Sin lugar a dudas, la jornada de ayer tuvo nombres propios: Matthew McConaughey y Jared Leto. Los actores ofrecen en 'Dallas Buyers Club' una de las mejores interpretaciones de su carrera, sino la mejor. La película de Jean Marc Vallée (que, por cierto, es una joya) narra el caso real de Ron Woodroof, un electricista, drogadicto, mujeriego y homófobo (el pack completo) que empezó a traficar con medicamentos ilegales cuando le diagnosticaron el SIDA. McConaughey interpreta a Woodroof y su elección para el papel no podría haber sido más acertada. Primero, porque Woodroof era texano (igual que McConaughey) y porque la película recoge costumbres idiosincrásicas de Texas que McConaughey no debe interpretar sino que ya forman parte de él mismo y, segundo, porque se trata de una película de cine independiente norteamericano y, McConaughey, después de que William Friedkin lo rescatara en 'Killer Joe' (inédita en nuestras salas) de las comedias romanticonas hollywoodienses en las que estaba sumido, se ha convertido en el estandarte de ese tipo de cine.
Jared Leto, que no le veíamos en la ficción desde 'Las vidas posibles de Mr. Nobody' allá en el 2009, ha vuelto a la gran pantalla por todo lo alto interpretando al homosexual que ayudó a Woodroof a montar el negocio de tráfico de medicamentos. Ambos actores realizan un trabajo físico y emocional sorprendente. Tanto McConaughey como Leto tuvieron que adelgazar más de 20 kilos para aparentar el aspecto físico de un enfermo terminal de SIDA y el resultado no puede ser más escalofriante y enfermizo. Las facciones de Leto asustan y las de McConaughey transmiten una sensación de aflicción indescriptible, pero su trabajo interpretativo no sólo se reduce a eso, sino que va más allá de la superficie de sus cuerpos consumidos. Ambos actores ofrecen una paleta de emociones que van desde el repudio hasta la amistad, pasando por la negación, ira, rabia, desconsuelo y alegría y, la película, no cae en el sentimentalismo facilón al tratar un tema que fácilmente podría dar lugar a ello.
Más que un biopic al uso, 'Dallas buyers club' trata sobre un hombre que, pese a las adversidades, luchó con pundonor contra su propio cuerpo y, sobre todo, contra el imperio de las farmacéuticas. Como ya hiciera Fernando Meirelles en 'El jardinero fiel' (aunque de manera muy superficial), Vallée lanza una dura crítica al sistema que imponen las compañías farmacéuticas, capaces de sacar al mercado un medicamento claramente tóxico con el único fin de ingresar grandes cantidades de dinero. Un lobby que juega y se aprovecha del miedo de la sociedad para enriquecerse a toda costa.
Un inexplicable Atom Egoyan
Ayer, Atom Egoyan y su película 'Condenados' ('Devil's Knot'), le arrebató el puesto de evento más extraño del Festival a 'Enemy'. El director armenio-canadiense es un cineasta de culto que en a finales de los 80' y a principio de los 90' realizó alguna de las películas más fascinantes e interesantes del cine de autor a nivel mundial. Lo extraño fue, pues, que una película como 'Condenados', digna del prime time de sobremesa de un domingo por la tarde, viniera firmada por él. Para quien no conozca mucho su cine, que Egoyan haya hecho 'Condenados' es como si Michael Haneke firmase 'El diario de Noa', es decir, algo totalmente inexplicable. Cierto es que el filme aborda temáticas que Egoyan ha repetido a lo largo de su filmografía como la interacción entre personajes solitarios y desdichados mediante la burocracia o, en este caso, el sistema legal. Además, la idea de que el Mal se encuentra en la propia sociedad y opinión pública o, incluso en tu propia casa, es, sencillamente, inquietante, el problema es que todo está envuelto en papel de burdo culebrón de televisión. Cuando Egoyan rodó, 'El liquidador' a principios de los 90' dijo que "quería hacer una película de gente creíble haciendo cosas creíbles de una forma increíble", así que prefiero imaginar que ha pretendido hacer lo mismo en esta ocasión.
François Ozon en su salsa
El año pasado François Ozon se llevó la Concha de Oro por 'En la casa' y, este año, 'Joven y bonita', su última película, no ha podido entrar en la Sección Oficial porque ya fue presentada en el pasado Festival de Cannes, así que fue proyectada en la sección de Perlas. El filme narra la historia de una joven de 17 años que, sin motivo aparente, se dedica a ser prostituta de lujo. Quien conozca a Ozon, ya advertirá que esta sinopsis es el perfecto caldo de cultivo para que el cineasta francés de rienda suelta a sus inquietudes artísticas. Los juegos de seducción, el sexo, ambigüedad en el relato y la exploración de las pulsiones sexuales más retorcidas y transgresoras se citan en 'Joven y Bonita' que se podría considerar como una especie de 'Belle de jour' pero sin la mirada crítica y onírica de Buñuel y pasada por el filtro perverso y juguetón de Ozon.