Harvey Weinstein, Oliver Stone, Bill Cosby... y la lista sigue. Según Europe 1, Luc Besson, director de 'Valerian y la ciudad de los mil planetas' ha sido el último en verse envuelto en un escándalo sexual tras ser acusado de violación por una actriz francesa de veintisiete años.
Según el informe del medio francés, la joven actriz, que ha preferido permanecer en el anonimato, presentó una denuncia contra el director de 'Lucy' el pasado viernes 18 de mayo. Además, la intérprete afirmó conocer al realizador desde hace años.
La actriz aseguró que durante una reunión en Le Bristol, un lujoso hotel situado en París, Besson agregó algo a su té, poco después comenzó a sentirse mal y acabó perdiendo el conocimiento. Una vez se despertó y pudo incorporarse, la joven descubrió que el realizador francés la estaba penetrando y manoseando. Besson salió del hotel antes que ella y la dejó allí con un fajo de billetes. Acto seguido, la intérprete se dirigió a casa de una amiga en busca de seguridad.
Thierry Marambert, abogado del director, aseguró a The Hollywood Reporter que "el señor Besson se cayó de la silla cuando se enteró de dichas acusaciones, las cuales niega rotundamente haber llevado a cabo".
Otros acusados
Los primeros informes de la acusación llegaron durante la noche de clausura del Festival de Cannes, que despedía una reivindicativa edición que celebraba el papel de la mujer en el cine y donde las malas conductas sexuales en la industria han sido un tema clave de discusión.
Recordemos que Stone, Cosby o Kevin Spacey han sido solo algunos de los acusados de este tipo de conductas durante los últimos meses y la industria no ha dudado en tomar cartas en el asunto vetando a estos magnates de futuras producciones y además, luchando por prevenir casos similares en el futuro. Hace unas semanas, se anunció que Plan B, productora de Brad Pitt, se haría eco de los escándalos de Weinstein llevando el caso a la gran pantalla.
Luc Besson, de peor a mejor
'Arthur y la venganza de Maltazard'
Si tienes el plan de convertir en trilogía una historia que se podría haber contado en una película, intenta que al menos no se te note demasiado. Es decir, no hagas lo que Luc Besson con sus Minimoys. Si la primera entrega se terminaba desinflando de puro ridículo, su secuela era, directamente, un desastre. No había más interés que rellenar un (obligado) capítulo que sirviera de puente para el desenlace de la saga, la imposición personal del cineasta para seguir explotando su gallina de los huevos de oro.
Y los bostezos se sucedían, no había ningún interés en contar algo más allá de la acción rutinaria, de ofrecer el regreso de personajes insoportables y de seguir apostando por un acabado visual que cruzaba con creces la línea de lo hortera. En definitiva, el punto más bajo de la carrera del director.
'Arthur y los Minimoys'
Datos: 5 años. 200 animadores. 65 millones de presupuesto. Más de 6 millones de entradas vendidas solamente en su país de origen, Francia. Y un director que se vino tan arriba que se puso a trabajar en dos secuelas que dieran forma a una de las trilogías más extrañas, irregulares y sorprendentes del cine de animación reciente. Si nos centramos en esta primera entrega, 'Arthur y los Minimoys', las sensaciones se dividen entre el encanto, su primera mitad, y el desconcierto, TODO lo demás.
Cuando la historia se desarrolla con personajes de carne y hueso y cuando descubrimos por primera vez a los diminutos protagonistas de la aventura, todo fluye con inesperada efectividad, haciéndonos creer que los prejuicios depositados sobre ella pueden terminar volando por los aires. Pero, de repente, Besson, en su faceta como guionista de la propuesta, pierde por completo los papeles y comienza a introducir elementos tan discutibles como la figura de un DJ drogado y demasiado cariñoso, entre otros desatinos importantes. La crítica, especialmente la estadounidense, la dilapidó, pero no con la suficiente fuerza como para contagiar a Europa.
