995). Parece recuperarse cierta inspiración creativa en los últimos tiempos, tras las espléndidas aportaciones de cineastas de las Antípodas como Andrew Dominik y su 'El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford' y John Hillcoat con 'La proposición'. Su huella se percibe en las notables 'Slow West', ya en cartelera, y próximos estrenos como 'Deuda de honor' y 'The Salvation'.

Los siete magníficos y otros 20 grandes westerns clásicos

La selección realizada contempla una película por director. Hay cineastas que podrían fácilmente tener varias obras en una antología del género. Como el mismo John Sturges ('Duelo de titanes', 'El último tren a Gun Hill' o 'Desafío en la ciudad muerta'), o John Ford ('El hombre que mató a Liberty Valance', 'Dos cabalgan juntos', 'Misión de audaces'), Howard Hawks ('Río Rojo', 'Eldorado', 'Río de sangre'), Anthony Mann ('Winchester 73', 'Colorado Jim', 'Horizontes lejanos'), Henry Hathaway ('Del infierno a Texas', 'El jardín del diablo', 'El pastor del las colinas'), Budd Boetticher ('Tras la pista de los asesinos', 'Los cautivos', 'Comanche station'), Sam Peckinpah ('Duelo en la alta sierra', 'Mayor Dundee'), Delmer Daves (El tren de las 3'10, Cowboy), Henry King ('Tierra de audaces', 'El vengador sin piedad'), Gordon Douglas ('Solo el valiente', 'Chuka'), Robert Aldrich ('La venganza de Ulzana', 'El último atardecer') o Robert Parrish ('Más allá de Río Grande', 'Más rápido que el viento').

1 'Los siete magníficos'

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En la reciente 'El llanero solitario' (2012), de Gore Verbinski, se apunta que el héroe no sirve a la ley, sino que es más fácil es que sea un fuera de la ley, un forajido. Quizá la justicia poco parece tener que ver con la ley. Quizá porque ante todo prima la imposición de la ley del más fuerte. En 'Los siete magníficos' (1960), Chris es una figura errante, como tantos otros que se convierten en pistoleros, como buena parte de los que conformarán el grupo de siete mercenarios que, pese al escaso beneficio que consigan, decidirán apoyar a los agricultores mejicanos que se ven frecuentemente saqueados por unos bandidos. Sturges no necesitaba para expresar todo esto de modo preciso el énfasis que utilizaron cineastas posteriores, a los que se colocaron la etiqueta de 'desmitificadores'. Los pistoleros de 'Los siete magníficos' tienen algo de caballeros errantes. Figuras aún no definidas que no han encontrado su lugar, o temen difuminarse sin haberlo conseguido. Su vida es como una de las paradojas (irónicas) que suelta Vin (Steve McQueen): "Por ahora va bien le dicen, desde cada piso, al que cae de un décimo piso". O, como replica cuando le pregunta Calvera por qué han aceptado ayudar, instruir y proteger a los agricultores mejicanos: "Es como el que se lanza desnudo contra un cactus, lo hace porque en ese momento le parece una buena idea".

2 'Rio Bravo'

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Es la quintaesencia del western (o quizá de la vida). El hombre enfrentado a su circunstancia. El arquetipo llevado a su depuración, tanto la peripecia u odisea, como los personajes, las figuras del héroe y su sombra. Se dice que Hawks la realizó como respuesta a 'Solo ante el peligro', porque no entendía que un sheriff reclamara ayuda a sus ciudadanos ante la inminente llegada de varios pistoleros, pero si algo remarca 'Río Bravo' es que la determinación es primordial, pero el ser humano necesita de los otros. El sheriff Chance (John Wayne) se enfrenta a un 'Estado de sitio', ya que ha apresado al hermano del cacique de la zona. Y sólo dispone de dos ayudantes, Dude, en permanente estado etílico por una decepción amorosa, y 'Stumpy', un cojo anciano. En diversos momentos de la narración, Chance (que significa oportunidad) verá salvada la situación, e incluso su vida, por la intervención, no sólo de Dude y de Stumpy, sino del joven Colorado o la jugadora de cartas, Feather. Es decir de aquellos que parece (o se supone) que no tienen la capacidad de resolución de un Hombre. Da igual si tienes una incapacidad física, si eres anciano, o si has perdido pie emocionalmente y te sientes demasiado frágil e impotente. Y no por ser joven vas a ser menos sensato y resolutivo, ni, por su puesto, por ser mujer. No hay nadie que sea menos que nadie, y no hay como la colaboración para vencer a las furias.

