Si el pasado 8 de abril nos hacíamos eco de la entrevista de los guionistas de 'Un lugar tranquilo' para Slashfilm, en la que explicaron que en un primer momento se plantearon la película como una posible entrega perteneciente al universo de la franquicia 'Cloverfield', este 9 de abril el productor Brad Fuller aclaraba los rumores con unas declaraciones para Cinema Blend.
"Simplemente nos reímos, porque no tengo ni idea de cómo empezaron [los rumores]. Esto no iba a ser nunca una película de la saga 'Cloverfield' - explicaba Fuller de manera tajante- era un guion específico que compramos a Paramount hace 18 meses y nunca tuvo nada que ver con 'Cloverfield'. Nadie nos preguntó nunca sobre eso. Fue una de esas cosas que empezaron cuando salió el tráiler y la gente empezó a jugar".
Durante las mismas declaraciones el productor afirmaba que los rumores desaparecieron una vez 'The Cloverfield Paradox' se estrenase la noche del 4 de febrero, después del partido de la Super Bowl. Si embargo a la película de terror protagonizada por Emily Blunt y John Krasinski, quien también se encarga de la dirección del film, no parece hacerle ninguna falta pertenecer a la franquicia 'Cloverfield' para conseguir un éxito en taquilla, ya que en su primer fin de semana ha recaudado 50 millones de dólares, convirtiéndose en el segundo mejor estreno de 2018 en Estados Unidos.
Vida propia
Brad Fuller también fue preguntado por la posibilidad de que ambas historias, si bien separadas por el momento, pudieran unir sus universos en una secuela de 'Un lugar tranquilo', algo que el productor negaba rotundamente: "es nuestro mundo. Creo que John ha creado este increíble mundo con estos personajes y definitivamente creo que 'Un lugar tranquilo' tiene vida propia".
'Un lugar tranquilo' se estrenará en España el próximo 20 de abril.
La saga 'Cloverfield', ¿genialidad o engaño?
Física cuántica inaplicable
No está bajo llave la opinión de Abrams sobre la ciencia-ficción y lo que puede hacer con ella, modulándola y retorciéndola hasta el punto de perder completamente el significado. Lo que trata de plantear en la franquiciada 'Cloverfield' (a través de guionistas como Drew Goddard, Damien Chazelle u Oren Uziel) es una interconexión entre realidades que podrían discurrir paralelamente. El problema es que el tercer elemento de la ecuación ha dado como resultado un experimento espacial que ha quitado todas las vendas y matices previos. En 'Paradox' mucho de lo que sucede es previsible, de acuerdo, pero no todo. Sí que aboga por una narrativa muy de la ciencia-ficción de finales de los 50, cutre e inestable como la serie B pero con un presupuesto de grandes galas. Sin embargo, el juego de superposición de realidades va más allá porque no sólo se imbuye en leyes física no demostradas, sino que prolonga de una manera mucho más simple y directa -Uziel escribió libretos como el de 'Infiltrados en la universidad'- lo que ya nos habían dejado caer las dos entregas anteriores: puede que la realidad no sea tan real como parece.
En 'Cloverfield' tenía todo el sentido del mundo que la intención de su creador se reflejara a través de su componente base: la videocámara del personaje interpretado por T.J. Miller. En este caso, Goddard deja esa alteración de posibles existencias en manos de un torpe que graba la fiesta de despedida de su mejor amigo encima de la cinta donde este último había grabado el día con la persona que le había anclado a su Manhattan natal: la buena de Beth. Precisamente en ese detalle (a posteriori) el found footage pierde energía, pues ya no parece que estemos asistiendo a la devastación de la ciudad "en directo", sino que lo que estamos viendo es la grabación post-abominación, donde el día más bonito y el más horroroso en la vida de Rob Hawkins se superponen continuamente en lo que, rizando el rizo, podría llegar a ser interpretado como una contienda entre la luz y la oscuridad. La clásica fórmula de jóvenes a medio hacer tratando de sobrevivir desesperadamente se convierte en un ejercicio sobre la temporalidad de las cosas, aunque si lo prefieres también puede ser un subtexto, una excusa para lanzar al monstruo a conquistar las calles de Nueva York. Quizá eso sea lo mejor de esta franquicia: si bien puedes ponerla de vuelta y media por su aparente incoherencia, también te ofrece la posibilidad de elucubrar sobre las posibles razones que hay detrás de cada cuestionable línea de guión.
