Después de que los hermanos Coen anunciasen que serían los siguientes en pasarse a la televisión y la fiebre de las series, seguíamos teniendo la duda de quién sería la cadena encargada de emitirla. Una duda que ha sido solventada después de que Netflix anunciase que serán ellos los encargados de emitir las seis partes con las que contará su miniserie.
"We are streaming motherfuckers!" declaraban los Coen en el comunicado. "Los hermanos Coen son unos directores visionarios, guionistas maestros y lingüistas coloridos. Estamos muy emocionados de que Netflix se convierta en el hogar de semejantes talentos", agregaba Cindy Holland, vice-presidenta de contenido original de Netflix.
Este será el primer proyecto televisivo de los Coen y llevará por nombre 'The Ballad of Buster Scruggs'. En él podremos ver seis historias entrelazadas sobre el salvaje oeste. Joel y Ethan Coen se han encargado de los guiones y también de la dirección después de que decidieran que era una historia demasiada complicada como para transformarla en una película.
¿Qué sabemos de 'The Ballad of Buster Scruggs'?
Annapurna Television, la nueva filial creada para la pequeña pantalla a partir de Annapurna Pictures, ha trabajado con los hermanos para sacar adelante este nuevo proyecto que tendrá a Tim Blake Nelson ('O Brother!', 'Lincoln') como protagonista. También se sabe que podremos ver a actores como James Franco o a Zoe Kazan ('The Big Sick') paseándose por uno o varios capítulos de la miniserie que se estrenará en 2018 y ya contamos los días para poder disfrutarla en la pequeña pantalla.
Las películas de los Coen, de peor a mejor
'Un tipo serio': fallo personal
Dos nominaciones a los Oscar, Mejor Guión Original y Mejor Película, y millones de mandíbulas desencajadas y gestos extraños. ¿Es 'Un tipo serio' la película más personal de los Coen? Seguramente. ¿Es también la más pretenciosa e impostada? También. Un trabajo extraño, excesivamente hermético, deliberadamente absurdo y profundamente surrealista en el que los grandes aciertos marca de la casa (atmósfera, personajes carismáticos, humor negro, forma sofisticada y diálogos potentes) no terminan de respirar la naturalidad de sus mejores trabajos. Película que se ama o se odia, rara avis en su trayectoria y uno de esos trabajos arriesgados que no entienden de términos medios. Se puede entender a sus defensores, pero pocos argumentos quedan para luchar contra sus detractores. Fallida.
'Crueldad intolerable': de la sonrisa al tedio
A los Coen les encanta jugar con los géneros, aprovecharse de las distintas esencias que el cine ha propuesto a lo largo de su historia para adaptar su sello. En 'Crueldad intolerable', los hermanos abrazan la comedia de enredo clásica con la complicidad de George Clooney y Catherine Zeta Jones, dos estrellas con aroma al Hollywood dorado, más que cómodas en sus papeles de encantadores de serpientes. Sin embargo, lo que en su primera mitad fluye con elegancia y sensualidad, con ironía y ritmo, cae en la reiteración y en la torpeza, la tontería gratuita y los tics más tópicos del género. La diversión se desvanece y solamente queda el tedio. Las sonrisas se congelan y queda la sensación de haber visto un trabajo muy menor. Un pasatiempo descafeinado.
'El gran salto': a medias
Si estás buscando la película más normal, accesible, comercial y domesticada de los hermanos Coen, 'El gran salto' es la respuesta. Cuento de navidad con sorprendentes dosis de ternura y almíbar, denuncia algo torpe hacia el sistema financiero y el poder la manipulación en las más altas esferas, esta comedia amable tiene en las interpretaciones de Tim Robbins, Jennifer Jason Leigh y Paul Newman, su tridente de virtudes mayúsculas. El resto se queda a medio en casi todo, con excepción de un diseño de producción a la altura de lo esperado. Brillante comienzo, anodino desarrollo, interesante desenlace. Todo en su sitio, nada fuera de lugar. Todo correcto, nada significativo. Aceptable. Y ya.