3 'El pistolero'

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Una figura recorre a caballo parajes desiertos, entre el día y la noche, entre lo que quisiera dejar de ser y lo que anhela poder ser. Una figura a la que persigue una sombra, una figura que persigue un sueño. ¿Cuál es la sombra que persigue a Ringo (Gregory Peck), protagonista de 'El pistolero' (1950), de Henry King? Esa a la que se enfrenta en el saloon al que llega, cuando los asistentes le reconocen, y uno le reta para afirmarse. Ringo es 'El pistolero'. Esa es la sombra que arrastra y le persigue, lo que representa, el pistolero más rápido, cuyos méritos se ratifican en los hombres, objeto de especulación, que ha matado. Pero Ringo es un hombre cansado que se siente como un condenado a enfrentarse a cualquier farruco. ¿Y qué sueño persigue? Ringo llegará a un pueblo, en el que transcurrirá la acción del resto de esta espléndida obra, en espera de algo, una espera para la que dispone de un tiempo limitado, el que sabe que tardarán en llegar los hermanos de otro que le retó y al que mató, y a los que dejó sin caballos en el desierto. En espera de ese Acontecimiento, que será incógnita durante buena parte del metraje (¿por qué quiere ver Ringo a su esposa y su hijo, a los que no ve en años?), él se convertirá en Acontecimiento para los habitantes del pueblo. Y el tiempo corre.

4 'Hombre del oeste'

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¿Es un western, un relato gótico, o estamos ante una solapada película de ciencia ficción?. Su título, 'Hombre del oeste' (Man of the west, 1958), no debería dejar duda. Claro que si pensamos que la acción finaliza en una ciudad abandonada, 'fantasmal', donde lleva tiempo sin existir el banco que pretenden atracar, y que parece pertenecer a otro mundo o planeta ya nos hace plantearnos algunas interrogantes. ¿Esa misma abstracción del título ya indica que se buscaba 'representar' la carne tanto de un mito como de un tiempo, la quintaesencia con todos sus claroscuros de lo que era el hombre del oeste. Porque pocas veces se ha representado con tal contundencia la brutalidad de las turbias 'sombras' del ser humano (su instinto salvaje libre). Tras esa imagen aparentemente 'respetable' del protagonista Link (Gary Cooper) se oculta una personalidad con un pasado mucho más turbulento y oscuro. Y lo descubriremos en un paraje dominado por un opresivo cielo nublado, y una casa aislada. ¿Una transposición de un caserón gótico en medio de ninguna parte? ¿Hemos cruzado un umbral a 'otro' universo? Y surge el pasado, como si brotaran en medio de la intemperie los fantasmas del pasado de Link, la antigua banda de forajidos de la que formó parte. Son los representantes del oeste primitivo, donde el instinto no tiene límites en la expresión de sus desatados impulsos salvajes. El 'extrañamiento' se concretiza de modo definitivo, como si nos encontráramos en un espacio fantástico. ¿Estamos en el presente o en el pasado? ¿Acaso link no quiere decir 'enlace'?

5 'La noche de los gigantes'

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Del mismo modo que se ha calificado a ciertas obras de westerns noirs ( algunos directamente son traslaciones al paisaje del oeste de previos noirs, caso de 'Juntos hasta la muerte', 1949, de 'El último refugio', 1941, ambas de Raoul Walsh), los hay a los que se podría calificar de westerns fantásticos, que lindan con el terror, caso de 'La noche de los gigantes' (1968), de Robert Mulligan. El extrañamiento se va apropiando de la narrativa, como si un fantasma lo poseyera, haciéndola cada vez más opresiva, como si un puño invisible fuera apretando gradualmente nuestras entrañas . Ya esa cualidad fantástica se refleja en el hermoso y poético título original, 'The stalking moon' (luna acechante). En la primera secuencia vemos a Sam (Gregory Peck), explorador del ejercito, acechando a un grupo de indios, entre los que encontrarán a una mujer blanca que había sido capturada diez años atrás, Sarah (Eve Marie Saint), con su hijo indio. Acecho es el que sufrirán durante buena parte de la narración, por parte de Salvaje, empecinado en recuperar a su hijo. Como pasa con la luna que parece que no deja de perseguir en el cielo, sin que se logre interponer distancia, por lejos que vayan, Salvaje será siempre una sombra amenazante, que no saben cuándo ni dónde 'aparecerá'.

