Un hippie es alguien que tiene las pintas de Tarzán, que camina como Jane y que huele como Cheetah.
Ronald Reagan
Con esta frase se inicia 'The tripper', película dirigida, escrita e interpretada por David Arquette, el más joven de los hermanos Arquette, y producida por Courteney Cox.
'The tripper' cuenta la historia de un grupo de nuevos hippies que asisten al imaginario Free Love Festival, una acampada con actuaciones en mitad de un bosque perdido en el corazón de la América profunda y en el que habita un psicópata cuyo rostro está cubierto por una máscara de Ronald Reagan.
A partir de esta premisa, David Arquette realiza una película mezcla de slasher y splatter aderezada con algo de sexo alocado, muchas drogas e irreverentes dosis de humor, siempre con la crítica política como telón de fondo.
Suena bien, ¿me equivoco? Pues olvidáos de ella.
'The trippe' es una de esas películas pretendidamente graciosa, una de esas B-movies realizadas a modo de divertimento entre amigos, casi como una broma privada, en la que se prometen todas las premisas típicas del género, quedando en un mero conato amateur con presupuesto más bien profesional. Así pues, sus personajes se nos presentan como unos antihéroes carismáticos desde un buen comienzo, como si debieran caernos bien por el mero hecho de protagonizar la cinta y sin haber realizado nada por lo que el espectador pueda sentir un mínimo apego o afinidad, y poco más menos ocurre con el psicópata de turno, cuyos orígenes más vale no comentar a pesar de su supuesta crítica antigubernamental.
Ni slasher, ni splatter, ni splastick
Lo cierto es que poca cosa más puede contar uno de 'The tripper', una película más de serie B en la que, en clave de humor, un psicópata arremete contra un grupo de jóvenes, algo que ya hemos visto en mil y una ocasiones desde que Hershell Gordon Lewis dirigiera en 1964 '2000 maníacos', si bien la película bebe mucho más, sobretodo estéticamente, de películas como 'Viernes 13' o 'Posesión infernal'.
Por último, debo admitir que 'The tripper' tiene sus momentos, algunos verdaderamente graciosos, pero son tan escasos que naufragan irremediablemente en una trama por lo general algo lenta e inconsistente, si bien su principal estigma es la carencia de la casquería que verdaderamente pretende vender tanto publicitariamente como en la propia película, ofreciendo varias escenas violentas pero que, para desilusión del personal, en contadas ocasiones llegan a ser mínimamente explícitas.