Es decir, que la primera propuesta también alternó realidades, entendidas estas como luz y oscuridad, dos posibilidades que nos regala la vida. Hasta ahí, todo no muy normal, pero sí plausible. Cuando llegamos a 'Calle Cloverfield 10' la noche sigue vigente, o sea que la oscuridad se ha instaurado como nuevo sistema narrativo en la que por entonces ya avisaba con convertirse en franquicia del entretenimiento. Pero lo que obtenemos no es un regreso al aire libre, sino un subrayado de la angustia que nos produjo la huida del primer relato. El espíritu de 'The Twilight Zone' se iba haciendo hueco en nuestras retinas momentos antes de que el personaje de John Goodman nos descubre uno de esos conectores entre el Armagedón de uno y la odisea espacial de otros. El búnker es, quizás, el símbolo que mejor define la psicopatía conservadora del estadounidense medio, de ahí que los guionistas propongan un juego casi maquiavélico en el que el espectador ya no es pasivo ante la variabilidad de realidades, sino que forma parte de las mismas. Existen dos opciones para él: a) el protagonista no lleva razón, así que por favor que Mary-Elisabeth Winstead salga de ahí de una maldita vez; y b) el protagonista lleva razón, así que a qué esperan para mostrarnos el problema. Nuevamente, desde su tabernáculo Abrams dirige un acercamiento a otra dimensión, sacrificando el contenido por la forma y omitiendo cualquier explicación sobre qué sucede realmente hasta un final que, glups, nos instala en el delirium tremens de la primera entrega.
Por fin, después de este ejercicio de contención narrativa y continuas idas y venidas entre la posibilidad A y la B, todos los medios de comunicación estrecharon el cerco para anunciar que la que iba a llamarse 'God Particle' ya formaba parte del universo 'Cloverfield'. De modo que aquella idea sobre las locas consecuencias de nuestro mal uso de la energía iba a transmutar en la esperada explicación que diese por concluido el experimento. Nada más lejos de la realidad, la secuencia se ha repetido de forma tan simplona que resulta difícil seguir protegiendo a una saga que estrenará su cuarta pieza el próximo octubre bajo el nombre de 'Overlord' y con la que se está ligando 'Kolma', el próximo proyecto de Daisy Ridley, como quinta parte. En 'Paradox' no hay medias tintas, y precisamente por eso nos permitimos el lujo de interpretar las dos primeras como el preámbulo perfecto con el definir las múltiples realidades que puede adoptar la vida en un planeta a merced de la física (y la enrevesada imaginación de Abrams).
Física cuántica inaplicable II
Imagina un relato de tres partes que su autor se empeña en conectar, pero cuyo hilo conductor desconoces. Las dos primeras están situadas en un entorno que podría ser el tuyo, cercano, y la manera de contártelo también lo es. Bien, pues cuando comienzas el tercer capítulo todo se aleja, paradójicamente, de tu realidad. Ahora te diriges directamente a una experiencia que solapa universos de verdad, creando una paradoja temporal de andar por casa en la que no funcionan ni los elementos dramáticos -creo que a nadie le interesa lo que ocurre en La Tierra con la pareja del personaje de Gugu Mbatha-Raw- ni tampoco esos pasajes casi humorísticos, todos nacidos del comediante Chris O'Dowd, que no son mas que reflejos involuntarios de una incapacidad por parte de Uziel y el director nigeriano Julius Onah para crear tensión. Películas como 'Coherence' ya ahondaban de forma alucinante en teorías físicas como la Paradoja de Schrödinger o el Principio de Incertidumbre de Heisenberg, alicientes para fans irredentos de la ciencia-ficción. El problema de 'Paradox' no es se encomiende a la ciencia cuántica como una versión cutre y ultra-simplificada de 'Fringe', sino que lo haga estableciendo como marco un thriller espacial tan previsible como lo fue 'Life (Vida)', la última película de Daniel Espinosa.