6 'Cielo amarillo'

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Una calavera atravesada por una flecha, una pintura con una mujer atada a un caballo encabritado, un atraco a un banco. Muerte, deseo y codicia. La huida supone cruzar un desierto de sal. Un desierto es un espacio, y un espacio se cruza. Aunque quizás sea cruzar un umbral porque el destino es una ciudad fantasma, donde una mujer es el caballo encabritado que ata a su deseo, el oro pone a prueba a quién un posee un mínimo de conciencia, y la muerte es la absurda ruleta de azar. En 'Cielo amarillo' (1948), de William A Wellman, el epítome cinematográfico del Caballero, Gregory Peck, es aquí forajido que deja atrás la falta de conciencia por la mera supervivencia (consecuencia de la desubicación y las precariedades en las que sumió al país la guerra civil) pero recobrará la confianza en la integridad, enfrentándose a su siniestro contrapunto, encarnado por Richard Widmark refinadamente inquietante, como quien te escupe veneno con una sonrisa. La acción se dirime en espacio fantasmal que nos hace pensar si no estaremos viviendo un sueño, como los espejismos de codicia y deseo que ciegan a los personajes.

7 'Cabalgar en solitario'

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Es admirable la exultante sensación de plenitud transpira 'Cabalgar en solitario' (1959) en sólo 69 minutos. Brigade captura un forajido buscado por matar por la espalda a otro. El hermano y secuaces pretenden rescatarle antes de que en tres días lleguen al pueblo. En una posta del camino, Brigade se encuentra con otros dos fuera de la ley; a uno conoce de hace tiempo. Ambos desean dejar de ser perseguidos por la ley, y ven en la amnistía que conceden a quien entregue al forajido la posibilidad de conseguirlo. También se encuentra la esposa del responsable de la posta, ausente porque ha ido a recuperar los caballos. Es un western itinerante que recorre espacios rocosos y deserticos, en el que son acosados, en unas ruinas, por los indios mescaleros, y que acaba en un frondoso paisaje en el que resalta en un claro los restos de un árbol que en tiempos pasados servía para ahorcar. Hay sus puntuales momentos de acción, pero la violencia latente que centra la narración es lo que se dirime entre los personajes. Todos desean algo. El jefe mescalero desea a la mujer, y quiere cambiarla por un caballo. Hay quien desea rescatar a su hermano, y quienes desean la amnistía (además uno desea, en la respetuosa distancia, a la mujer). Pero ¿qué desea Brigade tras esa apariencia de esfinge?

8 'Centauros del desierto'

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Tantos son los momentos excepcionales entre las míticas secuencias de apertura y cierre de esta suprema obra maestra, 'Centauros del desierto' (The searchers, 1956), de John Ford, un relato de apariciones, reapariciones y desapariciones, redenciones, conciliaciones y sacrificios, que señalizan una construcción narrativa circular, como el recorrido de la tribu india que persigue la pareja protagonista, Ethan (John Wayne), el héroe siniestro, y Martin (Jeffrey Hunter), el mestizo, su sombra lúcida, en busca de su sobrina Debbie, capturada por esa tribu, hasta ese sobrecogedor instante, pura rasgante electricidad, en el que Ethan coge en alto a una ya adolescente Debbie (Natalie Wood), tras cinco años de búsqueda, creándose una fugaz suspensión dada la incógnita de cómo reaccionará Ethan ante el hecho de que lo que más ama (porque es la hija de la mujer que amó) ahora 'sea' (represente) lo que más odia, una india. Por eso su abrazo es un gesto de una hondura conmovedora incomparable. Su condición de momento excepcional, sublime, proviene en buena medida de que es un gesto pendiente, en suspenso, durante toda la narración. Es además el cierre de una herida abierta durante todos esos años (como Cicatriz se llama el jefe indio al que persigue), la cicatrización de un dolor extendido en el tiempo, la pérdida de la mujer que amó.