'Arthur y la guerra de los mundos'
Quizá sea cosa de las bajísimas expectativas que Besson había conseguido con 'Arthur y la venganza de Maltazard', la infame secuela de su saga de Minimoys, pero lo cierto es que el capítulo final, 'Arthur y la guerra de los mundos', elevaba el listón hasta el punto de convertirse en la mejor de la trilogía.
Vale, puede que no fuera algo demasiado complicado, pero conviene celebrar, de forma más que comedida, la presencia de ese sentido de la aventura familiar que el cineasta había intentado conseguir sin éxito con las dos películas precedentes. Al fin, nos encontramos con un entretenimiento por encima del aprobado justo, gracias, por encima de cualquier otra virtud, a un villano especializado en robar escenas. Llegó en el último momento, pero Besson consiguió acabar con la cabeza medio alta.
'Juana de Arco'
Era cuestión de tiempo. La ambición de Luc Besson explotó por completa en el mismo vagón cinematográfico en el que se encontraba cómodamente situado su ego. Y es que, desde su mismo título, esta revisión de la historia de Juana de Arco, con más de una discutible licencia, dejaba claro la responsabilidad total de su director, la desproporcionada pretensión de su responsable, el golpe sobre la mesa para que nadie dudara ni un segundo. Pero la gente dudó. Y mucho. Eso sí, la mayoría de personas que se acercaron al cine lo tuvieron claro, Besson había fallado, y no poco, a la hora de plasmar una de las vidas más complejas y apasionantes de la historia de Francia en particular, y de Europa en general, dejándose llevar por el exceso, el delirio visual y el subrayado constante.
No hay sutileza alguna en una película que, tras un prólogo interesante, decide caer en los fuegos artificiales más baratos, en los gritos más insoportables, en el espectáculo más grandilocuente y vacío. Por supuesto, no ayudaba absolutamente nada Milla Jovovich, nefasta en una interpretación fuera de tono, histriónica, realmente insoportable. La respuesta de la taquilla terminó siendo mucho más fría de lo esperado, pero es que no lo pusieron nada fácil. Besson quería hacer su Gran Película. Y le salió uno de sus Grandes Errores.
'Subway: en busca de Freddy'
Tras su interesante debut, 'Kamikaze 1999 (El último combate)', era la hora de comprobar si las expectativas depositadas en Luc Besson encontrarían su confirmación con su segundo trabajo, 'Subway: en busca de Freddy', una historia de atracos, música, engaños, hombreras y playbacks. Tal cual. La combinación de tantos elementos, si ya asusta sobre el papel, no terminaron de cuajar tampoco en la gran pantalla, dispersos y extraños, dirigidos con cierto estilo por un cineasta que ya dejaba ver su interés por construir la escena más espectacular posible incluso cuando los factores no estaban de su lado.
Y en medio del caos narrativo, algún destello de genio, escenas memorables que coincidían en su naturaleza puramente musical. Poca recompensa dentro de un thriller que nunca terminaba de encontrarse a sí mismo. Algo similar a lo que le sucedía a su director.
'Nikita'
Cuando hablamos de 'Nikita', lo estamos haciendo de una película que supuso un punto de inflexión definitivo en la carrera de Luc Besson, un thriller de acción, con importantes dosis de drama sobreactuado, con el que consiguió un rotundo éxito que le abrió de par en par las puertas de un Hollywood encantado de recibirle con los brazos abiertos. Al menos, en los primeros compases de su relación.
La clave era sencilla, dejarse caer sobre un manto de influencias estadounidenses relacionadas directamente con el cine de espionaje clásico, aportando, eso sí, un as en la manga en forma de protagonista femenina, una heroína de acción que se alejaba bastante de los tópicos y estereotipos más rutinarios. El resultado ha perdido bastante capacidad de impacto con el paso del tiempo, quedándose algo anticuado en casi todos sus aspectos, pero aún hoy se puede entender el éxito abrumador de crítica y público conseguido tras su estreno.
'Malavita'
Y Luc Besson quiso ser Martin Scorsese. Puestos a elegir, en la montaña rusa de influencias y homenajes que recorre toda su trayectoria, mejor poner la mirada en el genio detrás de obras maestras del tamaño de 'Toro salvaje' o 'Uno de los nuestros', que en otro cineasta menor. 'Malavita' contiene, a nivel visual, todos los elementos y tics más reconocibles dentro del cine de Scorsese pero, al mismo tiempo, no dejan de adornar una historia bastante absurda y simplona.