Si Abrams ha supervisado este producto, sólo lo ha hecho para ese plano final que, meh, puede darnos alguna pista de lo que se cuece en la mente de este genio del marketing. La teoría más evidente es que el haber generado tanta energía gracias al acelerador de partículas Sheperd ha producido una deformación tan grande en el tejido espacio-tiempo del que está formado el universo conocido que algunos viajeros inter-universales se han colado en nuestra realidad y la están dilapidando. Aquí hablamos de una loquísima hipótesis llamada Teoría de Cuerdas y también de otro elemento de la física denominado Agujero de Gusano. No nos vamos a detener en explicarlos, pero lo que pretende sacar en claro la película es que, como siempre ha ocurrido en la Historia de la humanidad, hemos sido nosotros mismos los que hemos firmado nuestra sentencia de muerte por pura ignorancia y ahora queremos sobrevivir con el amor como bandera (juvenil en 'Cloverfield'; narcisista en 'Calle Cloverfield 10'; y familiar en 'Paradox').
En 'Paradox' el problema central pasa de la escasez de energía, con Guerra Mundial mediante, a la presencia de un monstruo que ya intuíamos como punto de inflexión para la sociedad global. Y en ese impasse encontramos el error: teóricamente, los últimos supervivientes del colapso dimensional vuelven a generar un pico de energía para regresar al planeta, pero eso no es físicamente posible. Por tanto, si juegas a la ciencia y la tergiversas, es lógico que todo salga mal. Es serie B contemporánea en estado químicamente puro que se aleja tantísimo de la coherencia que incluso tiene su propio sentido del lugar y el tiempo. Si no es desdeñable la propuesta es porque todo tiene un origen, un precedente que alguien sentó y al que todos nos hemos acostumbrado sin ni siquiera reparar en lo que nos podría ofrecer en un futuro muy cercano.
Origen espaciotemporal
'Super 8'. Sin rodeos, este cruce entre 'Los Goonies' y 'Encuentros en la tercer fase' podría ser el principio de todo. Aunque en el tráiler de 'Paradox' el prolífico Abrams deja claro que todo empezó en 2008, es viable pensar que el E.T. del siglo XXI puede ser la explicación del fin de los tiempos. La pista es tan sutil que, honestamente, ha resultado complejo aportarle un contexto en el que pueda funcionar, pero allá va. Recordemos que el alien de 'Super 8' llegó al planeta casi sin querer -su nave espacial tuvo una avería y fue lo suficientemente ingenuo como para pensar que nuestros ingenieros la repararían gratis- y que las autoridades norteamericanas optaron por quedarse con el espécimen para sus cositas bélicas ahumadas por el tufo del I+D ochentero. Una vez más, el Gobierno estaba detrás de todo. Ahí seguía la sombra de Nixon.
Cronológicamente (si no tenemos en cuenta la desastrosa alteración cuántica), casi 30 años después el puente de Brooklyn queda bañado por el East River y el found footage de Reeves nos lleva hasta las escaleras de dos rascacielos inclinados uno sobre otro. En una línea de diálogo el personaje de T.J. Miller deja caer que el Gobierno podría ser el impulsor de aquel mal. O sea que Abrams nos vuelve a comentar bajo cuerda que es posible que ese animal de naturaleza desconocida provenga de las cloacas del Estado. O lo que es lo mismo: la relación entre el tratado de Abrams sobre su iniciación audiovisual y su posterior franquicia monstruosa es, más que posible, probable.