9 'Río Conchos'

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El primitivismo, las emociones más viscerales, y descarnadas, se combinan con complejas emociones y un lirismo doliente que tiene algo de canto fúnebre, y que bordea lo alucinatorio, cual viaje al corazón de las tinieblas. 'Río Conchos' (1964), de Gordon Douglas tiene como protagonista a uno de los personajes más fascinantes que ha dado el western, Lassiter (Richard Boone), repleto de claroscuros, de la estirpe del Ethan de 'Centauros del desierto'. Áspero y cáustico, de simpatías sudistas, es un hombre torturado dedicado al exterminio de indios desde que unos asesinaran a su esposa. Aunque se resista en principio aceptará la propuesta de acompañar, para recuperar una partida de armas (de las que se aprovechan quienes odia), al oficial yanqui que las perdió y un sargento negro. En las primeras secuencias muestra su desprecio a este lanzándole su silla de montar, pero más tarde golpeará con brutalidad a un barman que no quiere atenderle por ser negro, y al final ambos combatirán juntos, sabiendo además que perderán la vida. Jerry Goldsmith compone una de las mejores bandas sonoras para un western (aunque equiparable es la que compondrá para 'La hora de las pistolas', 1967, de John Sturges)

10 'Vera Cruz'

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La desapegada mordacidad de 'Vera Cruz' (1954), de Robert Aldrich, causó impacto en su momento. Su aparente amoralidad desconcertaba a la par que fascinaba, como si el paisaje del género mostrara de modo más evidente sus claroscuros, pero sin desterrar el arrollador dinamismo de la aventura. Esto se debe al dibujo de su dueto protagonista, Trane (Gary Cooper) y Erin (Burt Lancaster), quienes pueden representar la desilusión y la falta de escrúpulos. Dos hombres que han cruzado la frontera de Méjico, tras acabar la guerra civil, en busca de fortuna (lo que implícitamente indica en qué estado precario ha quedado el país). Y que se alían al ponerse, en primera instancia, al servicio de los poderosos, el ejercito del emperador Maximiliano, en vez de con los desfavorecidos, los insurgentes juaristas. Se venden como mercenarios contratados para escoltar un carruaje que porta oro (para conseguir armas de los franceses). La codicia y la integridad, o lo que es lo mismo, Erin y Trane, entrarán, inevitablemente, en conflicto. Sin duda, un antecedente de dos obras maestras de los sesenta como 'Los profesionales' (1966) y, sobre todo, 'Grupo salvaje' (1969), también definidos por la revulsiva actitud crítica.

11 'Los profesionales'

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Hubo un tiempo en que un reparto podía a congregar a actores del calibre de Lee Marvin, Burt Lancaster, Robert Ryan y Jack Palance. Además de toda una alegoría con carga de profundidad sobre el intervencionismo imperialista (son lo años de la guerra de Vietnam) representado en ese cacique estadounidense que contrata a cuatro mercenarios para recuperar a su esposa mejicana (porque es de su propiedad y punto), y llama secuestro a lo que no es sino reencuentro entre dos que se aman, abundan una serie de incisivas reflexiones sobre las derivas de las revoluciones. ¿Cambian algo las cosas, o sólo a quién detenta el poder?¿Queda el sustituir una revolución por otra, porque es necesaria una causa por la que luchar?¿Y si te domina la desilusión no queda sino plegarse ante lo inevitable? ¿Está destinado uno a ser un mercenario o un escéptico al margen dado que el poder siempre estará en manos de los obtusos prepotentes o aún quedará el pequeño gesto disidente? 'Los profesionales' (1966), de uno de los directores que ha escrito mejores diálogos en Hollywood, Richard Brooks, reconcilia con la confianza en lo posible. Desde luego, con la poética del gesto íntegro. Por eso, es pura celebración vital.

