Completamos la sexta jornada del Festival de Cine de Sevilla, por el que pasaba ayer fuera de concurso Borja Cobeaga con su arriesgada comedia 'Negociador' tras cuya proyección el propio director protagonizó un encuentro con el público. En la sección competitiva fue el turno de la muy académica 'Mr. Turner' -biopic del pintor británico impulsor del impresionismo- y de la subyugante 'Heaven Knows What' de los hermanos Safdie, que sigue los pasos de un grupo de heroinómanos en las calles de Nueva York.
Comencemos por Mike Leigh. El cineasta británico deja a un lado sus afilados retratos sociales de los ambientes más humildes para regresar al más fastuoso cine de época, en concreto al siglo XIX en el ya que ambientó hace quince años su fallida 'Topsy-Turvy'. Timothy Spall da vida al paisajista naval William Turner en su etapa madura, en la que el pintor experimenta la pérdida de su padre y reinventa su técnica artística. El actor acierta en la composición de un genio de apariencia huraña y a menudo desagradable, pero su interpretación sustentada en gruñidos y ceño fruncido, no impresiona lo suficiente como para quedar en la memoria.
Lo que sí quedará en el recuerdo cinéfilo, es el magnífico trabajo del equipo artístico al recrear una época y lograr una luminosidad pictórica que convierten los excesivos 150 minutos del film en una muy agradable experiencia visual, lo que no evita la sensación de estar ante una obra encorsetada, presa de la importancia del personaje al que dibuja, y que deja la impresión de que -como en los cuadros de Turner- la auténtica vida queda relegada al fondo del cuadro, o en este caso, a las esquinas del relato (como esa criada prodigiosamente interpretada por Dorothy Atkinson).
Adicción y negociación
De la estética luminosa de 'Mr Turner' pasamos a la sombría 'Heaven Knows What', coproducción francoamerciana basada en el libro autobiográfico de Arielle Holmes, que además protagoniza la película. El film de los hermanos Safdie sigue la frenética y desoladora existencia de un grupo de adictos a la heroína con la simple intención de poner en primer plano los impulsos autodestructivos (físicos y también emocionales) de sus criaturas, sin un ápice de moralismo y dejando al margen cualquier desarrollo del entorno de los personajes. Apuesta valiosa por radical, que va directa al estómago del espectador como un salvaje puñetazo sin aviso previo.
Cerramos el día con otra apuesta valiente y ganadora. La comedia suicida 'Negociador' de Borja Cobeaga, fabula con riesgo y gran sentido del humor sobre lo que pudo acontecer durante las negociaciones que el socialista vasco Jesús Eguiguren (aquí rebautizado como Alberto Aranguren) llevó a cabo con la cúpula de ETA en el año 2005. Es una película graciosa pero no boba, amable pero de afinada ironía y hábilmente despolitizada pero no ajena al contexto social. Un firme paso adelante en la carrera del guionista de la taquillera 'Ocho apellidos vascos' que demuestra aquí una audacia que trasciende la mera explotación del tópico. A destacar el inmenso y ajustadísimo trabajo de Ramón Barea, acertado protagonista del film.