'The Ladykillers': buen rato
Los Coen y los remakes, esa historia de amor. En esta ocasión, los hermanos acuden a 'El quinteto de la muerte', clásico de los años 50 dirigido por Alexander MacKendrick y protagonizado por Alec Guinnes y Peter Sellers, para construir una nueva comedia sustentada en el humor negro. Tom Hanks, rey de la función, se adapta al género Coen con la profesionalidad de siempre, pero es imposible no encontrarle algo perdido en un universo tan alejado del que está acostumbrado a habitar. A pesar de los problemas que tiene para encontrar el tono y el ritmo, 'The Ladykillers' consigue levantar el vuelo y convertirse en un trabajo tan acomodado como interesante. No hay demasiado esfuerzo ni ganas de innovar, pero los Coen pasan un buen rato. Y nosotros con ellos.
'Arizona Baby': estado de sorpresa
Joya de culto, road movie desquiciada, locura sin sentido ni orden que, a base de comedia pura, termina superando el listón hasta llegar al notable, 'Arizona Baby' es la opción menos coherente y más atrevida de los Coen. Tras el triunfo crítico de su debut, 'Sangre fácil', los hermanos se meten de lleno en una delirante historia de secuestros para toda la familia en la que la ternura se termina colando por los rincones más insospechados. El resultado es una obra voluntariamente menor pero destacada como ejemplo de libertad creativa. Primer giro de volante de unos cineastas en permanente estado de sorpresa.
'El hombre que nunca estuvo allí': anécdota en blanco y negro
Los Coen habían coqueteado con el cine negro desde sus comienzos, acercándose a los grandes clásicos desde el thriller más reconocible pero, con 'El hombre que nunca estuvo allí', se lanzan de lleno al género. Ya en su título se puede intuir lo que, tras su visionado, es una certeza absoluta, el homenaje planteado y medido a un tipo de cine que ya no se hace, ni se hacía en su fecha de estreno, el lejano 2001. Soberbios Billy Bob Thorton y Frances McDormand, espectacular fotografía de Roger Deakins y perfección en la dirección de Joel, elementos destacados en una obra que, sin embargo, termina anclada en el tributo, sin espacio para la novedad o el riesgo. Se recupera una manera de contar historias que estaba perdida en el tiempo, sí, pero el problema es que, lo que aquí se nos cuenta, nunca termina de apasionar como lo hacían aquellos relatos. Podría haber sido sobresaliente, pero se queda en honrosa anécdota.
'Quemar después de leer': la estupidez genial
Tras triunfar en los Oscar con un thriller fronterizo y áspero hasta la médula, ¿cuál era la mejor opción para los Coen? Retratar el lado más absurdo del espionaje con una comedia basada en la estupidez del 90 por ciento de sus personajes. Una nueva demostración de riesgo asumido y de libertad absoluta que, afortunadamente, volvió a salir más que bien. 'Quemar después de leer' puede entenderse como una obra menor, un ligero entretenimiento con el que los Coen se alejaban de la profundidad dramática de sus trabajos anteriores, pero eso sería quedarse en la superficie de un estupendo retrato de las obsesiones y miedos universales desde la óptica del absurdo total. Con la complicidad de un reparto cinco estrellas en el que todos brillan desde la autoparodia más honesta, 'Quemar después de leer' es una de esas películas que se suelen olvidar a la hora de enumerar los principales logros de sus autores. Pero, de existir una segunda división, aquí estaría uno de sus líderes.
'O Brother!': estribillos
Una nueva Odisea, tres Ulises. Los Coen ofrecen la lectura más musical y colorida de la obra maestra de Homero con 'O Brother!', infravalorada joya que se sirve de una banda sonora de oro para dar forma a una road movie que, pese a rozar la caída en el absurdo más gratuito, termina sobreviviendo a base de talento. La película, de ritmo medido al milímetro, repleto de hallazgos visuales y con un guión de acero, consigue recrear los años 30 desde la comedia más alocada. Sin embargo, no hay nada ridículo en esta historia de fugas y canciones, de sirenas e incendios, de barbas postizas y trenes en marcha. Un trabajo cien por cien Coen que conviene reivindicar siempre que sea posible. Y, si no se termina de conectar con ella, siempre quedan sus estribillos. No es poco.
