Misión cumplida: ayer jueves un servidor sobrevivió a más de quince horas consecutivas de proyección, pero sin duda alguna mereció la pena, ya que la media de la calidad de las proyecciones estuvo muy por encima de la media del resto de festival.
La jornada no podía comenzar mejor: lo hizo con 'Monsters', película dirigida por Gareth Edwards y que había sido descrita como una mezcla entre 'Distrito 9' y 'Monstruoso'. Nada más lejos de la realidad, pues si bien el film del británico sí que contiene la misma premisa inicial que la película de Neill Blomkamp (es decir, un presente distópico en el que una población alienígena como metáfora de la inmigración vive aislada de los humanos), 'Monsters' resulta ser un film tremendamente onírico y sensitivo, una suerte de descenso al corazón de las tinieblas en el que la ciencia-ficción queda supeditada al viaje iniciático de sus dos protagonistas, en un film con ecos a títulos tan dispares como 'Vinyan' o 'El año que vivimos pelgrosamente', o directamente a las novelas de Clarke, Bradbury y compañía.
Sin duda alguna, se trata de la película que con diferencia debería llevarse el premio a mejor película de la presente edición del festival.
Tras ello le tocó el turno a 'A serbian film', la película que más morbo y expectación había creado entre el personal. Desgraciadamente, el film de Srdjan Spasojevic contiene más pretenciosidad que calidad, en un torture porn extremo a ritmo de música industrial y filmación atropellada, que desfallece en el momento de filosofear en torno a la perversidad del ser humano. Así pues, el film serbio parece querer supeditar en todo momento el fondo a la forma, cuando debería ser precisamente a la inversa.
Tras ello le tocó el turno a 'L'autre monde' recomendable producción francesa que entremezcla la pérdida de la inocencia adolescente con un thriller enclavado en un mundo virtual. De ritmo pausado, el film de Gilles Marchand fusiona con buena nota tan dispares propuestas, alternando bellos paisajes mediterráneos con bladerunnerianas secuencias en el mundo virtual.
Ya por la tarde acudimos a la proyección de 'The housemaid', remake del clásico coreano de Kim Ki-young 'La doncella', y que a pesar de su chabroliano comienzo, en el que el thriller de cáracter marcadamente sexual se entremezcla con el retrato de las diferentes clases sociales, termina por naufragar en un entramado y desenlace tan obvio como desangelado. A pesar de ello, la película de Im Sang-soo parece deleitarse en esceno en su pueta de escena, dejando de lado las tensiones de unos personajes ibsenianos brillantemente perfilados en sus primeros compases.
El quinto film de nuestro particular maratón fue 'Les nuits rouges du bourreau de jade', infumable título de femmes fatales de débil consistencia argumental que pretende mantenerse gracias a su, eso sí, fantástica fotografía. Julien Carbon y Laurent Courtiaud, directores franceses afincados en Hong Kong, dejan completamente de lado toda coherencia guionística en beneficio de un sobrio espectáculo kitsch.
'Easy money', que en unas semanas llegará a las pantallas españolas bajo el título de 'Dinero fácil', fue la sexta proyección en discordia. Dirigida por Daniel Espinosa, la adaptación del best-seller de Jens Lapidus nos proporciona un agradable entretenimiento a rebufo de la trilogía 'Milenium', si bien la producción sueca termina por dilatarse en exceso.
Por últimos vimos 'We are the night (Somos la noche)', el nuevo trabajo del director de 'La ola', quien nos brinda un poco más que pasable film de vampiros modernos para teenagers. La película de Gansel, todo hay que decirlo, elude el romanticismo ñoño de la saga 'Crepúsculo' en beneficio de una tragicomedia de aventuras descaradmente cool y mainstream, por lo que en definitiva, y como diría el crítico más sesudo, ni chicha ni limoná.
El viernes, como era de esperar, ha sido más tranquilo, y un servidor lo ha limitado al visionado de 'Uncle Bonmee who can recall his part lives', la última ganadora de Palma de Oro en el Festival de Cannes, y 'Let me in', remake hollywoodiense de la maravillosa película sueca 'Déjame entrar', que ya fuera proyectada en pasadas ediciones del festival.
En cuanto al film de Apichatpong Weerasethakul, cabe decir que resulta una interesante propuesta que fusiona con maestría el costumbrismo con lo fantástico, dando a las surrealistas apariciones que pueblan sus dos horas de metraje de una contundente naturalidad. También hay que decir, por ello, que la producción tailandesa transcurre bajo un ritmo extremadamente paulatino, repleto de planos estáticos de larga duración, que pueden exasperar al más pintado. ¿Merecedora de una Palma de Oro? Que cada cual juzgue.
La película de Matt Reeves, por contra, resulta ser una agradable sorpresa, pues el director de 'Monstruoso' logra captar la esencia de esa pequeña (o gran) joya del fantaterror moderno que es la obra de Thomas Alfredson, en un remake aplaudible pero que, a fin de cuentas, no deja de resultar innecesario si tenemos en cuenta que el original es del año 2008.