Con la adaptación cinematográfica de 'La reina en el palacio de las corrientes de aire' se echa el cierre a una de las sagas literarias más rentables de los últimos años, la de la franquicia 'Millennium' creada por el ya fallecido Stieg Larrson.
Tras la respetable 'Los hombres que no amaban a las mujeres' y la infumable 'La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina', Daniel Alfredson concluye un arco argumental que, a cada título, ha ido tendiendo cada vez más hacia el thriller de reminiscencias políticas, al mismo tiempo que se iba focalizando en el personaje de Lindsberg Salander en detrimento de, por ejemplo, Mikael Blomkvist, cuyo protagonismo ha ido quedando relegado hasta un segundo plano.
En esta tercera y última entrega, Alfredson se dedica básicamente a rescatar escenas de las dos anteriores películas para elaborar la particular venganza de Salander, en un filme levemente más dinámico que el anterior, pero que tampoco consigue eludir del todo ese aburrido e impersonal estilo televisivo y falto de personalidad que adolecía el anterior trabajo, también firmado por Alfredson.
Con ello, nos hallamos ante un título simplemente tolerable, si bien los lectores de las novelas originales sin duda alguna encontrarán muchas más virtudes que -entre los que me incluyo- el público pagano. Pero, objetivamente hablando, este tercer film se centra en poco más que en la aparición ante la justicia de su protagonista, en un juicio con pretendido twist de efecto final que por momentos roza lo cómico como consecuencia de su absoluta falta de nervio, a excepción de una única escena, rescatada precisamente de uno de los filmes anteriores, y que aquí no vamos a desvelar.
Y, la verdad, no hacían falta dos horas y media para ello.