12 'Grupo salvaje'

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'Grupo salvaje' (1969) es un hito, que marca un antes y un después en el cine. No sólo en el western. Cineastas como Pudovkin habían demostrado en la era muda, con portentos como 'La madre' (1926), lo que se puede llegar a realizar con el fragmentado montaje analítico. Y dos años antes, Arthur Penn, había rodado el final de 'Bonnie y Clyde'. Pero 'Grupo salvaje' fue más allá, y desde entonces nadie ha vuelto a cruzar tales umbrales. Las escenas de acción que abren y cierran la obra, como círculo que es a la vez transformación, no tienen parangón, por mucho que hayan querido ser emuladas. Sus coreografías de montaje son gritos que revelan el absurdo y despropósito de la violencia, de la crueldad. Es la indignación moral frente al abuso de poder. O la eterna pregunta ¿Dónde está Mapache?. Unos forajidos que luchan por sobrevivir acaban afrontando que el compromiso ético debe prevalecer, aunque en ello pierdan su vida. En la secuencia del atraco inicial, los títulos de crédito terminan con el primer plano de Pike (William Holden) diciendo 'si se mueven, matadlos'. En la secuencia final, antes de que empiece el tiroteo, la sonrisa en la mirada de Pike es la asunción de que van a morir pero antes se llevaran por delante a los que han hecho del abuso del poder su actitud de vida, el general Mapache y sus huestes así como los que les suministran las armas. Las bellísimas imágenes finales son el emblema de un cansancio vital, de quien ya se siente al margen, a la vez que la declaración de que seguirá el combate

13 'Los 4 hijos de Katie Elder'

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Los acordes de la música de Elmer Bernstein, unidas a las imágenes de un tren, en los títulos de crédito, insuflan ya un contagioso aliento de impulso vital que se establecerá como entraña narrativa de 'Los cuatro hijos de Katie Elder' (1965), de Henry Hathaway. Lo que se dirime de modo sutil bajo la capa de las vivaces imágenes de este film es la desaparición de unos tiempos sustituidos por otros definidos por la voraz depredación económica. Cuatro hijos acuden al pueblo para asistir al funeral de su madre, una figura que representa la integridad, el mito de un tiempo desaparecido. Casi todos los hijos han estado largo tiempo ausentes sin visitar a su madre, ejemplo de una desidia por las raíces: John (John Wayne) es un pistolero de mala fama, Tom (Dean Martin) un tahúr, Matt (Earl Holliman) un sencillo ranchero y el pequeño Bud (Michael Anderson Jr.) se mostraba renuente a seguir lo que la madre quería de él, ser el primero de sus hijos que recibiera una buena instrucción educativa. Desapariciones, ausencias, espectros de lo que fue y de lo que no pudo ser. Y presencias: las que ahora dominan el escenario, el que usurpa la posesiones de otros como ave rapaz.

14 'The Halliday brand'

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'The Halliday brand' (1957), de Joseph H Lewis, se puede traducir como 'La marca de los Halliday' 'El hierro de los Halliday', el hierro con el que se marca el ganado. El hierro con el que Big Dan Halliday (Ward Bond), hacendado y sheriff pretende marcar todo, ya que actúa como si el mundo fuera de su propiedad. Y es la sensación que transmite la narración, como si estuviera marcada desde sus primeros planos por un hierro al rojo vivo, intensidad crispada de la que no se desprende, generando una atmósfera opresiva, enfebrecida. Pertenece a esa vertiente del western cuyo celuloide parece sacudido por unas espuelas, excesivo, extremo, convulso, sórdido y turbio, como pueden ser, en color, 'Duelo al sol' (1946), de King Vidor o 'Encubridora' (1952), de Fritz Lang, o en blanco y negro, 'Forty guns' (1956), de Samuel Fuller o 'The day of the outlaw' (1959), de André De Toth. Pero es con 'Las furias' (1950), de Anthony Mann, con la que se pueden apreciar más puntos de contacto, como la rivalidad paternofilial que vertebra el conflicto dramático, el contrapunto de las diferencias raciales, y un estilo hiperestilizado, sombrío hasta supurar, con un elaboradísmo montaje interno entre diferentes términos en el encuadre.

