Con las estupendas sensaciones que nos había dejado 'Nuestra hermana pequeña' en la noche del lunes, llegábamos a una nueva jornada del Festival Internacional de cine de Cartagena. El cuerpo se va habituando al ritmo trepidante de combinar cine, trabajo y crónicas, en una misión que se convierte en auténtico placer cuando lo que te cuentan en una gran pantalla consigue vencer a todas las adversidades. Y cuando el equipo que trabaja por y para los espectadores, valiosísima valor, te transmiten su entusiasmo. El FICC ha llegado a su edición número 44 en un envidiable estado de forma, consciente de su papel fundamental en el panorama cultural de la Región de Murcia, desarrollando más actividades paralelas y expandiendo su filosofía en cada una de ellas, pensando en el público de todas las edades.
Los más pequeños tienen en la sección de Cuento Animado, la oportunidad de disfrutar de algunas de las películas de animación más destacadas de los últimos meses. En esta ocasión, era el turno de 'Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo'. Estrenada a finales del pasado año, el reencuentro de Javier Fesser con los dos personajes más carismáticos, personales y divertidos de ese universo tan maravilloso como intransferible creado por el maestro Francisco Ibáñez, consigue transmitir el desenfreno, la parodia, el sentido del humor salvaje y, al mismo tiempo, profundamente familiar de los tebeos originales. Una capacidad para mezclar la nostalgia omnipresente para todos aquellos que crecimos con ellos y las nuevas generaciones que encontrarán una aventura trepidante, divertida hasta la extenuación, una montaña rusa en constante movimiento que, desde su brillante prólogo, no ofrece respiro alguno.
Quizás ese ritmo imparable tenga como consecuencia algún tramo más irregular en su tramo final pero sus noventa minutos ofrecen tal cantidad de escenas para el recuerdo, gags memorables y situaciones de efectividad total que no terminan, ni mucho menos, pesando en su valor total. 'Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo' dejará satisfechos a los fanáticos de Ibáñez pero también a los de Fesser. En su unión está la fuerza, en el fortalecido puente que ha unido sus dos universos, en los elementos comunes y básicos que ponen en funcionamiento ambas maquinarias, la risa, el golpe, el absurdo. Y una visión de nuestro país profundamente nostálgica, ligeramente crítica y, por encima de todo, proclive a la carcajada.
Más allá de los agentes de la T.I.A, la jornada de ayer tenía un protagonista absoluto, Nanni Moretti, uno de los directores más respetados del panorama cinematográfico europeo, cuyo último trabajo, 'Mia madre', aterrizaba en Cartagena generando unas expectativas más que justificadas. Tras su paso por festivales como el de Cannes, la última referencia que teníamos sobre ella era su reciente coronación como mejor película del año para la ilustre Cahiers du Cinema. Palabras mayores. Sin embargo, el cine de Moretti no entiende de grandilocuencia, ni de medallas de oro, no, de lo que se trata es de, a través de la sencillez más palpable, profundizar sobre temas tan complejos como la pérdida, el amor o la esperanza.
Parece difícil, por no decir imposible, que 'Mia madre' termine compartiendo ese lugar de privilegio en el que habitan los mejores trabajos de su director, pero esta historia de tintes autobiográficos en la que Moretti decide guardarse un personaje esencialmente secundario, supone un más que respetable acierto. Las claves de su éxito, citadas ligeramente en el párrafo anterior, consisten en reducir a lo mínimo sus pretensiones, esquivar las trampas lacrimógenas, tentaciones constantes en esta reflexión sobre las despedidas y el paso del tiempo, y centrar su mirada en dignificar, honrar la figura materna. Y aquí caemos todos, sin excepción.
No hay cine excelso, tampoco lo pretende, en 'Mia madre', pero la mirada de sus dos protagonistas, inmensas Margherita Buy y Giuilia Lazzarini, contiene tanta honestidad, tanta verdad, tanta emoción, tanta tristeza, que uno no puede evitar terminar conectando con unos personajes con los que cualquiera puede identificarse. Lástima que la trama que rodea al personaje de John Turturro, algo tópico, no esté a la altura del resto, pese a jugar un papel fundamental en la evolución de Margherita. Pequeño inconveniente que, pese a dejar a la película en un preocupante punto muerto en alguna que otra ocasión, se ve superado por la inercia de la emoción. La fuerza y elegancia de su desenlace, con un plano final especialmente inspirado, hace que nos olvidemos de (casi) todo lo demás. No, Moretti no se acerca a la grandeza de su obra cumbre, 'La habitación del hijo', pese a rozar algunos temas similares, pero deja constancia, una vez más, de lo importante que es saber manejar los hilos de la sencillez. Los grandes temas no se pueden, ni deben, abordar de otra manera. Una lección con la que se puso punto y final a un nuevo día de cine en vena en Cartagena. Mañana, más FICC44.
Nota: 7'5