La decepción del gran marketing
Abrams es un estratega nato a la hora de vender sus productos. Siempre lo ha sido porque tiene bastante claro que el cine es un negocio (más que un arte). En 2008 todos asistimos a uno de los tráilers más inquietantes del nuevo milenio. Crear una atmósfera de preocupación "real" en la masa social fue el gran acierto de 'Cloverfield', sobre todo porque el espectador medio necesitaba una explicación clara a lo que estaba por venir en las salas de medio mundo. Esta reacción al efecto-Abrams se hizo aun más latente en Estados Unidos, un país que vive por y para la conspiranoia. Días después se filtraron los primeros minutos de esta primera parte, para (dis)gusto de todos aquellos que lo pasamos realmente mal un año antes con 'REC'. El globo sonda ya estaba sobrevolando nuestras cabezas; meses después de un vuelo rasante, la opereta que tan bien funcionó se vio apoyada por una auténtica obra maestra del género que la impulsó al Olimpo de Hollywood.
Ocho años más tarde, 'Calle Cloverfield 10' no sólo nos dio uno de los mejores papeles de John Goodman, sino que fue el perfecto reflejo de la esencia abramsiana: giros de guión por doquier y un final absolutamente defendible dentro de su propio universo. Por aquel entonces, la campaña de marketing cambió el ritmo al anunciar su estreno en cines pocas semanas antes de que llegase a las salas de cine, lo que la convirtió en una rara avis absoluta. A 2018 le ha bastado enero para convertirse en el año que nos ha revelado el futuro de la serie B como la hemos entendido hasta ahora: plataformas tan potentes y consolidadas como Netflix. Esto, aunque deja fuera a Sky Channel y Apple TV, no quiere decir que Paramount y el resto de majors estén dispuestas a no asumir los riesgos de producciones que sólo conquisten el mercado doméstico, si es que lo hacen, pero sí da la medida del futuro casero al que están destinadas obras que serán tan icónicas como lo fueron 'Abierto hasta el amanecer' o 'El vengador tóxico'. Visionario o no, Abrams ha sabido interpretar la oportunidad que otorga una Super Bowl para sustituir el impacto de las salas mundiales por el consumo más comodo. El acceso ha cambiado por completo, y por lo pronto no tardarán mucho en llegar aquellas producciones concebidas desde una perspectiva de distribución completamente alejada de las exhibidoras clásicas. Ahí tenemos a 'Paradox' como paradigma y no sabemos si creérnoslo o seguir siendo escépticos.
Montaje y desmontaje del fenómeno
Volvemos sobre nuestros pasos para explicar por qué puede ser fascinante que ocurran cosas como esta franquicia: puedes denostarla cuanto quieras, pero es innegable que despierta en nosotros una motivación por descubrir si esa cáscara monstruosa descansa sobre fundamentos ficticios verdaderamente interesantes o no. Es decir, si nos venden humo o una singularidad en el terreno. Existen multitud de teorías sobre la conexión que pueden tener las tres películas, las particularidades de cada una de ellas y los easter eggs con los que Abrams cocina esa presunta relación.
El problema es que tanto las teorías como cada una de las partes comparten el mismo destino, y es que se desmontan unas a otras continuamente. Como las leyes cuánticas que dan subtexto a 'Paradox'. Por poner un ejemplo, un fan se dio cuenta de que si reproduces simultáneamente las primera y última entregas, el jaleo de una comienza con el de la otra. Lo que ocurre en 'Paradox' tiene resonancia en lo que ocurre en 'Cloverfield'. Y tendría cierto sentido si en la última película fuésemos capaces de entender en qué realidad se mueven sus personajes originales.
El último vástago de Abrams ha creado una serie de símbolos (Gasolineras Kelvin Gas, reporteras radioactivas, monstruos al término de cada parte, cabecitas de la marca japonesa 'Slusho', cameos de Simon Pegg...) que contribuyen a la formación de un gigante hecho a jirones con mucho más cuidado del que parece. Y es que, según la estructura de la saga, cualquier idea que motive a su creador es bienvenida porque la temporalidad ha sido completamente eliminada, la incertidumbre ha pasado a jugar un papel anecdótico y los 45 millones de dólares salen de nuestros bolsillos.