Besson, por su parte, tampoco termina de encontrar el tono exacto de la película, saltando del drama romántico adolescente a la comedia de humor negro sin demasiada delicadeza. El conjunto, en definitiva, es tan irregular como curioso, tan intrascendente como ligeramente entretenido. No hay nada memorable en ella, pero tampoco nada similar a un desastre.
'Angel-A'
Historia de salvaciones y redención, comedia romántica decorada (y ligeramente lastrada) por mensajes de autoayuda y descubrimiento personal, personajes que se acercan demasiado al estereotipo más manido y, por encima de todo, vehículo para el lucimiento interpretativo de un inmenso Jamel Debbouze, 'Angel-A' es una de las películas más extrañas, y al mismo tiempo clásicas, de Luc Besson. Una decisión arriesgada, marca de la casa, tras la fallida 'Juana de Arco', pero que nos demuestra el nivel de seguridad en sí mismo que tiene el cineasta francés.
Y es que, después de la desmesura de su proyecto más ambicioso, Besson le ofrece al espectador una historia sencilla y amable, dirigida con elegancia y la máxima sutileza que se puede esperar de su responsable. No tiene nada memorable, pero tiene momentos brillantes y se disfruta lo suficiente como para tenerla entre lo más destacado de su filmografía.
'The Lady'
Después del buen sabor de boca que dejó la pequeña subida de nivel de la saga Minimoy con su tercera entrega y, en mayor medida, la estupenda 'Adèle y el misterio de la momia', Luc Besson se embarcó en otro proyecto que nos pilló a todos por sorpresa. Dentro de una carrera tan imprevisible cualquier decisión era una incógnita, pero está claro que dentro de las posibilidades que se barajaban no estaba un biopic sobre la activista birmana Aung San Suu Kyi.
Sin embargo, siguiendo la ruta de lo inesperado, nos encontramos con una buena película de corte clásico y tradicional, con aroma académico pero capacidad de mantener la atención del espectador a lo largo de su extensa duración. Las dos interpretaciones protagonistas, espléndidos Michelle Yeoh y David Thewlis, colaboraban de manera definitiva en la llegada a buen puerto, pero es Besson el que se muestra muy cómodo en una labor de dirección contenida y efectiva en los mismo niveles. Una de las sorpresas más agradables de su carrera.
'Lucy'
Al fin, en 2014, Luc Besson decidió regresar al cine de acción en su estado más puro con 'Lucy', acompañado además por la mismísima Scarlett Johansson. Todo era celebración, entusiasmo, curiosidad, ganas de comprobar si la mejor versión del cineasta, demasiado lejana en el tiempo, volvía de nuevo con una de esas heroínas duras y contundentes marcas de la casa. Y, aunque el éxito no fue en absoluto tan redondo, lo cierto es que, al menos, no nos aburrimos. Ya era un avance observando los precedentes.
El problema, y no es pequeño, es que tras un arranque vibrante, realmente espectacular en su puesta en escena y capacidad para agarrar por el cuello al espectador, 'Lucy' se dirigía con paso firme hacia uno de los tramos finales más absurdos y ridículos de los últimos años. Un desenlace absolutamente marciano, especialmente estúpido si se analiza con frialdad, pero que no debería empañar por completo los logros de una propuesta que, durante buena parte de su metraje, funcionaba a la perfección en su terreno de sudoroso, violento y sangriento espectáculo de golpes y explosiones.
'El quinto elemento'
1997 fue un gran año para Luc Besson, que consiguió un enorme éxito con 'El quinto elemento', su asalto (en toda regla) al cine de ciencia ficción que alcanzó una recaudación final de 263 millones de dólares cuando su presupuesto fue de poco más de 80. La crítica, volvemos a ella, no terminó de ver con buenos ojos una propuesta que perdía demasiado rápido su coherencia y ambición un poco más adulta para abrazar el despilfarro narrativo y la locura visual más artificial y excesiva.