'Sangre fácil': primer golpe
Hay debuts y debuts. No es lo mismo empezar con buen pie que tirar la puerta abajo con una demostración de talento y pulso firme de la talla de 'Sangre fácil'. Los Coen aparecen en Sundance y se llevan el Gran Premio del Jurado y un buen puñado de espectadores impactados por una película que sirve como contundente declaración de intenciones, de una perfección formal que abruma, un manejo del ritmo y el tono, de la tensión y el suspense, que parece inconcebible que venga de unos principiantes. Y Frances McDormand, perfecta, ejemplificando desde el principio que es la actriz que mejor entiende el universo Coen. Joel y Ethan llegaron arrasando y 'Sangre fácil' sigue siendo el testimonio, incapaz de envejecer, del primer paso de dos gigantes. Deslumbrante.
'No es país para viejos': motivaciones
Los Oscar llegaron. Era cuestión de tiempo y pese a que la competencia ofrecía más y mejor competencia, con las soberbias 'Expiación' y 'Pozos de ambición' a la cabeza, Hollywood entendió que con esta adaptación de la novela de Cormac McCarthy, era el momento de premiar a dos de los cineastas más importantes de las últimas décadas. 'No es país para viejos' no es, ni muchísimo menos, su mejor película, pero si que es un trabajo cuya complejidad psicológica, su narrativa cruda y áspera, su potente dirección y su reflexión implícita sobre la violencia y la codicia en la esencia del ser humano, aportan la suficiente cantidad de virtudes como para admirarla sin miedo. Cuenta, además, con un personaje memorable, Anton Chigurh, asesino de sangre fía interpretado por Javier Bardem con la grandeza de un gigante. Un trabajo de una intensidad y sutileza por encima del halago. La guinda de un pastel extraño, complejo y, finalmente, apasionante. La industria le debía muchas ovaciones a los Coen y, 'No es país para viejos', es una justa motivación.
'El gran Lebowski': influencia inesperada
Si quieres saber de que hablamos cuando nos referimos a la comedia Coen, 'El gran Lebowski' debe ser tu primera opción. Un espectacular Jeff Bridges borda a El Nota, uno de los iconos de la cultura cinematográfica del siglo XX, en una historia protagonizada, una vez más, por personajes estúpidos incapaces de hacer nada bien. Puro Coen. Lo que en muchas ocasiones ha quedado plasmado con ligereza y desgana por parte de los cineastas, se convierte aquí en maestría y diversión, una comedia diferente a todas las demás que, sin embargo, ha terminado siendo influencia directa dentro del género. Repleta de escenas antológicas, 'El gran Lebowski' es una de esas películas que llega en el momento oportuno y al lugar correcto. Sirva como ejemplo ese instante en el que un sueño con banda sonora de Dylan se convierte en golpe de genio. Nada debería funcionar. Todo lo hace.
'Fargo': universo Coen
Cuando dos cineastas tienen una personalidad tan marcada, un discurso artístico tan inconfundible y un universo tan particular, siempre existe una película que marca el punto de inflexión, que define una carrera, que ejecuta a la perfección todas las virtudes que se presuponen, clarificando las vistas, rompiendo los moldes. 'Fargo' es, sencillamente, el cine de los Coen resumido en 97 minutos. Joel y Ethan nos sumergen en la versión nevada y amplificada de 'Sangre fácil', aumentando el humor y disminuyendo los golpes de efectos, para dar forma a una historia de personajes cotidianos protagonizando historias extraordinarias. La maldad y la bondad se unen en la tierna fragilidad de la idiotez y los hermanos se lo pasan pipa escribiendo y dirigiendo con maestría absoluta una de esas películas que marcan una década. Los 90 se rindieron a ella y la hicieron suya, convirtiéndola en éxito de crítica y público que vive una nueva edad dorada tras su transformación en (magistral) serie de televisión. Un pequeño pueblo perdido en medio de la nada, personajes inolvidables, un reparto extraordinario (merecidísimo Oscar para Frances McDormand) y alguna de las escenas más brillantes que han salido de la mente de estos dos genios. Puede que 'Fargo' no sea la mejor película de los hermanos Coen pero, sin duda, es la que mejor representa su manera de contar historias. Un clásico contemporáneo.