15 'Encubridora'

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Una balada de 'odio, asesinato y venganza , que se repite tres veces durante la narración de 'Encubridora' (1952), de Fritz Lang, insufla un aire de leyenda, de fatalidad e inexorabilidad. Las pesquisas de Vern (Arthur Kennedy) en busca del asesino de su novia le llevan cual febril alma ensombrecida de ciudad en ciudad, de territorio en territorio. El relato está dominado por los gestos: la tensa mirada de Vern, que parece que va a saltar en cualquier momento cual reptil, la serena y triste mirada de Frenchy (Mel Ferrer) pistolero de porte caballeroso, que protege, y ama, desde que la conoció, a Altar (Marlene Dietrich), de quien sabemos por las indagaciones de Vern que fue cantante de salóon, convertida en el presente de la narración en una mujer de mirada determinada, curtida por las adversidades, que rige un rancho en la frontera (como fronterizas son las emociones de esta obra), en el que acoge a forajidos entre atraco y atraco. Un rancho que es mansión gótica en el desierto, y entre cuyos refugiados, o 'fantasmas', está el asesino de la novia de Fern.

16 'Johnny Guitar'

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Unas explosiones, las que realiza una empresa ferrocarril abriendo espacios entre las montañas para construir las vías férreas, abren las imágenes iniciales de 'Johnny Guitar' (1954), de Nicholas Ray, ante la presencia de un recién llegado a esas tierras, el hombre que da título a la obra, Johnny (Sterling Hayden). Una pareja, Johnny y Vienna (Joan Crawford), besándose ante una cascada es la imagen cierra la película. Un hombre que irrumpe como esas explosiones, porque es el pasado el que irrumpe así, y el desarrollo de la historia relatará la apertura de unas vías, las del sentimiento amoroso, las de una relación interrumpida en el pasado, cinco años atrás. 'Johnny Guitar' es una fantasmagoría, un melodrama romántico, en el que retornan los fantasmas del pasado para hacerse cuerpo. Hay una lectura política añadida, Emma (Mercedes MacCambridge) y sus huestes de rancheros representan a la Caza de brujas de McCarthy, aquella siniestra persecución inclemente del diferente y progresista que sufrió por aquellos años la sociedad estadounidense.

17 'El árbol del ahorcado'

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Resulta fácil encontrar remedios para curar los daños oculares superficiales, pero no para sanar los internos, desespera el doctor Frail (Gary Cooper), en 'El árbol del ahorcado' (1958), de Delmer Daves, porque quiere sanar la ceguera que sufre, y que sabe provisional, Elizabeth (Maria Schell), por las quemaduras causadas por el sol al que estuvo expuesta durante tres días. Hay otras quemaduras y cegueras, aún más internas, en las emociones, actitudes o dificultades de discernimiento, que condicionan y dominan a los personajes. Ambos son recién llegados que alterarán en distintos grados el curso de la vida de ese pueblo de buscadores de oro. Ella alterará con su belleza a quienes no saben contener su deseo desbocado. Él se convertirá en un accidente que afectará de modo más radical la rutinaria vida de los habitantes. Frail es una figura enigmática, difícil de comprender, quizás contradictoria, quizá paradójica. Es doctor pero también jugador, y pistolero particularmente hábil. Su mismo nombre no es real. Frail, fraile, alude a la vida que ha adoptado, a su condición de figura eremita, y a la condena a la que a sí mismo se ha sometido, una sombra errante, sobre cuyo incierto pasado se cierne el relato de un incendio y dos muertes.

18 'Paso al noroeste'

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En un momento dado de 'Paso al noroeste' (1940), de King Vidor, Marriner (Walter Brennan), señala con perplejo asombro que han subido unos botes por una escarpada ladera donde ni las cabras transitan y que han cruzado, haciendo una cadena humana, los peligrosos rápidos de un río donde ni los peces nadan. Define muy bien la narración de una genuina aventura que es esforzada odisea, superación de continuos escollos e imprevistas adversidades, con una crudeza y fisicidad poco habitual entonces y hoy en día. La acción se ubica en 1759, cuando lo que sería Estados Unidos era aún una colonia británica todavía en lucha con los franceses. El objetivo de los Rangers, comandados por Rogers (Spencer Tracy), es sortear a los franceses y sus aliados indios para alcanzar las tierras de una tribu que ha estado realizando incursiones, de una crueldad desorbitada, en territorio ingles, y acabar con ellos. Otro punto de interés es el retrato del líder, en el que no están exentos claroscuros, cuando la determinación necesaria linda con la inclemencia.

