El último trabajo de la danesa es una grotesca y obscena recreación en el dolor ajeno empantanada en un falso y sensacionalista moralismo que saca de quicio. Siempre me ha molestado ese cine que aborda temas sensibles regocijándose con frialdad en las imágenes que utiliza para representar el dolor de los personajes. Hay una gran diferencia entre representar el sufrimiento en pantalla y deleitarse en él. En este caso se trata del sufrimiento de una pareja que en mitad de la noche pierden a su bebé por un supuesto caso de muerte súbita.
Susanne Bier actúa como cruel demiurgo impartiendo dosis de aflicción a su antojo y, luego, haciendo especial hincapié en la representación de ese padecimiento. Hincapié en el excesivo dramatismo llevado siempre al límite, en unas afectadas actuaciones, unos inquisitivos encuadres que invaden una intimidad reservada (los planos de un bebé envuelto en sus propios excrementos), una imperturbabilidad ante ciertos momentos delicados (la elección del ataúd) y, sobre todo, la toma de decisiones argumentales que denotan un total aleccionamiento moral que debería estar siempre en manos del espectador, y no del director.
Hablando de diferentes maneras de plasmar el sufrimiento en el cine, la secuencia final de la británica 'Catch Me Daddy' es un perfecto ejemplo de cómo helar la sangre sin complacencia y lanzar un debate a la audiencia sin tomar partido en el mismo. El filme nos habla de Laila, una chica de ascendencia india que huye de su familia escondiéndose con su novio en una caravana en los suburbios de West Yorkshire. Cuando su padre manda a su hermano junto a un grupo de gánsteres de barrio para que la traigan de vuelta a casa, el filme se transforma en un thriller con nervio y rodado con un pulso verdaderamente encomiable.
Lo último de Mathieu Amalric
Finalmente, la jornada acabó con la proyección de 'La chambre bleue', la última película del prolífico actor Mathieu Amalric que, en esta ocasión, dirige y protagoniza una cinta sobre la investigación policial de un misterioso caso de asesinato del que no se sabe el culpable. Los sucesivos interrogatorios a los que el personaje de Amalric es sometido son la excusa para tejer una metáfora sobre lo difuso y complicado que es descubrir la verdad a través de la representación o, visto de otro modo, la única vía hacia la verdad es la recreación fragmentada y desordenada. De esta manera, el filme se debate en un juego entre memoria y presente que podría leerse en clave de un 'Testigo de cargo' narrado por Claire Denis.