'Valor de ley': homenaje y clásico
Tras la decepcionante 'Un tipo serio', los hermanos Coen volvieron a sorprender a propios y extraños con su siguiente decisión artística. Llevar a cabo un remake de 'Valor de ley' , simpático western de 1969, con el que John Wayne consiguió un Oscar que había merecido con mucho más mérito en incontables ocasiones previas. Aquella película, más cercana a la comedia familiar que a la grandeza del Dios John Ford, se convirtió por obra y gracia de los Coen en una de las cartas de amor más hermosas que ha recibido el género en los últimos años. Su 'Valor de ley' está repleta de instantes prodigiosos entre los que destaca un clímax final de una belleza cautivadora, una auténtica postal de cine en movimiento. Los Coen querían rendir homenaje al western y les salió una obra maestra a la altura de las grandes obras del género. Imprescindible.
'A propósito de Llewyn Davis': querer estar
Nueva cumbre en una carrera repleta de puntos altos, 'A propósito de Llewyn Davis' subraya el punto de madurez total de unos cineastas (y guionistas) que, más allá de contar con un universo propio indiscutible, han alcanzado un estado de gracia que, en sus últimos trabajos, les ha cambiado la etiqueta de chicos raritos de la clase por el de superdotados. Aquí hay gran cine, escenas que respiran clasicismo casi sin quererlo, preciosas metáforas sobre la Odisea de un Ulises en forma de gato robaescenas y canciones, inolvidables, que guían un relato cocinado a ritmo lento pero seguro. Una película ganadora cuyo triunfo se eleva al estar repleta de gente normal y corriente a la que las cosas no le salen bien. Al final, puede que simplemente consista en estar en el momento oportuno y en el lugar adecuado, sí, pero también en querer estar. 'A propósito de Llewyn Davis', lo está. Y se queda para siempre.
'Barton Fink': alucinaciones
Introducirse en la mente de un creador, incendiar a las musas, enfrentarse a la hoja en blanco, tocar con la punta de los dedos la inspiración, conseguir transformar algo tan complejo como la genialidad en algo tangible, visual, cercano. Los Coen se proponen todas estas misiones imposibles en 'Barton Fink' y consiguen cumplir con todas y cada una de ellas. Además, se permiten entregarles a John Turturro y John Goodman los papeles de su vida y se sacan de la manga una historia de detectives en el Hollywood de los años 40 en la que el cine negro se mezcla con 'El crepúsculo de los dioses' alcanzando la excelencia. Con uno de los epílogos más fascinantes que nos regaló la década de los 90, 'Barton Fink' es una alucinante y alucinada obra de arte que no ha perdido ni una pizca de su capacidad de fascinación. Prodigiosa.
'Muerte entre las flores': otoño
Pese a haber adaptado su personalidad a (casi) todos los géneros posibles, es evidente que los hermanos Coen tienen una debilidad especial hacia el cine negro, hacia esos personajes derrotados, solitarios y pesimistas que combaten la vida con alcohol, amenazas y frustración. Su capacidad para insuflar poesía a cualquier tipo de relato alcanzó su clímax con 'Muerte entre las flores'. Un bosque repleto de árboles cuyas hojas vivían sus últimos momentos, un sombrero mecido por el viento, un llanto, una súplica. El tercer trabajo de los Coen, situado entre 'Arizona Baby' y 'Barton Fink', tres películas completamente diferentes que demuestran la piel de camaleón de estos tipos, supone su obra definitiva por mantener ese aura de surrealismo que embarga toda su carrera pero combinándola a la perfección con un clasicismo desbordante. El guión es una auténtica maravilla, especialmente brillante en la presentación de personajes, mientras que la dirección de Joel está por encima del elogio. Una de esas obras maestras únicas y extrañas que suelen ser olvidadas y que conviene recordar. Entre la arena y la nieve, algunos nos quedamos con el otoño de 'Muerte entre las flores'.