19 'Murieron con las botas puestas'

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Entrar en disquisiciones sobre cuestiones de fidelidad histórica en el retrato del General Custer en 'Murieron con las botas puestas' (1941), de Raoul Walsh, siempre me ha parecido una cuestión baladí. Quizá Custer fuera realmente un rígido militar de obtusa mentalidad (como fue retratado bajo el nombre de Thursday en 'Fort Apache', de John Ford), en vez de un simpático pícaro con conciencia y aura romántica, pero lo fundamental es que si esta obra distorsiona la realidad lo hace con un planteamiento bastante crítico, ya que Custer se enfrenta a los mezquinos intereses empresariales que degradaron el Oeste y para los que valía cualquier medio para eliminar a sus habitantes, los indios. Pero más allá de ésto, es una obra excepcional por su portentoso pulso narrativo, su asombrosa capacidad de variar de registro, y el incisivo contraste entre el impulso juvenil, aquel que quiere comerse el mundo, y las contrariedades sombrías a las que se enfrenta el ser adulto, evidenciado en lo diferentes que son las dos partes en la que se divide la narración. La despedida con su esposa, en la que declara cómo de hermoso ha sido el paseo que ha dado con ella ( cerrando el círculo de la frase que le dijo al conocerla, sobre qué hermoso sería pasear con ella toda la vida) queda como uno de los momentos más bellos y conmovedores que ha dado el cine.

20 'Duelo en el barro'

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"Para llegar a lo más alto, tienes que pisotear a los demás". Son las palabras admonitorias de Tom (Stuart Whitman) a Biff (Don Murray), el protagonista de este poco convencional western, 'Duelo en el barro' (1958) de Richard Fleischer, que pareciera ajustarse más a los mimbres del cine negro. Este relato de la trayectoria de un arribista, de la nada a lo más alto, no oculta su subversión de los arraigados valores estadounidense que sitúan el éxito social como el prioritario objetivo. Biff es su representante 'ingenuo' en contraste del cínico sin escrúpulos, su bestia negra o reverso, Jehu. Ingenuo porque se cree que es lo que debe desear, porque no quiere ser pobre como su padre cuando se arruinó. Ansía dominar el mundo desde lo alto de una de las miles de colinas de los poderosos ("These thousand hills"; estas miles de colinas es el título original), cuando del barro venimos y barro somos (y en una pelea en el barro se dirime el último enfrentamiento). Fleischer demuestra su excepcional talento para las composiciones de los encuadres ( se inspiró en Mondrian para el color que daba a las casas del pueblo).

21 'El día de los tramposos'

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Erase una vez un hombre torcido, o sea, nada honrado. Ese es el título original, 'There was a crooked man', de 'El día de los tramposos' (1970), de Joseph L. Mankiewicz. Una aguda comedia grotesca sobre la abyección humana que tiene algo de bestiario, como insinúan las asociaciones, a través del montaje, entre animales y humanos. Una forma de sugerir que el ser humano poco se distingue de otras criaturas animales por muchas infulas que tenga. El mismo protagonista, ese hombre torcido, Pitman (Kirk Douglas) se jacta de que no es buena persona. Es sinuoso como una serpiente, por ello no es de extrañar que oculte un botín en un pozo de serpientes. Pitman no tiene escrúpulo alguno en manipular a los demás a su conveniencia,y aprovecharse de cualquier circunstancia favorable. La causticidad se conjuga con un exultante vitalismo, ese que lleva a ese irónico e irreverente final en el que el hombre integro, hastiado de engaños y de fracasar en sus buenos deseos de ser constructivo, abandona su función de representante de la ley y se aprovecha del dinero.