El tiempo, lástima, no ha jugado en absoluto a su favor, convirtiéndola en una especie de parodia de lo que, nos tememos, el cineasta pretendía conseguir. En cualquier caso, a día de hoy todavía cuenta con un indiscutible estatus de culto y reverencia por parte de muchos espectadores que la sitúan en lo más alto del Top Besson. No será aquí.
'Kamikaze 1999 (El último combate)'
Lo primero que conviene hacer a la hora de hablar del debut de Luc Besson, 'Kamikaze 1999 (El último combate)', es recordar que tenía 23 años en el momento en el que lo dirigió. Y no es una simple curiosidad, una anécdota complementaria, no, se trata de un dato imprescindible para otorgar el nivel de mérito justo para un cineasta que se estrenaba en el largometraje a través del riesgo y la valentía más notable, la decisión total de un tipo que no va a escoger el camino fácil para dar sus primeros pasos.
Porque no hay nada en esta cinta de ciencia ficción extraña, hipnótica y diferente, que se ajuste a lo previsible. Besson acepta el reto de la declaración de intenciones inicial para construir una película marcada de manera definitiva por la ausencia total de diálogos, dejando caer todo su peso sobre los hombros de un inmenso Jean Renó, capaz de mantener toda una trama con su presencia. La propuesta tiene algunos tics característicos de todo debut, pero mantiene intacta su arrolladora personalidad. Y eso es lo que queda (muy) por encima de los errores.
'Adèle y el misterio de la momia'
Tras su ambiciosa, y más que irregular, trilogía de los Minimoys, Luc Besson continuaba en la senda del entretenimiento para toda la familia con 'Adèle y el misterio de la momia', una propuesta que, afortunadamente, resultaba mucho más interesante que las protagonizadas por Arthur y sus diminutos amigos. En esta ocasión, el cineasta se servía del cómic de Jacques Tardi, o mejor dicho, de varias de sus historias, para construir un divertimento de corte clásico, abrazando con fuerza y acierto a la aventura más tradicional y contando con la inestimable ayuda de una maravillosa Louise Bourgoin.
Gracias a este conjunto de virtudes, sumado a una falta de pretensiones que no van más allá de hacer pasar un buen rato al espectador, Besson conseguía un aprobado alto. Una pena que las secuelas que parecían prometernos en su desenlace nunca llegaran.
'El gran azul'
Tras su interesante debut, 'Kamikaze 1999 (El último combate)' y el fracaso artístico que supuso su segundo trabajo, 'Subway: En busca de Freddy', la tercera película de Luc Besson llegaba rodeada de incógnitas, clave para decidir el lado en el que caía la moneda. Afortunadamente, salió cara.
El cineasta superaba a sus dos primeras obras con una película de historia sencilla, que no fácil, y una ambición que, aquí sí, sumaba dentro del conjunto. Con un acabado formal hipnótico, unas interpretaciones llenas de verdad y un desenlace repleto de melancolía y belleza, 'El gran azul' fue el primer golpe de genio de un director que pocas veces se ha mostrado tan inspirado.
'El profesional (Léon)'
La mejor película de Luc Besson. ¿Razones? Es simple, todo en 'El profesional (León)' funciona a la perfección, no sobra un minuto, no falta una escena. Absolutamente redonda. Desde su impactante prólogo hasta su emocionante desenlace, guinda perfecta a un clímax final de primer nivel, pasando por momentos tan excelsos como el ataque a la casa de los padres de la maravillosa Natalie Portman o ese camino hacia una calle vestida de libertad eterna de un Jean Reno que nunca ha estado mejor.
Es cine de primer nivel, acción hipnótica, drama intenso, thriller medido al milímetro, interpretaciones de altura y un director y guionista que controla con inspiración constante la historia que contar. Una protagonizada por seres solitarios que buscan tanta venganza como consuelo, tanta guerra como paz, tantas tormentas como calma. Nunca se repitió el prodigio, pero más de dos décadas después de su estreno, 'El profesional (León)' sigue brillando como la joya que siempre fue. Y lo que le queda.