El tercer largometraje del cineasta Borja Cobeaga llega por fin a los cines tras su comentado paso por la última edición del Festival de Cine de San Sebastián, pertinente escenario para la (aplaudida) presentación de un film valiente como 'Negociador' que asume el riesgo de enfocar un tema como el conflicto vasco y el terrorismo con sentido del humor, convirtiendo a Ramón Barea en sosias de Jesús Eguiguren, dirigente socialista vasco que se reunió en 2005 con representantes de ETA para tratar de pactar el cese de la violencia en Euskadi.
De esta peliaguda premisa, Cobeaga extrae material para una comedia que no cae nunca en lo frívolo y que se afana en reducir al absurdo el conflicto, mostrando a unas partes enfrentadas a las que les une un cierto patetismo grotesco en la representación de roles. Barea sublima un personaje entrañable en su torpeza pero noble, en el que apreciamos que el director y guionista, más allá del divertido tono burlón, toma partido por el diálogo y las buenas intenciones del protagonista.
Y gracias a este posicionamiento, la película huye de la parodia fácil, de la equidistancia y de la tibieza dramática que le habría garantizado una postura cómoda al cineasta como crítico distanciado de un disparate que se prestaba a no dejar títere con cabeza. Pero el guion adquiere matices y el drama, que existe y es enorme, se filtra magistralmente a través de la sonrisa, como en ese sublime diálogo entre los escoltas que es digno de alta comedia.
Apología del humor
Además de un sobresaliente Ramón Barea, actor fetiche de Cobeaga desde su multipremiado cortometraje 'Éramos pocos', el cineasta se rodea de genios del slapstick patrio como Secun de la Rosa, Óscar Ladoire o Carlos Areces (cuyo inquietante retrato del etarra Thierry es digno de un villano del dibujante Ibánez) que ejercen de cómplices de esta atinada travesura que reivindica la risa como herramienta útil para mitigar la tensión del debate y reflexionar sin extremismos sobre un enfrentamiento socio-político rebajado con tino a un duelo psicológico de preescolar y a una ridícula batalla terminológica.
En definitiva, el director y guionista de la notable 'Pagafantas' y de la infravalorada 'No controles' da un paso en firme con su tercer film, una intrépida comedia que juega con fuego y sale airosa, convirtiendo el sentido del humor en el arma apropiada para inyectar oxígeno en un enfrentamiento asfixiante, lo que permite colocar al espectador como testigo necesario de un acontecimiento que se le ocultó, situándolo en el centro de un conflicto que afortunadamente parece ver la luz al final del túnel.